Opinión

¿Minusválidos o “superhumanos”?

La naturaleza no es rencorosa, aquien por azar le resta, le ofrece también la oportunidad de sumar hasta igualar o tener más de la cuenta

La naturaleza no es rencorosa, a quien por azar le resta, le ofrece también la oportunidad de sumar hasta igualar o tener más de la cuenta.

Observando lo que hacen o han hecho muchos “minusválidos” que son o han sido ejemplo universal, es difícil concluir si se trata de minusválidos o de “superhumanos”.

Sustituir la vista con una inteligencia prodigiosa; miembros faltantes o inhábiles con extraordinarias aptitudes deportivas; el oído con un singular talento para las artes musicales; la postración parapléjica con una capacidad científica casi sobrenatural, o deficiencias mentales con actitudes y expresiones que desbordan tanto amor y bondad, que inspiran y hacen pensar que en el mundo puede quedar algo bueno, son algunos ejemplos de los “cambios” que parecen ser un premio de la naturaleza a la decisión, constancia, seguridad y amor de estas personas.

En general, las personas con alguna discapacidad, poseen  “mágicos recursos” y aptitudes para convertirse en ejemplos vivos para el resto. Es un grupo con valores originarios de perseverancia en fijación y alcance de metas. Un grupo de muy elevada autoestima, reacio siempre a ser visto como carga social. Un grupo, en fin, no solo renuente a participar en actos antisociales, sino muy proclive a la solidaridad y ayuda mutua con sus semejantes, compasión hacia otras especies y amor por la naturaleza.

¡En una época caracterizada por la proliferación de lacras sociales constituidas por políticos y maleantes de toda calaña, los grupos de minusválidos, por sus características, constituyen, en contraste, la población más dedicada, noble y en general la más confiable!

Pero ese juego de la naturaleza para formar ejemplos que superen su condición de discapacidad, casi siempre depende de las condiciones y circunstancias en que nacen y se desarrollan, entre las que se cuentan, su apoyo familiar y social, aspectos socioeconómicos, y todo lo que su medio les pueda ofrecer o negar.  Por ejemplo, mientras en otras latitudes una persona en silla de ruedas se puede desplazar sola y sin peligro por casi cualquier parte de las ciudades y organizar su vida con mínimas dependencias, lo que redunda en satisfacción, estímulo propio y bien social, no es imaginable cómo puedan hacerlo en nuestras calles, aceras, buses… Es decir, el aporte de las condiciones adecuadas por parte del Estado y del resto de la sociedad es obligatorio para que se produzcan esos “milagros”. Aquí se llegó al extremo de que los ciegos debieron interponer un recurso ante la Corte, porque los taxistas se negaban a transportarlos con su perro.

En todos los medios se habla de las personas discapacitadas; de sus ejemplos, entereza y espíritu de lucha; pero mucho de lo que se pregona no es otra cosa que conmiseración disfrazada de atención, que es lo que menos necesitan; o son intenciones que quedan en el papel o en el aire. La realidad es que algo se ha avanzado, pero mucho más lo que queda por corregir y por hacer. A estos grupos se integra una población cada vez mayor de ancianos con dificultades físicas y mentales.

Debemos decir que de parte del Estado y de la comunidad, esas personas no han recibido la atención que merecen para mejorar su existencia. ¡Y no es subdesarrollo ni pobreza sino falta de solidaridad y apoyo mutuo! Aceras destruidas, bloqueadas o inexistentes; transportes sin las debidas instalaciones o comodidades; terrible inseguridad, vejaciones y atracos; estigmatizaciones o discriminaciones laborales, falta de centros de capacitación y adiestramiento, y un sinfín de rechazos o exclusiones, conscientes o no, por nombrar un par de ejemplos, colocan a nuestras sociedades muy por debajo, de otras más solidarias, en donde estos grupos tienen absoluta prioridad en la satisfacción de sus necesidades elementales.

 

¡Estas personas dedican

su tiempo de cada día,

su moral y su energía

en lograr su integración;

por eso en su corazón

siempre hay amor y alegría!

 

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