Opinión

Mujeres y niñas autistas: ¿invisibles o invencibles?

Nos encontramos en pleno siglo XXI y podría creerse que los logros alcanzados en relación con los derechos humanos son suficientes

Nos encontramos en pleno siglo XXI y podría creerse que los logros alcanzados en relación con los derechos humanos son suficientes; sin embargo, todavía no se resuelven ciertas circunstancias. En el caso de la mujer, sus derechos continúan siendo violentados a pesar de su proclamación en una gran mayoría de países, de las innumerables declaraciones y de los variados documentos realizados por organismos internacionales.

Día tras día se discute respecto al trato igualitario que deben recibir las mujeres, independientemente del espacio o contexto en el que estas se encuentren; no obstante, es sabido que esto no suele suceder.

Lamentablemente, un ejemplo sobre lo mencionado es la solapada inequidad que se presenta cuando se brinda un diagnóstico del trastorno del espectro autista (TEA). Recordemos que este trastorno se caracteriza por un déficit  en el desarrollo del proceso de socialización (interacción y comunicación social), junto con un modelo limitado de conductas e intereses.

En la actualidad, este tipo de trastorno se divide en tres niveles según el DSM IV (Diagnostic and statistical manual of mental disorders, AAP), los cuales son: necesita ayuda, necesita ayuda notable y necesita ayuda muy notable. La problemática se presenta cuando se tiene que dar un diagnóstico a mujeres ubicadas en el primer nivel.

Existen estudios que afirman que la mujer puede “camuflar” síntomas y, así, modificar diversos patrones de comportamiento. Por ejemplo, una niña valora cómo se comportan otras niñas e imita ciertas conductas para ser socialmente aceptada. Sin embargo, esto no quiere decir que ese comportamiento sea innato; por el contrario, es simulado. También muchas características del espectro autista pueden verse como “admisibles¨ en una niña, dado que así se “comportan” las mujeres.

Carmen Mora Vicente, vicepresidenta de Asperger Sevilla, afirmó que los estudios clínicos en los que hasta ahora se han basado los criterios diagnósticos utilizados han sido los elaborados por Hans Asperger, quien había sometido a su investigación a seis chicos, pero a ninguna chica.

Por ello, es innegable que la cultura juega un rol fundamental y, a su vez, favorecedor para la desigualdad, al reglamentar los comportamientos para un hombre o para una mujer. Se me hace inaceptable ver cómo continuamente cientos de mujeres y niñas son autistas y no son diagnosticadas, o, lo que es peor, reciben otro diagnóstico, pues se considera que ellas deben contar con ciertas características conductuales, las cuales son puntuales y evidentes, para lograr un diagnóstico certero. Entonces, me pregunto: ¿será la forma en que se construyeron los criterios diagnósticos la que permite que se dé un sesgo relacionado con el género?

Al no realizar un diagnóstico correcto, se produce una seria lesión irreparable en la vida de la mujer, pues el sentirse incomprendida, sentir una angustia constante, considerar que las cosas no van bien y no contar con las herramientas necesarias para mejorar su condición colocan a miles de mujeres o niñas en una situación de clara desventaja y vulnerabilidad, dificultándoles el gozar a plenitud de muchos de sus derechos, al ser “invisibilizadas” en la sociedad.

La culpa no se encuentra en la persona que da el diagnóstico; la responsabilidad actual es de los criterios que se utilizan para ello, por lo que deben modificarse. Pero se me hace más importante aún evidenciar lo acaecido, y continuar en la lucha  para que desaparezca esta condición de desigualdad. Sencillamente, lo justo es identificar un padecimiento, indiferentemente del género.

Expreso una profunda admiración por aquellas mujeres que, a pesar de las dificultades existentes en relación con un diagnóstico equivocado, tardío o inexistente, continúan adelante, se esfuerzan y luchan por ser mejores. Son invencibles, sobrevivientes de una sociedad todavía excluyente; mujeres que se resisten a ser invisibles.

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