Las comunidades de Finca 9 y 10, Chánguena y Guacimal pertenecen formalmente a la provincia de Puntarenas, la cual fue creada mediante la Ley Nº 56 del 7 de junio de 1909, probablemente con límites decididos desde alguna oficina del Gran Área Metropolitana para efectos generales de la administración pública.
Es la provincia más larga, angosta y fragmentada del país. Si pensamos en la punta de la península de Nicoya, el Parque Nacional Corcovado, San Vito de Coto Brus, las Islas del Golfo de Nicoya, el Golfo de Nicoya y los territorios indígenas alrededor del Térraba, ¿qué encontramos en común si todos son espacios tan distintos?
Puntarenas no es solo sus límites. Tal vez sea mejor comprenderla desde su historia que acontece dentro del clima que rige el litoral del Océano Pacífico y las montañas que le rodean. En su línea larga entre el mar y la tierra, grandes compañías se han asentado gracias a concesiones según efectos generales de la administración pública.
En 1884, The Anglo American Exportation Development Company (donde Minor Keith era accionista) fue de las primeras minas de oro en Guacimal. En 1910, la United Fruit Company (UFCO) fue de las primeras en la Zona Sur que nombró literalmente a Finca 9 y 10, y secó el humedal donde ahora es Finca Chánguena y las demás fincas de Palmar Sur. Ambas empresas recibieron ya conocidas concesiones del Gobierno con grandes cantidades de tierra y agua, donde Minor Keith fue el conocido beneficiado directo de la explotación minera y de monocultivo.
En la década de los cincuenta inicia la revolución verde que promovió altas tasas de productividad y el uso de tecnología que luego en los noventa profundizó el uso de biotecnología (organismos genéticamente modificados, edición genética, genes sintéticos, entre otros). Desde la explotación intensiva del riego, la selección genética de cultivos de alto rendimiento y el uso masivo de herbicidas, pesticidas, fertilizantes y maquinaria pesada se intentó homogeneizar la producción de la mayoría de la población campesina del país, incluida la habitante del litoral Pacífico.
Esto produjo que en la Zona Sur se profundizara la concesión a la UFCO y que en Guacimal aumentara la ganadería; por lo tanto, en ambas zonas, se dio la deforestación. Grandes ganaderos y empresas acapararon gran cantidad de tierra y agua, abandonando (la UFCO a través de un finiquito con el estado costarricense), separando y fragmentado a las poblaciones campesinas de estos territorios, dejándoles en la mayoría de los casos sin tierras propias. No es coincidencia que en Chánguena hayan recuperado tierras, que en Fincas se hayan plantado contra la construcción de un aeropuerto y que en Guacimal detuvieran la construcción de un proyecto de riego.
Las poblaciones que viven en estos territorios reclaman el uso de la tierra y el agua para sus comunidades, para sembrar, para alimentarse, para hidratarse, para vivir. Concepto de comunidad que va más allá de los efectos generales de la administración pública y más allá de los límites, considerando las relaciones socioafectivas que constituyen las comunidades.
Por eso, en el Encuentro Campesino realizado en julio de este año, los temas en común tenían que ver con la producción de sus semillas criollas, el uso del agua, otras formas de siembra, los retos de la comercialización de la producción campesina, las afectaciones de la Tormenta Nate y las estrategias comunitarias para reponerse. A pesar de la fragmentación y en contra de las distancias, las comunidades siguen tejiendo.
Fuentes:
Barrantes, Glendy y Mena, Melisa. (2016). “Río de la Memoria Histórica de Guacimal” Poster Científico en ELEG, Paraguay. Castillo, Antonio. (2006). Industria Minera y Coligallerismo en Abangares: un análisis desde la perspectiva histórica. Revista Herencia Vol. 19 (1): 33-58. Universidad de Costa Rica.
Caeccon, Eliane. (2008). La revolución verde tragedia en dos actos. Ciencias, Vol.1, Núm. 91. Universidad Nacional Autónoma de México.