Opinión

Plan Fiscal: la Universidad y sus cuatro abstracciones

El neoliberalismo es, por encima de todo, un gobierno sobre la organización de los afectos y los deseos.

Ni las palabras ni los silencios tienen un único sentido. Como mínimo, hay que distinguir entre el sentido manifiesto y su significación inconsciente. Hay lecturas múltiples, pero todas tienen una dimensión política. Las palabras, pero, sobre todo, los silencios que se produjeron en nuestra Universidad en estos días, la ubicaron del lado conservador de la escena política nacional. En mi opinión, como resultado de cuatro abstracciones:

  1. a) Lamentablemente, la Universidad de Costa Rica estuvo por detrás de sus antecedentes en este conflicto social. Tuvo una conducción política cuando salimos a pelear contra las políticas que impulsó Thelmo Vargas en los 90; cuando nos posicionamos contra el combo del ICE o cuando definimos la inconveniencia del Tratado de Libre Comercio. En aquellas ocasiones, si bien había disparidad de opiniones en la Universidad, hubo conducción política y organicidad. Esta vez, la Universidad se fragmentó, su posición se dispersó. La Universidad se abstrajo de su propia historia.
  2. b) En segundo lugar, primó la inconsistencia lógica en la Administración Superior y en el Consejo de Decanos. Se dijo hasta el cansancio que el Plan Fiscal era “regresivo”, pero la conclusión política fue seguir trabajando como si nada pasara. Se “autorizó” ir a las marchas, pero sin afectar las actividades académicas generando una enorme confusión entre profesores y estudiantes, pues el “permiso” quedaba anulado con el requisito. Se usó un modo de expresión del tipo “vamos a la marcha, pero no estamos en huelga” como si la movilización del pueblo en las calles formase parte de un fenómeno atmosférico y no fuese un momento de esa huelga en la que no estábamos. Estas distinciones góticas desmovilizaron y jugaron para la posición gubernamental sin decirlo. Así, la participación en el conflicto social quedó como un accidente de sujetos individuales o grupales, pero dispersos.
  3. c) En tercer lugar, hemos mostrado una enorme insensibilidad social, pues nunca se habló de los efectos que el Plan Fiscal podía tener entre los sectores trabajadores y populares. El Consejo de Facultad de Letras, por ejemplo, comienza su declaración diciendo que el Plan Fiscal “afecta seriamente a la UCR”, pero esa seriedad de los intelectuales no produce ningún argumento que explique si esa afectación es beneficiosa o perjudicial. El Consejo de la Facultad de Letras y la mayoría de los Consejos de Facultad de la Universidad no supieron ni se preocuparon por saber si el Plan Fiscal perjudicará a los trabajadores del país, ni saben cómo afectará a sus graduados que trabajan para el Estado. Nos quedamos en la esterilidad orgullosa de los eruditos que no se preocupan por el pueblo ni lo educan, pero se ponen serios aún cuando demuestran no haberse leído el Plan Fiscal. La insensibilidad social fue tal, que la Universidad solo salió a protestar cuando las fuerzas policiales ingresaron el campus. Solo ahí nos sentimos afectados “seriamente”.
  4. d) La última abstracción fue la política. Nunca supimos si la Universidad apoyaba, rechazaba o pedía una corrección al Plan Fiscal. La búsqueda de la luz fue reemplazada por la ambigüedad y la moralización abstracta despolitizada porque nos negamos a decir lo obvio: el Plan Fiscal no es un solamente un plan económico, es una reorganización regresiva del contrato social costarricense. En cambio, la Universidad abandonó su vocación política solo para cuidarse a sí misma y su moralización careció de un contenido objetivo. Hemos creído que para mantener intacto nuestro poder social nos teníamos que desentender de nuestro compromiso político. Así, pasamos de ser de un actor político en la vida nacional a un actor defensor de una clase social.

Así, los modos abstractos de expresión no fueron “textos”, sino lógicas de un pensamiento, formas sedimentadas de la ausencia de compromiso social y político, un modo sofisticado de subordinación.

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