La “Casa del Pueblo”, la nueva Asamblea Legislativa, se está erigiendo en pleno centro de la Capital de la República de Costa Rica: San José, la otrora “tacita de plata”, nadie puso una valla con el dibujito.
Casi nadie la comenta ni la conoce ni le interesa ni se responsabiliza ni la alaba ni la quiere ni la odia ni la ve ni no la ve ni pregunta por el precio ni le importa quienes la pagamos ni sabe que no tiene ventanas exteriores ni sabe que el Plenario va en el cuarto sótano ni sabe ni le interesa que nos va a costar como 150 millones de dólares, ni ve ni le interesa que el hueco fenomenal, que ya están terminando, corta la montañita de Cuesta de Moras y el agua va a tener que ser sacada por bombas 24 horas al día, ni tampoco le llama la atención que las aguas negras (caquitas) que se produzcan en el fondo del huecote tendrán que ser subidas al nivel de la cloaca todos los días durante unos doscientos años con la plata de todos los ciudadanos.
Existen sin embargo ciertas presuntas ilegalidades de fondo en las contrataciones que son investigadas al presente en el Ministerio Público.
No se habla de que la figura de semejante mamarracho igualitico de pura casualidad a una famosa cárcel de Chicago va a simbolizar a Costa Rica en las postales del mundo entero denigrando nuestra Marca País a extremos jamás imaginados, de que la construcción de esta impresentable obra se haga sin que ninguno de los que la promociona y menos de los que la pagamos sepan porque no han preguntado ¿cómo es la tal obra?
Desde las oficinas en veintiún niveles no se verá el paisaje del todo pues solo tiene unas pocas hendijas en sus enormes muros ciegos que ni siquiera dan a oficinas sino a larguísimos pasillos que las mujeres de limpieza de la Asamblea tendrán que limpiar constantemente cruzando los dedos para no caer en la locura lógica de la claustrofobia desesperante y desesperanzada de saber que trabajarán allí por 20 o 30 años pasando de sótanos ciegos a pasillos casi ciegos con aire artificial alumbrados con fríos leds psicotizantes, al menos los diputados pasan allí 4 años y se van aunque aun así pueda que también les de el terrible síndrome de claustrofobia cuando empiecen a ver que les nacen matitas de frijol por las orejas y narices gracias a la humedad impenitente de esos sótanos.
Ni se diga si hubiera alguna emergencia de cualquier tipo y los zapatos de tacón alto de las diputadas tuvieran que subir cuatro pisos para arriba para escapar de la bomba falsa ¡ojalá falsa! o de algún funcionario enloquecido que no aguantó el ácido y pegó gritos desgañitados diciendo que es el ángel exterminador que va a matar a todas las cucarachas pulgas y ratones con agua bendita si no le prometen que lo van a dejar bañarse en leche de burra dos veces al día o tal vez algún otro tipo de demencia que le agarre a cualquiera.
Y los bomberos tratando de encontrar al desesperado en los largos pasillos tenebrosos y también volviéndose locos en los sórdidos sótanos habitados por gente gris, mas parecida a topos que a personas alegres asoleadas y vivaces del trópico tratando de hacer leyes sensatas para el país amado en un ambiente ya de por sí tóxico.
Lo esbozado hasta aquí me parece que es obsceno e inmoral y me parece peor todavía que en plena campaña política solo mi persona y poquitas personas más estamos conscientes de semejante problema que hemos señalado a los cuatro vientos desde hace tiempo encontrando solamente oídos sordos y ojos ciegos hasta la fecha a pocos días de que alguno gane las elecciones nacionales.