La costumbre como fuente integradora del derecho electoral es de vieja data en nuestro sistema, a juzgar por lo estipulado en el artículo 3 del Código Electoral.
La normativa electoral promulgada por la administración de Teodoro Picado (1944-1948), si bien no acabó el viejo régimen representativo, tuvo la virtud de precipitar la revuelta armada de 1948 que “modernizó” la Constitución Política de 1949.
Desde entonces se han celebrado 60 procesos electorales dentro de lo que los entendidos denominan voto libre e informado.
Concomitantemente, el artículo 49 del Código Electoral, por ejemplo, deja en los partidos políticos el “pluralismo” y “los “instrumentos fundamentales” de la participación política.
Así, el TSE termina “secuestrado” en la práctica por los partidos políticos, que lo mantienen sumamente ocupado en actividades, muchas de ellas burocráticas, reconociendo, eso sí, que a pesar de ello el alto Tribunal ha sabido garantizar un sistema comicial confiable.
Ordenan al TSE convocar a elecciones, nombrar miembros de las Juntas Electorales, interpretar en forma exclusiva las disposiciones constitucionales y legales en materia electoral.
Asimismo, que conozca apelaciones que dicten el Registro Civil y las Juntas Electorales, que investigue y se pronuncie con respecto a denuncias por parcialidad política de funcionarios públicos en el ejercicio de sus cargos.
Debe dictar a la Fuerza Pública las medidas pertinentes para que los procesos electorales se desarrollen en condiciones de garantías y libertad irrestrictas, efectuar el escrutinio definitivo de los sufragios y hacer las declaratorias de Presidente y Vicepresidentes de la República, Diputados a la Asamblea Legislativa, Regidores y Síndicos de las Municipalidades y representantes a las Asambleas Constituyentes. Llama, además, a informarnos para sufragar, lo cual me parece es un acierto, porque con ello descubrimos cuánto valemos para los amos del “pluralismo” y si, cien años de democracia, van conforme a nuestras necesidades y tiempos modernos.
En el pasado, me informaron otros y no me informé, me dieron gato por liebre, pues se me ofreció un “Nuevo Amanecer”, “Usted al poder” “Desarrollo con justicia social”, “Sí se puede”, “Firmeza y honestidad ”…; sin embargo, sigo esperando con paciencia franciscana tales amaneceres, empoderamiento ciudadano, desarrollo con justicia social, firmeza y honestidad, entre otros.
Esto ya pasó, me dijo un colega que considera que su partido debería tener libertad de financiamiento para promover la democracia como él la entiende, cuando le cuestioné, solo para obligarlo a argumentar con astucia, que pasaría si tu partido gana los comicios y me incumple promesas. ¿Cómo hago para que me cumpla?
La repuesta fue cajonera: Dentro de cuatro años se cambia el elegido. Lo cierto es que la Sala Constitucional me remitirá al TSE si reclamo mis derechos difusos como ciudadano engañado y este seguramente me dirá que carece de normativa especial para resolver mis reclamos. Y es que no hay un mecanismo en nuestro ordenamiento, que no sea el disgusto íntimo, para exigirle al ganador de las elecciones me cumpla lo escrito en su programa.
Los depositarios del “pluralismo” se han garantizado, sea por costumbre, sea por ley, que están liberados de cumplir sus compromisos hechos ante la ciudadanía. Un diputado, por ejemplo, puede llegar a la Asamblea Legislativa a traficar influencias o pasar cuatro años sin hablar, que quien lo eligió tiene que aguantárselo. Y punto.
Ignoro si este bache fue adrede u olvido, lo cierto es que los ciudadanos van comprendiendo que la democracia no son solo comicios, discursos, debates televisados y derroches de recursos financieros cada cuatro años. No hay modo de hacer cumplir al ganador, a pesar de que pasemos pegados a la tevé esperando sus discursos. Voto informado, para mí, consecuentemente, es más que poses y discursos; mi sufragio es más que una equis. Es garantía que se me cumplirá y cómo se me cumplirá.
En las elecciones de 2014, rico en arroces con mango por la televisión y derroche de propaganda como nunca había visto, un tercio del padrón electoral (33,2%) no participó en los comicios. Este porcentaje es el cuarto más alto en 61 años, lo dice el Vigésimo Informe de la Nación en Desarrollo Humano Sostenible; Análisis Electoral y Partidos Políticos en Costa Rica. ¡Soy voto informado!