Es bien sabido que la industria aeroespacial nació en la Unión Soviética en pleno apogeo de la Guerra Fría, cuando, en el periodo de gobierno Nikita Khrushchev, se ordenó la construcción de una plataforma de lanzamiento de misiles con ojivas nucleares en Baikonur en Kazakhstan con el objetivo de ser disparados directamente hacia los Estados Unidos de América, para también así demostrar al mundo de que la URSS no era un país subdesarrollado en lo social y en su tecnología militar. No obstante, la aventura de Khrushchev era sumamente riesgosa, ya que para ese entonces la Unión Soviética no tenía tan avanzado el desarrollo de aislantes térmicos en los misiles y se corría el riesgo de que cuando se disparaba un misil, este podría detonarse en el espacio aéreo soviético. Ante esta situación y con el deseo de mostrar su superioridad técnica al mundo, Khrushchev decidió darle un giro importante a lo planificado inicialmente y decidió convertir la lanzadera de misiles nucleares intercontinentales en una plataforma para enviar carga y seres humanos al espacio, aprovechando las ventajas geográficas que ofrecía Baikonur en aquella época.
Desde Kazakhstan se envió el primer satélite artificial Sputnik y posteriormente se envió a la perra Laika al espacio, lo cual dio un indicio de que un ser viviente podría sobrevivir en el espacio. En 1961 se decidió enviar a Yuri Gagarin al espacio exterior, lo cual representó un hito para la humanidad y para la Unión Soviética, y además encendió la carrera espacial en los Estados Unidos de América, que en años posteriores logró enviar el hombre a la luna.
Es bien sabido que enviar seres humanos o carga al espacio es sumamente costoso y que cuando estos lanzamientos se hacen más arriba de la latitud 15 grados norte o los 15 grados sur, los costos de envío empiezan a subir considerablemente. Y justamente América Central se ubica dentro de esta franja privilegiada, lo cual ofrece una ventaja geográfica y competitiva para la atracción de capitales extranjeros y el desarrollo de esta industria en la región.
Los países que se encuentran más cerca del paralelo del Ecuador pueden aprovechar mejor la fuerza centrífuga de la tierra, lo cual significa un ahorro importante del combustible que utilizan los cohetes al espacio. Cuando los lanzamientos al espacio se hacen desde los Estados Unidos o desde Rusia, en los primeros 75 segundos del despegue se consume aproximadamente el 75 por ciento del costo de la misión. América Central es una región que puede contribuir a que esos gastos disminuyan sustancialmente y definitivamente significa una oportunidad comercial para la región tanto en el área aeroespacial como en Innovación, Investigación y Desarrollo (I + I+ D) .
La superación de retos que la exploración espacial presenta ha impulsado el desarrollo de nuevas tecnologías, las cuales se convierten en productos y servicios que nos facilitan la vida, creando así nuevas fuentes de prosperidad económica que nos benefician a todos.
Solo la NASA tiene registrados 6.300 patentes. A eso hay que sumar muchas más registradas por las empresas que trabajan para ella. La industria aeroespacial se está abriendo, es un mercado nuevo y una gran oportunidad de negocios.
La Competitividad se basa en la capacidad de generar nuevos productos y servicios. Y si América Central quiere ser una región más competitiva, debe o debería de apostarle a la industria aeroespacial. Ya en países de África se están dando grandes avances en la materia.
En diversos estudios e indicadores, la industria aeroespacial se muestra como una fuerte inversión pública y privada en innovación (investigación + desarrollo), ya que mejora la competitividad en los países que apuestan por ella. Una economía que invierte en innovación es una economía más competitiva, y por lo tanto, con mayor capacidad para vender esa competencia en el exterior, lo que crea así más y mejor distribución de la riqueza, mayor productividad, más empleo y de mejor calidad.
Los grandes inversionistas globales se impulsan hacia la industria aeroespacial, por la necesidad que tienen las empresas multinacionales y el sector privado, en tener una ventaja competitiva de los bienes y servicios que venden en la tierra. Los bienes y servicios de la vida moderna, en la tierra, se deprecian muy rápidamente y las empresas necesitan tratar de mantener el valor de estos bienes y servicios de manera constante. Es así como el espacio se convierte, entonces, en un lugar de negocios y trabajo, en el que fluyen los grandes capitales globales. Ese es el lugar, donde América Central tiene que estar.
La región centroamericana no puede seguir dependiendo tanto de los productos agrícolas, ya que estos son de bajo valor agregado. Lo que le conviene es migrar hacia productos y servicios de alto valor agregado, que le permita un desarrollo económico y social estable e incursionar de forma acelerada en la economía del conocimiento.
El talento es importantísimo, pero difícilmente alguien vendrá de afuera y generará innovación. Por lo tanto, si en América Central queremos desarrollar innovación, investigación y desarrollo, tenemos que crear ese desarrollo nosotros mismos, los centroamericanos, ya que nadie nos la va a regalar o dar a través de cooperación internacional de forma gratuita.
Recientemente, en febrero de este año, se celebró el Space Generation Advisory Council (SGAC) en Costa Rica. En este Consejo se expuso el trabajo de expertos de la Universidad de San Carlos en Guatemala, de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, la Universidad Santa Maria la Antigua y del Instituto Tecnológico de Costa Rica, quienes están desarrollando los futuros dos satélites centroamericanos que se van a enviar al espacio: el Quetzal 1 y el Morazan Sat. Estos satélites representan los esfuerzos que se están haciendo a nivel regional para convertir a Centroamérica en un lugar atractivo para las inversiones de capital privado proveniente de los países desarrollados.