Opinión

No seremos eternos

He leído con mucho detenimiento el artículo de opinión que publicó el Semanario UNIVERSIDAD este 21 de mayo.

He leído con mucho detenimiento el artículo de opinión que publicó el Semanario UNIVERSIDAD este 21 de mayo. Me refiero a Economía y migraciones: No estamos aquí de gratisdel profesor Lorenzo Ramírez Cardoza. En el artículo se exponen ciertas ideas que son dignas de dedicarle espacios para el debate y la reflexión. Ramírez Cardoza es acertado en exponer el fenómeno de la xenofobia y del racismo, y del aporte del migrante al desarrollo económico y social del país. Sin embargo, cuando la realidad no es vista desde el prisma de la solidaridad, emerge la xenofobia como una marca no generalizada -por dicha- en una sociedad como Costa Rica.

Nosotros, los paisas -como suelen llamarnos comúnmente a los nicaragüenses- hemos tenido la desgracia de padecer dos dictaduras en menos de 40 años: El trío Somoza y la familia Ortega-Murillo. Es por eso que el periodista Stephen Kinzer en su artículo “Dinastías peligrosas” se refirió de Nicaragua como aquella que reclama su título de campeón en tiranías familiares en el hemisferio. La Revolución sandinista no logró terminar ese ciclo de caudillos y redentores de estado, al contrario, arraigó aún más la cultura del populismo, y emergió del polvo de aquella revolución, el lodo de una nueva dictadura.

El problema de las “diferencias” ha sido impuesto desde Managua o San José. El Río San Juan, Isla Calero, la trocha, las demandas en La Haya se nos han vendido como conflictos que tienden a alimentar el odio y la xenofobia. Es difícil creer que como sociedades tengamos diferencias cuando nos une un antecedente precolombino, un mismo conquistador, una misma Acta de Independencia, el personaje de Juan Santamaría en La Batalla de Rivas, entre otras cosas. Me resisto a creer que tantas coincidencias mínimas e importantes en la historia de estas dos naciones tiendan a desaparecer por una supuesta xenofobia o racismo. En el pasado, Costa Rica albergó en su exilio a grandes personajes de nuestro país, desde Rubén Darío hasta Sergio Ramírez Mercado.

Sabemos que nuestra situación política actual es compleja y alarmante. Las consecuencias son irreparables –en el caso de los asesinados-, pero el exilio ha sido para resguardar nuestra vida y libertad. En ninguno de nosotros cabe la idea de arraigarnos de forma permanente en Costa Rica. Sin embargo, hemos buscado el trabajo para comer, tener un techo, vestirnos y esperar el momento ideal para volver a Nicaragua. Ciertamente hay quienes creen que hemos venido a robarles su país o quitarles el trabajo, pero Costa Rica desde tiempos pos-independencia ha sido un espacio de oportunidades para los nicaragüenses. En donde hemos estado, demostramos que podemos trabajar la tierra, la construcción, los hogares, el turismo y toda clase de trabajo digno. Las oportunidades siempre se las han dado a nuestra gente.

Nicaragua es un pueblo que ha logrado defender sus derechos y libertades, a pesar de no tener un Estado de Derecho y donde la institucionalidad democrática es inexistente. La cooptación del Estado ha sido evidente a través de las fases de criminalización por el ejercicio de nuestros derechos. La conciencia cívica despertó para defender siempre nuestros derechos humanos y libertades  fundamentales. Porque donde no existe conciencia por lo que por ley nos pertenece, no hay democracia y permitimos que el estado se encargue de imponer la verdad, nos dicta cómo hablar, cómo pensar, qué y cómo hacer política. Frente a eso hay que opinar, criticar, levantarse para impedir la consolidación de regímenes totalitarios enemigos de la democracia.

Nicaragua es un pueblo agradecido con Costa Rica por su hospitalidad, refugio, oportunidades laborales, por la calidez de su gente y el apoyo que desde su gobierno e instituciones se le ha dado a la población migrante en el contexto actual de Nicaragua. Estamos seguros que la solidaridad y la tolerancia siempre han de triunfar por encima de las expresiones de odio, racismo o xenofobia. Es una deuda impagable la que tenemos con este pueblo que albergó nuestra Centroamérica, que nos ha permitido hacer actos de protestas contra el régimen Ortega-Murillo.

Nosotros, los nicas o paisas, como mejor les guste llamarnos, “gente que solo llamamos patria a la libertad”, a ustedes, pueblo costarricense, les repito aquellas palabras del gran Darío al poeta cartaginés Rafael Ángel Troyo: “su hermosa patria, en la que –no puedo olvidarlo– he pasado horas felices en otro tiempo”.

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