Opinión

Noble Nobel

La entrega del Nobel de la paz siempre me alegra, y no solo por coincidir con mi cumpleaños, sino porque suele reconocer a una persona de bien.

La entrega del Nobel de la paz siempre me alegra, y no solo por coincidir con mi cumpleaños, sino porque suele reconocer a una persona de bien. Cabe acordarse: un tanto contradictoriamente Alfred Nobel hizo su fortuna, ahora parcialmente dedicada a la paz, con la venta de armas y la invención de la dinamita…

Pero, este año, fue gloria la entrega de ese galardón: como quien dice subrayando a través de cara y cruz, una misma vil medalla, la villanía de violación, cometida innumerables veces contra la persona de la activista yazidí Nadia Murad, y la reparadora intervención quirúrgica por parte del congolés Denis Mukwege. Tantas mujeres violadas, tanta voluntad del médico y su equipo…

Y es que, desde que la humanidad es eso, es decir…. algo más que un conjunto de herencia animal sino una lucha-por-un-devenir, desgraciadamente también la violación ha sido –y sigue siendo- un arma de guerra. Era la táctica de los hunos… y los otros, los vándalos, los wisi-godos, los… y un gran etc. Las de mi tierra de Flandes fueron violadas por tropas de Julio César, por los españoles tan católicos del Duque de Alba, por los austríacos, los franceses y los “primos” alemanes… Única “ventaja” genética: así se robustecieron los europeos invasores para invadir con éxito tierras que después llamarían América… Recordemos también episodios de violación masiva de las mujeres alemanas por las tropas soviéticas, victoriosas, entrando en Berlín. Y no pensemos que nos volvimos más civilizados…. ¿qué otra cosa sino salvajada es esa, con esa horda de dizque hombres atacando en grupo -qué valientes- a mujeres en la Argentina de pasados días de este nuevo año… en viejas prácticas bestiales…?

Volviendo nuestra mirada específicamente al cado de la ahora República Democrática del Congo (donde para variar ahora se violan derechos electorales…), la práctica de violación ha seguido, ya no para que se siga acusando a los colonizadores belgas (unos héroes, otros: canallas, como en toda humanidad) en estructuras que siguen esencialmente tribales (y por eso Mobutu se ponía una gorra de leopardo, como jefe de la tribu llamada “Congo”), pues por desgracia ahora entre grupos étnicos y rivales políticos, pero de origen estrictamente endógenos, se ha continuado utilizando la degradación y destrucción física de la mujer, la potencial o real madre, como instrumento bélico.

Por eso (y sin desmedro del valor de la otra ganadora) rindo homenaje al noble ginecólogo Mukwege, parcialmente formado en mi tierra, en un camino de restauración de las pobres víctimas. Aunque puede que el trauma quede en lo sicológico: ¡tan anti-humano debe de ser el impacto de una violación! Va pues, mi simpatía (en sentido original de con-miseración) por el médico en cuestión, pero sobre todo también por las pobres mujeres que forman parte, este año, de ese premio de paz. 

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