Opinión

Preparando las excusas para reconocer la derrota de la OTAN en Ucrania

A principios de junio, el presidente de EEUU, Joe Biden, indicó que EE. UU. había advertido a Ucrania de la invasión, pero que “Zelensky hizo caso omiso” (sic), alegaciones similares respecto a la “incapacidad de los ucranianos de utilizar armas occidentales” (sic) también se dejaron decir. Esto es un indicador que EE. UU., en calidad de hegemón de la OTAN, empieza a lavarse las manos, culpando a sus proxies ucranianos de la derrota inminente ante la Operación Militar Especial (OME) lanzada por Rusia para desmilitarizar y desnazificar Ucrania.

El error de cálculo, la pésima lectura sobre los Análisis de Riesgos Adversarios (ARA), demuestra que la OTAN no busca-puede ganar guerras, por su incapacidad de analizar e interpretar los movimientos operacionales en el terreno, por lo que tampoco es capaz de debilitar a sus enemigos geopolíticos de primer nivel, sino solamente amenazarlos con “sanciones”. Los resultados de la guerra económica son contundentes y en el Teatro de Operaciones, también. Esta situación ha generado fracturas en la OTAN, en la que muchos países alegan estar quedándose sin material, otros con disputas territoriales entre sí (Turquía y Grecia) y otros muestran diferencias políticas.

Si se le suma que en el flanco de Asia-Pacífico, los chinos indican que no permitirán que Taiwán tome medidas contra sus intereses, además de que suministrar armas a este país sería una tarea más compleja, hace prever que prácticamente los flancos europeo y asiático se pueden comprometer y vulnerar con medios convencionales contra la injerencia unipolarista, por tanto, su explotación a un nivel superior, incluyendo misiles hipersónicos, sería un hecho contundente.

Además, con la noticia de que Rusia ingresará con fines humanitarios a Nicaragua y posiblemente Irán y Rusia misma, lo harán con Venezuela, significa que en “el patio trasero” se estarían instalando Fort Post (Puestos de Avanzada). Por último, en África surgen movimientos pro-rusos y pro-chinos, al punto que se ha golpeado intereses franceses en la región (Francia es el “relacionista” de la entrada de la OTAN tanto al mundo árabe como al África subsahariana). Genera una tensión enorme respecto a cómo será la transición hacia el multipolarismo y el nivel de violencia.

Pero volviendo al teatro ucraniano, lo anterior no omite ni exonera el hecho de que lo que Ucrania pierda hasta que se firme la rendición, bajo los términos que serán dictados incondicionalmente por Rusia, deberá pagar todas las deudas actuales que ha adquirido con los países de la OTAN, un monto que sobrepasa los $40-$50 billones, oficialmente. Al principio de la OME, Rusia le ofreció un acuerdo de paz que los ucranianos rechazaron, a lo que Rusia indicó que, con el paso del tiempo, las exigencias aumentarían. Esto refuerza la hipótesis de que Rusia exigirá todo el territorio de Novorrosia, lo que viene siendo, por lo mínimo, unos 12 oblást (territorios), asegurándose así Rusia muchos recursos, toda la sección norte del mar Negro, capacidad productiva-industrial y cerrar el “corredor de la muerte”.

Este “corredor de la muerte” no significa que Rusia pretenda generar una plataforma de influencia sobre Europa, sino alejar lo más posible que un ejército grande, tecnológicamente avanzado y con capacidades ofensivas amplias, como el de EE. UU., logre instalarse cerca de las fronteras rusas. Este es el riesgo que Rusia reflexiona cuando ve que naciones progres como Finlandia y Suecia quieren unirse a la OTAN, ya que son territorios extensos y más complejos, a diferencia de las naciones bálticas, conocidas en algunos círculos como “Las tres hermanas bastardas”: Lituania, Letonia y Estonia, que son países pequeños y costeros, ideales para un caldero.

La posible solución para Ucrania: sería la capitulación total y anexión completa con Rusia, aunque esto es poco probable, sin mencionar que no hay ningún político en Rusia hablando de esta posibilidad, como para plantearlo más allá de una suposición (ni siquiera hipótesis); ni siquiera la toma de Kiev fue un objetivo militar en ningún momento, de ahí que su retirada fue considerada una “victoria” en la OTAN. A esto hay que sumarle el riesgo por los intereses que la OTAN empuja a Polonia a reclamar el oeste de Ucrania (región de la Galitzia), algo de lo que a los “nacionalistas” ucranianos pareciera no importarles.

Operación Militar Especial

En primer lugar, aunque en la práctica es una guerra, a nivel conceptual jurídico no lo es. A pesar de que los proxies ucranianos van por su séptima movilización e incluso han hecho un llamamiento de obligatoriedad para las mujeres (el silencio de las feministas en “occidente” es irónico y risible), mientras que los rusos tienen cerca de 150 mil soldados. A pesar de que al principio de la OME hubo errores: rodear ciudades grandes con contingentes insuficientes sin atormentarlas ni atacarlas, esto conllevó a algunas bajas innecesarias, aunque se cumplieron muchos objetivos estratégicos como: dominio del espacio aéreo, destrucción de las defensas antiaéreas, destrucción de depósitos de municiones, de combustibles, centros de mando y centros de adiestramiento y concentración de tropas tanto locales como mercenarios.

En una Segunda Fase, concentrar fuerzas en pulverizar las defensas ucranianas en el Donbas, espacio geográfico que ha sido la prioridad rusa, que desde la captura total de Mariupol, y el cambio de estrategia, los avances son notorios y todo lo que Rusia gana en el terreno es permanente; las bajas ucranianas son imposibles de ocultar para los propagandistas de la OTAN, mientras que las bajas rusas son mínimas, tanto a nivel de técnica-hardware y de recurso humano.

Al momento, Rusia utiliza una mezcla de material viejo, pero no obsoleto, que ya va cumpliendo su vida útil, y material moderno de última generación, en función de los objetivos tácticos en cada situación; así renovarán sus arsenales y doctrina, a medida que se hace la evolución con amplia evidencia probada en el terreno. Esto pocos analistas occidentales lo reconocen, al estar muy embebidos en las operaciones cognitivas que sus Estados proyectan.

Por su parte, la OTAN no tiene una estrategia porque desde un principio han desconocido las capacidades operacionales de Rusia; lo que demuestra la gran capacidad de los servicios de Inteligencia y Contrainteligencia rusos. Por tanto, 30 años de armas, ideológica y técnicamente, para Ucrania no fueron suficientes para cumplir metas estratégicas.

Cambio de la narrativa occidental

El gran problema fue que la OTAN gestionó de forma incorrecta las operaciones cognitivas en torno a la OME rusa. Ya que lo común suele ser mentir en tiempos de paz para acondicionar un código simbólico dentro de la sociedad política, tanto propia como del enemigo afín a un interés hegemónico, pero en el momento de la guerra, se gestiona la verdad tal cual, para poder ganar. En el caso de la OTAN han mentido en todo momento, o gestionado una suerte de “verdad” que consistió en hacer creer a todo el mundo bajo la influencia occidental que: “Ucrania va ganando” y los impactos económicos son “culpa de Rusia”, el objetivo era la cohesión de sus sociedades políticas, en la senda de la rusofobia, aunque en la práctica es una profunda crisis de liderazgo y de fiabilidad en el unipolarismo, a sabiendas que los cambios son imparables. La realidad es irrefutable: Rusia aplasta al ejército proxy ucraniano y los impactos económicos son culpa de las sanciones anti-rusas. El gran perdedor será Europa, además pagando en rublos, ya Putin informó que buscará otros mercados.

Es posible considerar que cuando todos los objetivos rusos se hayan cumplido, tanto militares como políticos y principalmente económicos, las naciones de la OTAN seguirán auto-engañándose de que ellos ganaron la guerra porque, al final, en el plano de la hegemonía ideológica-filosófica, lo único que les importa es proyectar una imagen de ser los que están del “lado correcto” de la historia, aunque sus sociedades y sus economías estén en clara decadencia ante el surgimiento imparable del multipolarismo.

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