El 16 de agosto del 2022 pasará a la historia de las universidades públicas de Costa Rica y del país en general como el día de la multitudinaria defensa de la autonomía universitaria y de la Constitución de la República.
Ese día martes, el campus de la Universidad de Costa Rica se extendió desde la Escuela de Estudios Generales, bajo el abrigo de un girasol, hasta la casa presidencial en una extraordinaria marcha ordenada y pacífica de miles de estudiantes, profesores, investigadores y personal administrativo de las cinco Instituciones públicas de Enseñanza Superior del país, además de diputados, sindicatos, representantes de partidos políticos, ciudadanía… Una interminable marcha como no la habíamos tenido en mucho tiempo. Ese día (ironía del destino), se conmemoraban los cien días del nuevo gobierno de la República.
Días antes, frente a la inminente negociación del Fondo Especial para la Educación Superior (FEES) con representantes del gobierno, las autoridades universitarias hicieron un llamado a todas las unidades de docencia, investigación y acción social a mostrar sus mejores armas: todo el aporte pasado y presente de las casas de enseñanza superior al país, desde la formación de profesionales hasta el aporte en áreas del conocimiento de las cuales se ha beneficiado a través de los años nuestra población y, en muchos casos, otras instancias, más allá de nuestras fronteras.
Sin embargo, la respuesta de las autoridades del gobierno no tardó en llegar: el anuncio de un millonario recorte a las universidades públicas que amenazaba con un cierre técnico de las mismas y con un golpe severo a las becas de los estudiantes de escasos recursos, situación enmarcada dentro de una cadena de ataques a la Educación Superior Pública. Sin ningún estudio previo, ni marco jurídico en el cual apoyarse, el único y peligroso argumento del gobierno fue el de generar un conflicto entre los diversos sectores educativos del país. Quedó así al desnudo la improvisación del Presidente y sus Ministros capaz de debilitar hasta el agotamiento a nuestras casas de enseñanza superior.
Las autoridades del gobierno mostraron así las credenciales de sus primeros cien días, aplicadas no solamente a la educación sino a otras importantes áreas institucionales: ausencia de diálogo, autoritarismo en sus decisiones, ausencia de estudios para justificar la toma de decisiones, la búsqueda de apoyo en simpatizantes de redes sociales (¿mercenarios?) que insultan y amenazan a los que manifiestan opiniones contrarias al Presidente. En síntesis, desde la casa presidencial se manejan los asuntos del país sin brújula, es decir, sin rumbo ni dirección. Además de una peligrosa tendencia a enfrentar a la ciudadanía en dos bandos opuestos: los buenos (adeptos a ese tipo de gobierno) y los malos que se atreven a levantar su voz críticamente.
Las nefastas consecuencias para el país de una parálisis de la Educación Superior Pública traían además dos situaciones jurídicas inadmisibles: la violación de la Constitución de la República y un golpe mortal a la autonomía universitaria. Los valores conquistados en la Reforma de Córdoba “que consolidó el ejercicio de la libertad de pensamiento, de cátedra y el autogobierno…” estaban siendo borrados de manera irresponsable e irrespetuosa.
La comunidad universitaria pública y representantes de otras instancias del país entendieron muy rápidamente la gravedad de la situación y en solo tres días decidieron inundar con sus pancartas y cánticos llenos de fervor patriótico, las calles aledañas a la Universidad de Costa Rica. De manera ordenada y respetuosa, miles y miles de personas lograron detener la acción gubernamental, que dio marcha atrás con su propuesta al tener que retroceder en su intento de violentar la Constitución.
De manera simbólica esta marcha tuvo lugar a pocos días del 26 de agosto, en que la Universidad de Costa Rica celebra su 82 aniversario, con grandes reconocimientos nacionales e internacionales, siempre bajo la inspiración del “Lucem aspicio”, con el girasol de cara al sol radiante, pues el emblema de la Universidad Pública es y ha sido su “orientación hacia la luz del conocimiento”.
En estas circunstancias, es bueno recordar la Universidad de Salamanca de 1936, con aquel Filósofo Rector y gran escritor, don Miguel de Unamuno, cuando defendía de la barbarie a su querida Institución: “este es el templo de la inteligencia”, decía, “estáis profanando su sagrado recinto…”, “Para convencer hay que persuadir y para persuadir necesitaréis algo que os falta: razón y derecho en la lucha.”
Pero ante todo, el mensaje de don Miguel fue a lo largo de su vida, “combatir el odio a la inteligencia”.

