Opinión

No binarismo y posmodernidad

No hay como las noticias de la farándula para hundirse en lo profundo, para filosofar de verdad.

No hay como las noticias de la farándula para hundirse en lo profundo, para filosofar de verdad.

Sam Smith ha sido noticia estos días. Desde su debut en el 2014, el británico  vendió millones de discos y ganó varios premios.  Entre ellos: cuatro Grammy, un Oscar, un Globo de Oro (los dos últimos por el tema de James Bond “Writing’s on The Wall”, de Spectre) y tres Billboard. The Thrill Of It All (2017), su segundo trabajo, debutó en el número uno en el Billboard 200 y también encabezó las listas de éxitos en los Estados Unidos.

Pues bien, el periódico La Nación del 14 de setiembre de este 2019 (tomado del periódico La Nación de Argentina), señala que Smith a través de su cuenta en Instagram, se declara persona “no binaria”. Y pidió que para referirse a su persona se utilicen pronombres neutros. Ni varón ni mujer; ni masculino ni femenino. Algunas personas no se identifican con ningún género, y hay otras cuyo género cambia conforme el tiempo.

La palabra “binario” hizo “chispear” mi cerebro y me condujo, sin yo quererlo, al pensamiento racionalista, a eso que se ha dado en llamar, con bastante equívoco: Filosofía.

El cristianismo arrastró consigo como una peste, a cualquier sitio donde se imponía (e imponerse siempre es a la fuerza), unos fundamentos filosóficos que le eran básicos para sustentar sus dogmas (como el Titanic que requirió del océano para navegar). Ese  fundamento es la filosofía que actualmente se enseña en nuestras universidades. Esa filosofía platónico/metafísica/cristiana del hombre blanco europeo, para mejores señas.

Pero, ¿qué es no ser binario? Las personas no binarias rechazan la concepción de la sexualidad que reduce el género a los rasgos biológicos, es decir, a ser hombre o mujer, y admiten la posibilidad de transitar “zonas grises” entre ese “blanco y negro”. Aunque muchos piensan que se trata de un fenómeno moderno, no lo es en absoluto. Hoy se sabe que las culturas precolombinas, por ejemplo, no se adherían al mismo sistema de géneros que usamos en la actualidad y admitían otras posibilidades. Actualmente, muchas culturas admiten otros géneros además de los binarios. (Periodico La Nacion de Argentina, 13.09.19).

Si fuese por el pensamiento budista, por ejemplo, la teoría del Big Bang no se hubiera “inventado”. Le faltaría esa linealidad del tiempo que facilita el dogma racionalista, esa “idea” de que hay un origen y por supuesto un final y, entre estos, “un sentido”.

Pues bien, todo está dado en el “imaginario” de la razón para que cupiesen dogmas cristianos tales como la creación del mundo del Génesis, la creación según ese mismo texto de “un varón” y “una hembra” (varón y hembra los creó dice el texto), y toda una jungla de conceptos que nos los desayunamos con la naturalidad de quien se come un gallo pinto.

Es por eso que esa intolerancia que muestra el pueblo a la “diversidad sexual” (qué horrible palabra inventaron), a la diversidad de género (ya eso suena mejor), se la debemos a esa filosofía platónico/metafísica/cristiana que se nos ha impuesto (sino me creen lo de esa imposición matriculen un curso de filosofía).

Cualquiera que haya estudiado Física Cuántica sabe de lo que hablo. Pero estudiado en serio. Como quien dice Werner Heisenberg o Niels Bohr.

Wolfgang Pauli reconocía en una ocasión que las discusiones que tenían Einstein y Bohr eran, en el fondo, filosóficas. Ya no se trata de desplazar una teoría física por otra, se trata de los fundamentos que hacen pensar la realidad de un modo y no de otro. Se trata, en fin, de los fundamentos filosóficos sobre los que se erige la ciencia, la “realidad”. Aquí, en este reducido campo de la Física Cuántica, los fundamentos filosóficos racionalistas volaron en mil pedazos. Einstein nunca tuvo el valor de reconocerlo y se condenó al ostracismo (¿quién en materia de Física Cuántica no veía a Einstein como un viejillo caduco?).

La simplonada ha dirigido el mundo. Esa simplonada de la razón donde la “realidad” (si realidad significa algo) se reduce a dualidades. Como un interruptor de electricidad (encendido/apagado). Por supuesto que estamos pagando por ello. Estamos, por ejemplo, arruinando este mundo, siendo que “el mundo es el único destino de la vida” (Agatha Christie, El Cuarto Hombre).

Donde sea que miremos ahí esta la huella de la filosofía racionalista. Sus motivos, sus armas, sus cadáveres incluso.

Hay que reconocerlo: Sam Smith es un postmoderno.

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