Opinión

Mi amigo humanista

Adiós, Mario: no he visto esquela a tu nombre. Pero mejor, por voluntad tuya además: el valor de la gente no se mide por

Adiós, Mario: no he visto esquela a tu nombre. Pero mejor, por voluntad tuya además: el valor de la gente no se mide por cantidad de avisos de esos, para figurar, por una funeraria o por diversas empresas. ¡Mario Zaragoza Aguado! Eres el último de una generación de humanistas que admiré: entre locales como, Marco Tulio Salazar, Isaac Azofeifa; otros, extranjeros, como Dante Polimeni y Constantino Láscaris.

Me escribe don Yehudi Monestel: “Recuerdo siempre al hombre que llegó a Costa Rica como periodista, que me ayudó con el movimiento de la vivienda en marcha en La Prensa Libre. También fue fundador del Club de Montañeros de Costa Rica (…). También Mario era Académico de Genealogía y profesor de la Universidad de Costa Rica, al mismo tiempo que desempeñó un cargo especial como diplomático en la Embajada de España.” Si, don Yehudi, “muchas cosas más fue Mario Zaragoza.” Y eso que usted no menciona, por ejemplo, su labor en el Instituto de Cultura Hispánica, como también fue cofundador de la Casa Català, aquí. No, el humanismo no se confunde con activismo de crear instituciones de bien, pero ayuda…

De mi entrañable amigo (cuarenta años no es nada) no vendré yo con datos biográficos. Me quedaré con ese Mario “íntimo” si se quiere, “cristiano viejo” en varios sentidos, de hidalga formalidad. Compartiendo la mesa con él, en casa y cerca en ese restorancito francés, 75 sur del Banco Popular en San Pedro, nunca quería que le sirvieran agua, que “es para uso externo”. De paso recalcaba su segundo apellido. Más de una vez, también he tenido el privilegio de admirar y utilizar su gran biblioteca, unos cinco mil volúmenes, marcaditos con el sello clásico “ex libris”. De allí que sus conversaciones solían ser muy cultas, con gran bagaje histórico, eso sí, con salsa de ironía picante. Tampoco el humanismo se confunde ni con lo gastronómico ni con lo culto, pero ciertamente ayudan…

Creció en contexto de pobreza y desamparo en los años treinta en Cataluña, primero por apremiante situación familiar y esa espantosa guerra civil, del lado republicano, la misma que marcó tan fuerte a George Orwell: en el gremio humano suele haber buenos y bestias. Idealistas, algunos, otros, o los mismos, a veces miserables. Me contaba Mario de pequeños grandes y de grandes muy pequeños. Finalmente optó por el bando nacionalista, igual, con magnánimos y mediocres… Ciertamente no: el humanismo no lleva etiqueta ideológica…

Por faltarle unos meses de edad, resultó rechazado como voluntario para lo que después se conoció como la “División Azul”. ¡Mejor! Por ello después de medio siglo de intensa labor, murió en la Urbanización Los Rosales por aquí … no en las estepas rusas, durante ese espantoso conflicto mundial. Pues sí: el humanismo es también cosa de heroísmo diario…

Gracias, Mario: sangre de Hispania fecunda como proclamaba Rubén Darío.

Suscríbase al boletín

Ir al contenido