Opinión

Mi análisis desde el margen (PLN)

El propio domingo de las primarias del PLN, me atreví a soñar. Y no con poca ironía, me permití alentar a otros a soñar conmigo: ¿y qué tal, si no gana Figueres? —espeté lacónicamente y me lancé al hoyo negro de las redes sociales—. ¿Cómo se vería de bonito un pueblo que por fin despierta y alecciona a su clase política con un claro: “No queremos más de lo mismo ni a los mismos”? Sin descontar, mi aún más contundente sentencia: “O cambian o los cambiamos”, escribí en ese tirano de la brevedad, que es Twitter, con el que sostengo una tóxica relación de amor/odio y clara conveniencia. 

Paralelamente, en Facebook —que también tortura con esa dictadura de la brevedad en que se han erigido las redes sociales— me permití otro tanto; aclarando, eso sí, y desde el título, que: “Se vale soñar”.

Y de ahí en adelante, lo que vertí, puede ser cualquier cosa, menos análisis político. Así lo preconcebí, obviamente, sin números de “boca de urna” ni florituras conceptuales. Y así lo soñé, no sin la ironía que defiendo siempre como un arma blanca formidable, si se sabe aplicar en dosis comedidas, a la política caricaturesca que nos agobia.

Y dije: “Aprendan que la patria está por encima de sus intereses de pulpería”. ¿Alguien en desacuerdo?
Sumando con no menor énfasis: “Los tiempos cambiaron y nosotros también (…) aprendan a escuchar y respetar al pueblo al que le piden el voto y algo más: esa credibilidad que perdieron hace rato”.

Concluyendo mi momento de ensoñación —que por lo demás bien pude haber escrito desde la hectárea hidropónica de Rolando Araya, en las cálidas y carísimas montañas de Santa Ana— que “don Pepe, Liberación y otros símbolos, para la inmensa mayoría de gente más joven, informada y crítica, no significan nada. ¡Absolutamente nada!”.
¿O qué me van a decir? Acaso: ¿En este país la cansina “restricción” alcanza ahora hasta los sueños? ¿Será por eso —en parte— que el grupo “Esperanza” quedó de último entre las cinco opciones verdiblancas? Porque aquí, ya ni tener esperanzas se vale. Y quizás por eso somos cada vez más pragmáticos y rudimentarios. Tanto que ya ni soñamos y solo análisis duros nos son permitidos antes de que las hienas nos brinquen encima.

¡Déjennos soñar!, que hay tiempo para todo. Como ahora es momento de análisis. Ahora sí: reposado, directo y honesto. Desaprendido y en lo que se puede: objetivo. Que es como nos “rinde”.

El triunfo de Figueres. He notado mucha mezquindad. Que Figueres ganó con poquísimos votos en relación al padrón general. Que sus contrincantes no son de su liga. Que aquí y que allá.

Eso no va. Ganó y ganó bien. Con amplio margen y teniendo mucha historia en contra. Logró colar el más irracional de todos los discursos en política: “el pasado de un político no importa”. Cuando la verdad es que: “eso es lo que más importa”. Y con cinismo total cabalgó sobre los restantes candidatos que se cuidaron de atacarlo poco y, siempre, pero siempre, con guantes. Apenas como para no cerrar(se) la puerta por dentro, ante futuros nombramientos en un gabinete. O, incluso, listas diputadiles.
En fin, que el cinismo y el pragmatismo van de la mano y sirven de montura al caballo viejo de la política tradicional más rancia y descoyuntada.
Pero de que ganó, ganó. Y lo que sí no sé es si felicitarlo o culparlo. Eso lo sabrán los liberacionistas cuando los hunda o los resucite. Allá ellos. Siendo que, en realidad, no han ganado nada más que el tiquete para ir a la batalla con el caballo más renco de todos. De paso, también, el menos acorazado y más lleno de goteras por donde, si los contrincantes —o nosotros los críticos tenaces y sin bandera (de pendejos o de partidos) — saben filtrar luz, podremos todos, como votantes, ver muchas penurias y hasta algunas sorpresas tan desagradables como insospechadas. Para eso hay tiempo y falta lo mejor/peor.

En fin, que los Figueres nunca se cansarán de ser una caja de sorpresas. Un clan político y de negocios. O de negocios y política. Que, en su caso, el orden de los factores no altera el producto. Igual navegan las aguas turbias de lo nacional como se adaptan y migran, colándose en la flora y fauna de lo internacional. Igual pueden abjurar del partido que fundó su padre en el fragor de la batalla, para plegarse al PAC como Mariano, Cristiana y el mismísimo José María, hicieron sin empacho ni frenos, hasta hace unos meses, como pueden jurarse ecólogos desde el trampolín verde. Al fin y al cabo, la sabiduría para sobrevivir se transmite de generación en generación, desde tiempos inmemoriales. En eso también son algo ordinarios.

Pero, cabe decir más y preguntarse: si el hijo pródigo del Benemérito don Pepe ganó, ergo: ¿los otros cuatro perdieron? Claramente no. Rotundamente no. En fin: ¡no!
Vamos por orden de mérito: ¡Araya resucitó! Increíble pero cierto. Y sea desde su humor de abuelito despistado al que no le importa nada porque va de salida y no tiene ya nada que perder, o bien desde sus ideas a contramarcha —edulcoradas siempre con un tono profesoral—, lo cierto es que Rolando, el hermano de Jhonny y con no pocas ascendencias que mencionar, se permitió hablar de la ética también y mandó a leer más sobre el potente cáñamo, a reabrir la caja de Pandora de la explotación minera y hasta a estudiar las curas milagrosas contra el COVID. Pero más aún, dijo que él era quien podía motivar a este pueblo desmotivado. Hablarles a los jóvenes y reactivar la economía para los que sí tenemos oficio conocido y la pulseamos.

En fin, sea como sea, se coló sin mucha estructura ni mayor pretensión, hasta un muy honroso segundo lugar, en el atardecer de su vida y como una linda despedida para él y su clan, también acostumbrado inmemorialmente tanto a la política como a los negocios. Y a la inversa. Y viceversa. Y transversalmente. Y bueno…
Pero a Araya le faltó, tanto como a Alpízar, la hidalguía del acuerdo. La fortaleza de la unión. Que al final no se alejaban tanto en propuestas, ni tampoco en formas. Y grosso modo, pretendían ser la alternativa a los tradicionales, que eran un expresidente, un exalcalde y diputado, y un exministro y diputado apoyado por los expresidentes que detestan a Figueres más que lo que lo quieren a él. En fin, Araya y Alpízar eran “la Contra” del establishment o statu quo.
Y en eso Figueres también los superó al sumar a varios pretendientes que dieron la impresión de reconocerle algo que ellos mismos no tenían: grandeza. Y, sobre todo, posibilidades.
Bueno, los claros perdedores, a quienes ni siquiera en sus provincias de origen quisieron mucho que digamos, son Benavides y Thompson. A quienes carísima les salió la cuenta por sentarse a cenar a la diestra de Alvarado, Solís y Salom. O de Garnier, Piza, Camacho y Aguilar —deberíamos decir— quienes realmente movieron “los hilos” estos últimos años, desde Zapote, con esos dos diputados, como ventrílocuos de una falsaria oposición.

Ambos diputados quedaron reducidos a los despojos de su sesgo antisindical y antipúblico, su recalcitrante ceguera social y su impotable patrocinio de los que ya de por sí, estaban bien, y gracias a ellos están hoy aún mejor.
Thompson se defendió un poco, y de ahí su repunte hasta el tercer lugar, apelando al discurso más tóxico que pueda usar un político, al mejor estilo de Carlos o Fabricio: la política de la identidad. De ahí, que es previsible, que los progres más flexibles se la hayan comprado y le hayan sumado unos puntitos para un placebo tercer lugar.

Veremos, eso sí, en días o semanas, a Thompson y a Benavides, raudos, adhiriéndosele a Figueres. “Poderoso caballero es un huesito” —reza el dicho—. ¿O así no era?
A la “Doble A” (de Araya y Alpízar) ese contorsionismo no les luciría. Menos aún si todo fue, realmente, sin miedo ni permiso.
Si Alpízar termina en los regazos de Figueres, habré de decir: “tanto nadar para venir a morir en la orilla”. O lo que es lo mismo, pero no es igual: tanta teoría para rendirse al pragmatismo. Tanto estudio para venir a olvidarse selectivamente de la historia. Confío en que no sea así y que alguien le diga que las carreras políticas duraderas se construyen despacio y, sobre todo, con buena ortografía histórica. Que de contorsionistas y saltimbanquis ya hay mucho. Que aquí lo que cabe es diferenciarse, y a veces: esperar.
Atisbos. Pero dejando el reparto —o los protagonistas— de lado, tratemos de ver qué más podemos leer de este guión verde limón (la rima es intencional y no mero descuido cacofónico). Y leamos entre líneas lo que podrían ser atisbos, si asomamos bien.

Primero. Las redes sociales casi no incidieron. Aquí el voto que se movilizó, aguantando filas y restricción, fue, primordial y mayoritariamente, el liberacionista duro; por tanto, el voto más tradicional. De ahí que el figuerismo sí contara, hasta imponerse. Las redes se decantaron por el voto útil que encumbró, hasta un insípido pero honroso segundo lugar, a otro tradicional: el sempiterno aspirante (Araya).

Las redes sirvieron de poco a un elocuente Alpízar. Posiblemente, después de Figueres, el más activo comunicador de la contienda.
Y aún menos, nos sirvieron a los que sugerimos votar en contra de Figueres para ir limpiando el charral que nos espera en la próxima campaña nacional.

En fin, nada que no supiéramos. Que las redes sociales son puro espejismo. Pistas dispares de una realidad aún más dispar. Caos y subjetividad. Desorden.

Y que salvo el PAC, los demás —al menos hasta ahora— no han aprendido a orquestar —léase: manipular— las redes sociales y concretar sentidos desde la comunicación política y la utilísima minería de datos.

Segundo. #NOMASPAC pareciera ser el “canto general” —con el perdón del poeta—. Y sea como sea, vinieran de donde vinieran, propios (liberacionistas) y extraños (tránsfugas o ciudadanía activa), acudieron por sentido de sobrevivencia y con descarnado hartazgo, a estas primarias. Al punto de considerar a un Figueres repitente y cínico contumaz: que se atrevió en debate televisado a preguntar a sus contrincantes sobre la corrupción. ¿Cómo la ven? (*Confieso que primero me reí mucho. Después sí me preocupé).

Summa sumarum, el fantasma presente en esas internas fue ese #PACNUNCAMAS. Que venga lo que sea. Pero que se vaya esto. ¡Basta ya!, parecieran gritar esos votos.

Eso es peligroso, muy peligroso. Más con un José María y un tal Fabricio al acecho. Sin descontar otros experimentos posibles, claro está.
Tercero. La prensa bendita es el otro elefante blanco que deberíamos colorear con fosforescente. Desde la viral entrevista a un Alpízar enredado en sus mecates preconcebidos, por una periodista indignada desde su feminismo histriónico, hasta los exabruptos cannábicos de Araya, pasando por la siempre tamaleada “entrevista” Figueres/Santos, quedó en claro que, a la televisión, le bastan segundos para destruir un candidato con la mano izquierda, mientras, con la derecha, encumbran otro (el que ellos quieren o el que le conviene a sus dueños, socios y cómplices, así sea por inocuo; como Abel, Laura, Luis Guillermo o Carlos).

Pero, además, que valiéndose de la insana política identitaria —como versión moderna del muy añejo “divide y vencerás” —, estamos a las puertas de un proceso electoral muy parecido al de hace cuatro años. Donde entre feminismos malentendidos, diversidades sexuales a la moda y cultos inculturizantes, nos encerraron como caballos de carretón, entre falsos dilemas y callejones sin salida. En fin, entre mediocres confesos y argumentos pueriles. En pocas palabras: entre subjetividades en falsa disputa.

Mientras la prensa apunte al hígado y al corazón, en vez de a las parietales, negándose a sí misma y, aún más importante, negándole al país una conciencia superior, seguiremos entrampados entre campañas insulsas y ciudanías incultas.
Finalmente (cuarto), paren esa manía de hacer afirmaciones categóricas: que Figueres ya es Presidente. Sean más serios. Dejen de repetir como loritas o foquitas posesas: que no hay más por quien votar. Que es que Figueres es el único con experiencia.

Toca esperar. El PLN “mañaneo tempranito” y nada más.

¿Pero cómo decir que el menú es malo, si los cocineros apenas nos apuntaron el primer plato?
¿Esos que hoy tanto se apresuran a extrapolar una simple interna hasta una compleja nacional, no alcanzan a pensar que, más allá de los molinos tradicionales del PAC, PLN, PUSC y cristianos, en cualquiera de sus presentaciones comerciales —eh perdón, electorales—, van a surgir algunos outsiders, y entre ellos podría estar, muy posiblemente, el próximo presidente de la República? ¿Qué no solo Figueres tiene experiencia internacional? ¿Qué la experiencia sirve no solo para lo bueno? ¿Qué hay muchos mejor preparados y sin semejante rabo? ¿Que somos más los que no nos hemos querido ensuciar con la política?

Pero quedo hasta aquí, porque, quizás, estoy empezando a soñar otra vez.

Y a los que hayan podido quedar insatisfechos en su “numeritis aguditis” porque reducen su análisis político a sacar su inclinada calculara para llevar y traer números, lamento decirles que: no los sigo.
A esos espejismos chatos sí que no me apunto. Los números de ayer obedecen a una coyuntura (restricciones PAC/COVID, cinco precandidatos, incapacidad de todas las tendencias excepto la de Figueres, de apostar miembros de mesa, etc.), y esa coyuntura ya pasó. Imposible extrapolarla a nivel nacional.

Así que a hacer borrón y cuenta nueva. A esperar qué proponen, no tanto los otros partidos políticos, sino los movimientos políticos que se vienen gestando. Y de eso, ahí sí, algo sé.

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