Opinión

Mujeriego

Una de las cosas buenas que tienen estos tiempos tan revueltos es, me parece, la tendencia a hacer más preciso el lenguaje por influencia de la tecnología que necesita  llamar al pan, pan y al vino, vino.

Una de las cosas buenas que tienen estos tiempos tan revueltos es, me parece, la tendencia a hacer más preciso el lenguaje por influencia de la tecnología que necesita  llamar al pan, pan y al vino, vino.  Por influencia de las redes sociales  el habla cotidiana se hace más directa. Cambian sentidos y palabras.

Ahora, por ejemplo, se llama acosadores a quienes antes se llamaban mujeriegos, cuyo prestigio de seductores,  coleccionistas de mujeres hermosas, era tan grande que la mujer sin acosar se sentía fea y despreciada. La palmadita en la nalga en el cine de los años 50, considerada  una  travesura masculina respondida con un gracioso y muy femenino bofetón, hoy  merece una acción legal. Algo hemos avanzado gracias a que el feminismo se ha encargado de iluminar los rincones oscuros del patriarcado a la luz de los derechos humanos.

Si las palabras construyen realidad, otro mundo es posible. De manera que cuando entendemos que el mujeriego no es un colibrí  sino un agresor, entendemos también que el piropo, aparentemente intrascendente, inicia un camino que puede ser fatal. La frustración del agresor, cuando la víctima elegida se niega a ceder a su deseo,  se transforma en orgullo herido, en ira ciega, en rabia que aumenta su sed de dominio y puede conducir al femicidio. Piropo, manoseo, amenazas, violación, son las etapas por las que pasan  las víctimas  cuando, aterrorizadas, conscientes del peligro, se ven obligadas a ceder para no perder la vida.

Dice Hannah Arendt que cuando el poder es débil necesita afirmarse en la violencia, y la violencia necesita un instrumento. Pero el violador no necesita ni siquiera un cuchillo porque va armado con su falo convertido en punzo cortante. Esta es el arma de los machos  inseguros a los que basta su sola rabia para someter un cuerpo ajeno. Abuso de la fuerza bruta contra la debilidad, acción violenta de  extrema cobardía.

Estos hombres, de alguna manera psicóticos, no son seductores; son asesinos potenciales, y eso es lo que alguien debería explicar a nuestro lamentable galán sin ventura, mujeriego y premio nobel.

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