Opinión

Medio Oriente. ¿Perspectivas humanistas?

¿Cómo hincarle el diente? Confronto aquí dos enfoques posibles respecto del mismo problema eterno del Medio Oriente.

¿Cómo hincarle el diente? Confronto aquí dos enfoques posibles respecto del mismo problema eterno del Medio Oriente. Recomiendo vivamente al respecto un excelente libro muy reciente, en francés: Esther Benfredj, Ismaël contre Israël, Ed. Desclee de Brouwer, Paris, 2017. Estudio desde una perspectiva más pro-judía, pero que entre otras da valiosas bases históricas. Como si dependiera de una letra, a partir del Génesis, la autora confronta Ismael, hijo ilegítimo de Abraham, símbolo aquí de lo árabe, e Isaac, padre de Israel. Muy documentado; aprendí mucho para la actualidad. Muy recomendado además, por más de 200 páginas de información, anexos con mapas, cronología, bibliografía etc.

Es la historia de una tierra que, por el cristianismo, ubicamos alrededor de Jerusalén, pero que ha tenido poblaciones y avatares muy diversos a lo largo de más de dos mil años: la diáspora de judíos, decretada por el imperio romano, la supervivencia de esta parte insignificante del mundo durante siglos de imperio otomano y después, desde fines del siglo XIX, el despertar contrastivo de nacionalismo, tanto árabe como judío, buscando identidad colectiva y reconocimiento internacional…

De manera mucho más subjetiva, quiero mencionar rápidamente mi propio proceso de conciencia respecto de esa esquina del mundo. Hace cincuenta años, por estos días aciagos, era yo estudiante de licenciatura en Lovaina, Bélgica, cuando estalló la “guerra de seis días”, tremendo conflicto entre Israel y sus vecinos. Era época de exámenes finales, en muchos casos con toda la materia vista en el año, a ganar o perder en confrontación oral. Había que estudiar duro. Pero con mi compañero de estudio habíamos tomado el acuerdo de vernos todos los días en el restaurante universitario (costaba 24 francos…) y nos vedamos hablar de materias: terapia vital para desligarse media hora, cosa que él aprovechó para politizarme respecto del conflicto en el Medio Oriente.

Observé conflictos políticos (izquierda, derecha, etc.), de ideología (no todo judío es sionista), de religión (el pueblo judío, antecedente de cristianos, según la Biblia, masa heterogénea, con lo religioso todavía en preponderancia). Aprendí de luchas sociales, de mitos frente a realidades: desde el escándalo en torno al caso Dreyfus, desencadenante importante en la conciencia del ser judío con la voluntad de volver a unirse en una tierra supuestamente predestinada para ellos…

Y, pues, claro, sin ser politólogo, como ciudadano en un único mundo, formándome un criterio, más allá de esfuerzos esencialmente norteamericanos (Carter, Clinton, Obama y ahora hasta Trump) constato que en lo que ahora se llama Israel, también había y desde antes de Cristo hijos de Ismaël, es decir, primos semitas, árabes.  La medalla entonces tiene dos lados y en la actualidad no deja de ser triste, hasta en lo humanitario que grandes grupos de esas personas carecen de trabajo, son despojadas de sus tierras, son encarceladas en tendencioso proceso y, por miles se declaran en huelga de hambre. Parafraseando a Shakespeare: “algo anda mal en el Medio Oriente”. ¿O de nacimiento y condena eterna hay personas de segunda y hasta tercera clase?

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