Opinión

El matrimonio entre parejas del mismo sexo

El tema del denominado matrimonio gay ha agitado las aguas de la opinión pública costarricense,...

El tema del denominado matrimonio gay ha agitado las aguas de la opinión pública costarricense, tal y como ha ocurrido en otras partes del mundo en distintos momentos. Las tesis que al respecto se han vertido, con múltiples matices y acentos, se pueden resumir en dos posiciones: el carácter sacramental- monogámico del matrimonio y el derecho a la igualdad frente a la ley. En algún momento del debate dichas posiciones se presentan como antagónicas, sin que necesariamente lo sean. Se trata más bien de dos órdenes diferentes de la vida en sociedad: a saber, lo civil y lo religioso, cuya separación ha contribuido históricamente a una sana convivencia social. Ya nadie discute el derecho legal al divorcio, prohibido otrora por razones semejantes al  llamado matrimonio gay, lo propio se podría decir de otros derechos consagrados por nuestro ordenamiento jurídico, lo importante aquí, es el legítimo derecho a la objeción de conciencia y a obrar, cada quien, según sus propias convicciones.

Por otra parte, llevar la discusión a los territorios éticos y morales provocaría como único efecto un ejercicio retórico donde cada quien se parapetará detrás de su propia trinchera sin ninguna posibilidad dialógica, polarizando las posiciones y exacerbando los ánimos, porque el tema es un asunto de convicciones y de derechos también, al respecto, no hay que olvidar que al corpus legal le subyace una ética y una estética que lo inspira y constituye.

A propósito de esta polémica, preocupa la intolerancia de la que se hace gala desde una supuesta supremacía moral, que desdeña lo otro como algo incorrecto, anormal y perjudicial, arrogándose el derecho a imponer las propias convicciones y dictados a quienes piensan diferente. El otro, deviene entonces como una amenaza a ese orden naturalizado que debe prevalecer, aún a costa del derecho ajeno. Este “expediente”, de suyo muy peligroso, ha sido el caldo de cultivo de regímenes totalitarios de derecha e izquierda que violan sistemáticamente los derechos humanos y conculcan la libertad.

Los estados islámicos, invocando también razones religiosas, prohíben la homosexualidad y la castigan con prisión, el flagelo o la muerte; las mujeres deben usar burka y el adulterio se castiga con la lapidación. En relación al mundo islámico hay que hacer la aclaración, que existe una enorme diversidad en cuanto creencias, tradiciones, sistemas políticos y códigos sociales de comportamiento se refiere.

Los niveles de intolerancia, autoritarismo e irrespeto que se han visto a raíz de esta temática, han llevado a que se cometan, en otros países, crímenes de odio en el pasado y en el presente también. Entre las víctimas se encuentran los judíos, los negros, los migrantes, las mujeres, los niños y niñas de la calle e incluso los cristianos que han sido martirizados en otras regiones, solo para mencionar algunos.

Unicamente con la comprensión, la tolerancia y el reconocimiento de la diferencia, no como lo exótico, sino como una parte constitutiva del “nosotros”, se posibilitará el desarrollo de una sociedad inclusiva, solidaria y verdaderamente democrática, donde cada quien tenga su propio espacio para crecer y desarrollarse en conciencia y libertad. La democracia es pluralidad y respeto a la opinión ajena, la cual se construye a partir de gestos, actitudes y actos concretos en la cotidianidad.

Costa Rica no necesita más crispación ni división de la que ya tenemos; la debacle moral que algunos preconizan no se debe al ejercicio pleno e igualitario de los derechos, sino a la falta de oportunidades, la desigualdad creciente y la injusticia que campea en muchos ámbitos de la vida nacional, que son desde todo punto de vista, moralmente reprochables. Nuestra indignación y nuestros mejores esfuerzos deben estar dirigidos a aquellas situaciones y problemáticas que realmente atentan contra el bien común y el pleno desarrollo de nuestras potencialidades como personas y como nación.

 

 

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