Opinión

No solo de pan vive el hombre

Vive de música, de sueños, añorando un futuro mejor y planeando cómo construirlo, vive escribiendo poesía y trazando con líneas un panorama que escapa al infinito.

Vive de música, de sueños, añorando un futuro mejor y planeando cómo construirlo, vive escribiendo poesía y trazando con líneas un panorama que escapa al infinito. Ese cosmos mágico donde el bien y el mal tuvieron quizás, un íntimo y romántico encuentro y la luz y la oscuridad comenzaron a caminar por la creación. Un génesis explosivo teñido de la luz más intensa sobre la oscuridad más densa, donde un Creador indefinible dibuja esferas, dimensiones, mundos, con la fuerza transformadora de su amor y nos posa sobre el Planeta Tierra y en unas coordenadas que definen nuestro país.  El Dios de Moisés, el Dios de nuestros abuelos, acaso nuestro Dios. Un Dios sin religión porque es el amor puro infinito mismo. Un Dios cósmico y atómico sin límites, que se encuentra en todas partes y en todo lugar.

Hablar entonces de ideologías, teología, panteísmo, ateísmo es hablar de divisiones que nos llevan a cuál verdad. ¿A la tuya, a la mía, a la absoluta, a Hegel o a Marx, a Nitszche o a Kant, al socialismo, al capitalismo, o tal vez a  la del Maestro Jesús El Cristo?

Porque quienes tienen un origen común se llaman hermanos, entonces por qué no asumimos con responsabilidad nuestro parentesco. ¿Por qué si en nuestro rostro hay luz y sombra, hay noche y hay día; alegría y tristeza?, ¿por qué solamente por la ética no nos es suficiente para transformamos también, por la fuerza del amor, en mejores personas?  ¿Por qué las diferencias nos siguen dividiendo? ¿Por qué no las tratamos y respetamos solo como particularidades?

Cuestión de religión, de naturaleza humana o quizás de educación. ¿No será que la educación subsume tantos aspectos que se transforma en una forma de amor transformador? Un prisma, un arco iris, un pentagrama, un camino hacia el conocimiento y la verdad que nos hace libres.  Libres de ataduras de cuerpo y alma.

Y si no creemos en el alma, pues entonces en esa parte de tu ser donde radica tu ética que, de tanto pulirse con la risa y el llanto, con la reflexión y el dolor, encuentra la belleza hasta en el silencio y ve la armonía  necesaria, hasta en  las flores al bailar con el viento. Es en ese sitio íntimo, donde reside tu gusto por la melodía y por el sonido que se convierte en luz y color y que nos lleva a un futuro insospechado, a veces, más allá de las nubes y de las corrientes del mar.

¿Es la educación una forma de mejorar la especie humana? ¿Es dotarla de lo mejor de la cultura, para que discierna y se recree, dentro de su libre albedrío, por sus principios, por su amor al prójimo y a sí mismo en su dignidad?

¿Es la educación esencial al ser humano? ¿Recuerda usted algún maestro o maestra, de los que iban a las casas de sus alumnos a conocer -como diría Ortega y Gasset- las circunstancias de sus alumnos, a preguntar y a ver in  situ,  por qué sus alumnos eran como eran y cómo ayudarlos a ser mejores personas? Sí, fueron realmente Maestros, con la connotación esotérica, mística y profesional que el término implica en toda su sonoridad y vibración.

Parece que no solo tenían interiorizada la dialéctica de lo que eran, lo que no eran y la síntesis de lo que debían ser sus alumnos, sino que, también, tenían todo un programa consciencial y mental que automáticamente se desplegaba para  analizar los paradigmas de esas realidades socioeconómicas y emitir recomendaciones prácticas, lógicas, de sentido común y buena fe, para mejorar las condiciones, generalmente adversas a su desarrollo integral, en las que irremediablemente estaban inmersos gran cantidad de sus educandos.

Creo, prima facie, que eso aún se llama Educación y es un proceso intrínseco y esencial al ser humano, que se propaga, desarrolla y fortalece con la sencillez y dignidad de ese perfil de Maestro que dichosamente aún existe en muchos docentes, y que ahora, de forma generalizada, con urgencia, necesita Costa Rica.

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