Opinión

Premio de consolación para Cartago

Entre finales del siglo XIX e inicios del siglo XX, al circular los primeros estudios detallados sobre la política costarricense de la época de la independencia, se impuso la versión josefina de lo acontecido, que celebraba el triunfo de San José y Alajuela frente a Cartago en la guerra civil de 1823.

Debido a que los cartagineses en conjunto fueron identificados como imperialistas (es decir, partidarios de que Costa Rica se anexara al Imperio Mexicano) y los josefinos como republicanos (opuestos a esa anexión), no había, en esa etapa decisiva de la construcción de la identidad nacional costarricense, quien reivindicara el papel de Cartago en la independencia.

Para los autores pro-cartagineses de entonces, como Manuel de Jesús Jiménez, una reivindicación de ese tipo no era viable, pero sí lo era exponer el proceder de San José como resultado de sus propios intereses, a resultas de los cuales a Cartago le fue arrebatada la capitalidad.

Limitada como era, la estrategia de Jiménez llevó a que en 1944 Hernán Peralta planteara una forma distinta de reivindicar el papel de Cartago: que la verdadera acta de independencia no fue la suscrita en Guatemala el 15 de septiembre de 1821, sino la firmada en Cartago el 29 de octubre de ese año.

Tal planteamiento, sin embargo, tiene dos problemas fundamentales anotados por otros estudiosos, como Rafael Obregón Loría. El primero es que esa acta, a la vez que declara la independencia, anexa a Costa Rica al Imperio Mexicano.

El segundo problema es que, al sobredimensionar el perfil histórico de esa acta, no solo se disocia a Costa Rica del resto de Centroamérica, sino que se incurre en el anacronismo de hacer local y provinciano —para satisfacción del patriotismo de aldea— un proceso que, en realidad, fue de carácter regional y global.

Así, la reivindicación del acta del 29 de octubre de 1821 como la verdadera acta de la independencia de Costa Rica no tiene nada que ver con la verdad histórica, sino con la búsqueda, en ausencia de una memoria reivindicable de la participación cartaginesa en la guerra de 1823, de un premio de consolación para Cartago.

Se procura así compensar el hecho de que parte de las jerarquías políticas y de los sectores populares cartagineses se ubicaron, desde una perspectiva nacionalista, en el bando políticamente incorrecto de la historia durante ese conflicto armado.

Suscríbase al boletín

Ir al contenido