Opinión

El mueble colonial en Costa Rica como elemento distintivo de clase

Uno de los más graves errores de nuestra educación y cultura, formación ciudadana y cívica, es ocultar la marcada división de clases

Uno de los más graves errores de nuestra educación y cultura, formación ciudadana y cívica, es ocultar la marcada división de clases y riqueza de que ha hecho ostentación y usufructo la élite de poder costarricense desde su advenimiento con la conquista, asentamiento voluntario y colonia como provincia de España, hasta el 29 de octubre de 1821, cuando se dio la ruptura propia, bajo el lema de independencia y libertad. Así quedó establecido en la primera constitución política del país el 1° de diciembre de 1821.

Los privilegios económicos y división de clase social y poder político se dieron desde la repartición de tierras y entrega de esclavos aborígenes a los conquistadores, al noble y militar lo suyo en grande, al soldado colono de a pie, de acuerdo con su significancia dentro del esquema de la empresa de conquista.

Tierra, casa, comercio, muebles, enseres y ajuares forman parte de medios materiales prácticos para construir y mostrar el núcleo de familia y la importancia en la sociedad de su época. Nadie quiere escapar a su condición de clase cuando se reciben, se tienen, se ejercitan y se heredan privilegios, pues con ellos vienen aparejados el bálsamo del poder y su ejercicio cotidiano. El que tiene, tiene. El que puede, puede. Y los demás.

En el asunto de la casa como lugar que reúne la idea de personas, nos ocupa los muebles, considerando los enseres y “ajuares” como objetos de distinto uso, importancia, tamaño y calidad que van ligados al desarrollo de cada núcleo familiar y su potencial de presencia y poder en la comunidad.

El que llegó y se impuso fue el español. Con su dominio introdujo su concepto de mueble y utensilio, desplazando casi por completo al olvido consciente, a los objetos de uso similar provenientes de las etnias masacradas y esclavizadas, moradores y creadores de una cultura distinta a la europea. Fueron pocos los elementos que integraron, inicialmente por economía de recursos porque no podían importar, como hamacas, alfarería, metates de piedra, entre lo más destacado. Pero apenas podía, lo cambiaba por lo español y europeo.

El mobiliario universal y local es preciso para satisfacer las necesidades básicas del ser humano. Lo había en las culturas precolombinas y lo hubo de manera similar en el periodo colonial, donde cada uno respondía al tiempo y espacio de su cultura, contexto evolutivo de rito y costumbre social, uso y utilidad.

Guardar – almacenar. El lugar donde se guardan objetos y pertenencias varias corresponde a una caja o baúl. Las tinajas o alfarería simple y cerámica más compleja, para semillas y otro tipo de alimentos, de donde deviene el armario.

Sentarse – actividad. Generalmente un tipo de taburete sencillo, que con respaldo llegó a silla y un estilo importado conocido como “silla frailero”, se le suma la tabla con patas, muy rústico, para que haga las veces de banca, sin decoración, luego vendrá la banca con respaldar lisa y la que se apoyó en decoración con motivos de talla copiada de España con sus influencias europeas.

Mesa – comer. El tradicional tablero, sobrio, con cuatro patas, con peinazo abajo en las cuatro partes, para darle consistencia. Luego se agregó como escritorio (tablero de trabajo) para labores de gobierno y comercio.

Cama – descansar. Muy sencilla, respaldar elemental, con base de cuero donde recostar el cuerpo. Es la de dormir en la noche y tabla tradicional de multiplicar la población. Ocasionalmente se agrega la hamaca con la función de retozar en el día.

¿Democratiza en la colonia el mobiliario señalado? No. Cada uno tiene lo que se puede permitir, o lo que adquiere como pretensión de comodidad, ceremonia y compromisos sociales, si los había.

De la arqueología colonial –salvo las referencias del testimonio literario– lo difícil es conseguir evidencia física directa, considerando que lo del más pobre es muy elemental y no resiste la acción y la pátina del tiempo, casi que se autoelimina, como lo perteneciente a la masa campesina, obrera, artesanal y esclava.

El signo del mueble durante el periodo colonial en Costa Rica, mantiene su carácter de clase social, política, económica y atributos de cultura hegemónica de una élite dominante y poderosa, cuyas ramas se extendieron a futuro.

 

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