Opinión

Pasos para desterrar la corbata

Cuando nuestras luces de alerta se encienden ante la ola electoralista que se avecina, vale la pena traer a la memoria vidas y palabras

“Que para encontrar a los héroes de veras

hay que poner los ojos en nuestros propios días.”

José Ramón Mercado

Cuando nuestras luces de alerta se encienden ante la ola electoralista que se avecina, vale la pena traer a la memoria vidas y palabras que nos recuerdan cómo la experiencia y la práctica son elementos transformadores de nuestras teorías y realidades. Pensar en don Orlando Fals Borda es cuestionarnos: ¿cuáles elementos nos desafían a romper el cascarón del conformismo político y académico en sus formas tradicional-dominante?

Tendemos a pensar que estas dimensiones del pensar-hacer humano se encuentran divorciadas o que son independientes, que una rescata a la otra en momentos de crisis, pero la realidad es que no resisten una segunda mirada, quedan al descubierto su incapacidad para dar cuenta de la época que vivimos.

La política en minúscula (aquella de partidos, administradores, gobiernos y Estados) ha reflejado sus dos mejores caras, por un lado su tendencia a imponer y cooptar, por otro su maestría en invisibilizar y criminalizar esas otras expresiones de organización y toma de decisiones que se gestan a su margen y retan su existencia.

La academia corre paralelo a esto, por un lado llega tarde a todo, es incapaz de someter su criterio a las realidades que la circundan, prefiere ser paternalista y, como es costumbre, procura suplantar las acciones y voces de esos otros sujetos individuales o colectivos que retan su lógica, legitimidad y constitución.

Por esta razón, don Orlando nos invitaba a esa ¨subversión moral¨, al recordar las importantes limitaciones y postergación de responsabilidades que como intelectuales y ciudadanos se han cometido, que han permitido procesos de consolidación de este sistema hegemónico que nos domina y explota, desde la legitimación y consolidación de una elite que a través de  sus discursos y prácticas procuran acumular-reproducir el capital.

Queda abierta la tarea de combatir lo que nos indicaba don Fals Borda, un frente contra aquellos actores que en parte por nuestra pasividad no han estado a la altura de la época, ya sean dirigentes político, sociales y económicos, han favorecido por activa o pasiva el establecimiento y enraizamiento de un sistema corrupto, clientelista, político-hereditario y dinástico, permisivo a la irrupción del mundo del narcotráfico. Estos han generado un consenso para que ciertas formas y modos de sectores económico-financieros, basados en el despojo y explotación, puedan definir en gran parte estas articulaciones de actores y acciones, que a lo largo de tiempo han intervenido y dinamizado las relaciones de fuerza en nuestras sociedades a su favor.

Este escenario que nos oprime vuelve necesario rescatar algunas reflexiones que don Orlando nos invitaba a pensar: la necesidad de reinventar otras articulaciones antiélites ideológicas, que vuelvan a encontrar su asidero en la subversión de la protesta y de las resistencias populares, esos espacios de creación de otras formas de concepciones y relaciones que apuntan a dinámicas distintas al orden dominante-explotador y que procuran disputar los sentidos y espacios.

Este accionar debería echar raíces en la soberanía popular, libre y democrática, legitimarse a través de los procesos autonómicos que marcan la gestación de esos otros mundos, que en las coordenadas de la participación nos permitan ubicarnos y reconocernos dentro o fuera de las ruinas que este sistema ha provocado en la política, y así  reinventar otra política.

Gestar y reconocer en nuestro pensar-hacer la antiélite es asumir la tarea en libertad y con esperanza, procurar desde su función crítica el mirar nuestras procesos históricos y tomar como propias las capacidades para transformar nuestras realidades, en diálogo con otros que gestan desde sus propias geografías esos diferentes mundos posibles que hoy nos saludan.

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