Objetivo de Desarrollo Sostenible 1: Fin de la pobreza
La pobreza tiene muchas caras, por eso es tan difícil erradicarla. El Informe del Estado de la Nación (2018) indica que la pobreza tiene veinte años de afectar a uno de cada cinco hogares de Costa Rica.
El principal problema es que en los últimos veinte años la sociedad y los gobiernos de turno han ignorado la pobreza y han optado por lo más fácil: apartar la mirada aunque de todos modos se pueda oler y escuchar.
El efecto que tiene la pobreza se puede apreciar al caminar por las calles de San José, vergonzosamente más detallada en la cara de las personas que viven en la calle, bajo techos de cielo y paredes de muros olvidados con camas de cartón reciclado. Mientras todos caminamos hacia el trabajo, los mandados, o hacia los centros educativos, ellos se hunden cada día más, como si fueran aplastados por nuestros zapatos en calles de barro. Al fin y al cabo pensamos que no nos concierne, que no los conocemos y que tal vez están ahí por sus propias decisiones, que abandonaron a su dios y por eso viven en la calle con las palomas y animales salvajes de la ciudad.
Pero esa no es la cara de la pobreza que yo conozco, por eso no puedo decir nada más, aunque sí he conocido las muecas del hambre que provoca la pobreza, contra la cual luchaba con la ayuda de guineos, plátanos y el resto de la familia de las musáceas, los mangos de mayo, los jocotes y la miel que mi abuelito le cobra a las abejas por el hospedaje. La lucha contra el hambre fue constante pero nunca me venció, y, por las maravillas del campo y la naturaleza, siempre había algo que comer. Aunque de niño yo quería escapar de la mirada de la pobreza, su reflejo siguió en el espejo hasta que tuve la oportunidad de estudiar y viajar al extranjero.
Con estudios y oportunidades se puede limpiar la máscara de la pobreza y el hambre. Sí se puede quitar, urge quitar esas máscaras, antes de que se conviertan en rostros permanentes de la tristeza y la desnutrición. Es imperativo que la sociedad no agache la mirada por vergüenza, culpa o, peor aún, por indiferencia; aunque para algunos sea difícil, hay que mirarla y erradicarla. Hoy este es un Objetivo de Desarrollo Sostenible planteado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y nuestro país se ha comprometido con ese afán. Este no es solo responsabilidad de un gobierno, todos nosotros nos hemos comprometido a alcanzar el fin de la pobreza.
Para esto, sin duda, la educación y las oportunidades son un gran aliado. Como dice un dicho: dale un pescado al pobre y comerá por un día, enseñale a pescar y comerá para toda la vida. A mí, por ejemplo, me enseñaron a estudiar y a pescar sueños y eso me ha alimentado hasta el día de hoy. Los sueños proporcionan la energía vital para nuestro espíritu tal como el arroz y los frijoles nos dan energía para el cuerpo y la educación el poder para la mente.
Nuestro país es único, y afortunados somos de nacer en esta tierra maravillosa donde lo que sembramos pega y crece, porque hay mucho sol y mucha lluvia. Así que sembremos sueños, compartamos nuestros estudios y nuestro conocimiento con los pobres para que ellos puedan pescar, sembrar o por lo menos decidir cómo quieren alimentarse.
Pero erradicar la pobreza así como los otros ODS solo se puede lograr conjuntando solidariamente los esfuerzos. Los invito a mirar la pobreza a los ojos, no se nos va a pegar, no es una enfermedad, sino la expresión de la desigualdad de oportunidades. No se contagia, tiene arreglo y se puede prevenir: invirtiendo en educación y aprovechando el potencial de aquello con lo que ya se cuenta, tal como indica claramente en sus distintas ediciones el Informe Estado de la Educación (2018), es posible poner fin a la pobreza y a todas sus manifestaciones.