Opinión

Por un voto Janina del Vecchio no fue la primera rectora

En este mes de setiembre se está realizando el proceso electoral para la elección del nuevo rector de la Universidad de Costa Rica (UCR), en sustitución del Dr. Gustavo Gutiérrez, en el cual se disputan cinco hombres y ninguna mujer. En esta ocasión, me extraña que no hubiera candidatas femeninas y esto me ha llevado a recordar las elecciones rectorales en la UCR a finales del año 1988, en que participara la Licda. Janina del Vecchio y, aunque han pasado ya 36 años, intento reconstruir particularidades de este significativo evento en la UCR de finales del siglo pasado. En aquella ya distante ocasión, una mujer decidida y capaz intentó romper el molde patriarcal en las elecciones para rector(a) y por un voto no lo logró.

En aquel periodo de elecciones universitarias, se disputaban el cargo tres docentes: Janina del Vecchio, vicerrectora de Docencia; Elizabeth Odio, decana de Derecho; y Luis Garita, decano de Ciencias Económicas, este último quien a la postre resultara electo.

La contienda empezó con encuestas que daban 60% a doña Janina, 10% a doña Elizabeth y 30% para don Luis Garita. En esas condiciones, los dos grupos minoritarios, viendo que la causa estaba perdida, formaron alianzas, y el equilibro varió un tanto: Janina mantuvo el 60%, y la dupla Garita-Odio sumó 40% y, a criterio de la mayoría, todavía insuficiente para disputar la supremacía de doña Janina quien, por su posición de vicerrectora de Docencia, era, además, la más conocida en razón de su cargo y había sido parte de la Administración del rector Fernando Durán Ayanegui, a quien se le reconocía muy buena gestión universitaria, “pax duraniensis”, como escribí en un artículo del Semanario Universidad por aquellos tiempos. Debido a que, por dos períodos, fui miembro representante del Sector Salud ante la Comisión Evaluadora de Credenciales, dependiente de la Vicerrectoría de Docencia, tuve ocasión de conocer su valiosa contribución en la administración universitaria de parte de doña Janina, razón por la cual di un decidido apoyo. Además, en el Consejo Superior de Educación, compartíamos como representantes de la UCR, ella como titular y yo suplente.

Seguro del triunfo, el profesor Angel Ruiz escribió en el Semanario Universidad, “Una suma que más bien resta”, refiriéndose a la alianza Garita-Odio, pues no había mayor afinidad entre los dos grupos de simpatizantes y, posiblemente, dicha unión habría causado más bien desinterés en muchos de ellos. Por mi lado, el mismo medio universitario me publicó un artículo titulado “El círculo se cierra”, en que hacía referencia a la primera mujer que ingresó a la vieja UCR: Lita Chaverri Matamoros, prima hermana de mi madre, quien se graduó en la Escuela de Farmacia con gran éxito, en 1918, a pesar de las voces patriarcales que se oponían a su ingreso. Argumentaba yo que ya era hora de que hubiera la primera rectora mujer en la UCR, 70 años más tarde, no solo como un acto de reconocimiento a la capacidad de la mujer universitaria, sino por contar con una candidata que tenía todas las cualidades en cuanto a formación académica y experiencia universitaria de alto nivel.

Como la diferencia de votos, según las encuestas, era apreciable y con una diferencia del 20%, muchos cantaron el triunfo en forma adelantada, tal vez aflojamos en la propaganda y con actitud entusiasta fuimos a las elecciones, todos vestidos con camisa o blusa azul como distintivo que “el comando” había determinado. Ese día fue clave, y el grupo de Garita “trabajó” los votos arduamente y del lado de Janina todo era satisfacción por la identificación de la marea azul. Como en ese tiempo era vice-decano de Medicina, un miembro del comando de Janina me visitó para decirme que ya era hora de ir pensando en el “gabinete”, tan seguro del triunfo se sentía.

Uno de los compañeros de la Escuela de Medicina, de quien había sido su profesor guía de tesis de Maestría, me visitó un par de veces para llevarme el mensaje del candidato Garita y promover mi incorporación a su bando, con resultados infructuosos, pues yo estaba convencido que Janina era la mejor opción. En realidad, apenas llegué a conocer a don Luis Garita, en una curiosa situación que paso a relatar. Cuando los profesores nos desplazábamos por todo el país en tiempos de examen de admisión, nos correspondió visitar Turrialba para la realización de dicho examen,  junto a un buen amigo,  el Dr. Carlos Arauz de Medicina. Como anécdota, cuento que  el carro del profesor Garita —un Skoda checo, por más señas—  no subió la cuesta a la salida de Turrialba y tuvimos que regresar con un carro prestado por una gentil alumna de Biología, quien vivía en las cercanías con su familia y cuyo padre era profesor del CATIE. En un gesto inusitado, fuimos recibidos cortésmente por la familia y la alumna simplemente expresó que la mejor idea era que regresáramos en su automóvil, pero que lo dejáramos en el parqueo de Medicina, donde ella lo recogería al lunes siguiente.

Continúo con el asunto electoral del día de las elecciones, que se realizó en el amplio comedor universitario, para aprovechar la mayor capacidad y así poder alojar a los votantes. El resultado fue insospechadamente dramático, pues sucedió que, realizado el conteo por el Tribunal Electoral allí presente, no daba ningún resultado, a pesar del recuento de votos, pues el resultado oscilaba entre empate o diferencia de uno…, pero a favor de la tendencia del candidato don Luis Garita.

Esta fue una lección para todos, aunque algunos hasta querían llevar el asunto a la recién constituida Sala Constitucional, pero, la verdad sea dicha, no había argumentos y, simplemente, se perdió por un voto. La realidad fue que, en un exceso de confianza, muchos partidarios no asistieron a votar, según un rico anecdotario de justificaciones, de quienes se les olvidó, los que se fueron de paseo y unos pocos que hicieron giras de campo.

Mi compañero de facultad, dirigente del ganador de la contienda fue el nuevo director de la Sección Salud y, respecto de doña Elizabeth, con quien inicié una interesante amistad que perdura hasta el día de hoy, ocupó el puesto de vicerrectora de Docencia. En todo caso, pasado el drama electoral, la vida universitaria volvió a la normalidad.

Han pasado ya cerca de 36 años y, con una retrospectiva ochentera, he querido comentar este capítulo de la vida universitaria, donde Janina del Vecchio, por diferencia de un  voto, pudo ser la primera mujer rectora de la UCR y ejemplo de las capacidades femeninas.  Muchos de los testigos de esos sucesos electorales ya han partido y a otros no los he podido localizar, de manera que he hecho el mejor recuento de memoria de este curioso suceso de la elección rectoral a finales del siglo pasado. En todo caso, con actitud estoica y mirada al futuro, doña Janina aceptó el resultado y, muy a la tica, dijo: “cuando una puerta se cierra, dos se abren”; y, en efecto, continuó su actividad académica y se abrió campo con éxito en la diplomacia y como ministra de Gobierno.

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