Opinión

Maldesarrollo: ¿están bien quienes dicen estarlo?

“Sueñan las pulgas con comprarse un perro y sueñan los nadies con salir de pobres, que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte, que llueva a cántaros la buena suerte; pero la buena suerte no llueve ayer...

“Sueñan las pulgas con comprarse un perro y sueñan los nadies con salir de pobres, que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte, que llueva a cántaros la buena suerte; pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana, ni nunca”, Eduardo Galeano

Cuando entramos en el laberinto de la discusión del “desarrollo”, parecemos perdernos una y otra vez en los lugares comunes. Sin embargo, leer el texto Desarrollo Autónomo de Raff Carmen es un balde de agua fría para quienes nos dedicamos a las ciencias sociales.

Entre una variedad de interesantes cuestionamientos sobre lo que, históricamente, hemos concebido en occidente como desarrollo, en función de una alianza vigente entre la democracia liberal, el capitalismo y la sociedad patriarcal, me llama la atención una frase provocadora, pues el autor nos dice que “desarrollo’ y ‘países desarrollados’ no existen verdaderamente en la realidad. El verdadero estado de las cosas es un mal desarrollo universal”.

Hemos forjado esa búsqueda eterna del “desarrollo” sobre un mito destructivo, el cual nos llama a alcanzar modelos de vida insostenibles que se fundamentan en la explotación y destrucción de la vida misma. Esta condición el autor la denomina “maldesarrollo”

En este mundo de mínimos y no máximos, como parte de la lucha para combatir la violencia de la desigualdad, debemos poner la mirada sobre el otro lado, y preguntarnos sobre el consumo ilimitado por la parte más privilegiada de la población del mundo.

Como nos dicen Vilches y Gil, basta señalar que los 20 países más ricos del mundo han consumido en este siglo más naturaleza –es decir, más materia prima y recursos energéticos no renovables– que toda la humanidad a lo largo de su historia y prehistoria.

Estamos apuntando mal. Debería indignarnos la riqueza ilimitada tanto como la pobreza.

Repensemos, entonces, ese mito que nos hemos propuesto como “desarrollo”: ¿están bien los que están bien? ¿Es ahí donde queremos llegar como colectivo? La propuesta del desarrollo autónomo es darle vuelta a la historia, plantearnos –como dice Thomas Sankara– “el derecho de cada individuo a inventar su propio futuro”, dejar de entender el bienestar en función del consumo y preguntarse sobre valores humanos fundamentales como la protección, el afecto, la compresión, la participación, el descanso y la identidad.

Este viraje es una decisión vital y un llamado a todas las personas a revisar sus aspiraciones y expectativas. Pero, en especial, es un llamado para que quienes nos dedicamos a trabajar con la gente dejemos de hacer propaganda al maldesarrollo.

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