En el marco del 125 aniversario de la Batalla de Rivas y de la celebración de los 150 años del nacimiento de Juan Santamaría, la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional de Nicaragua, entregó la osamenta del héroe a la administración Carazo Odio en el mes de abril de 1981.
El estudio nicaragüense
De acuerdo con las investigaciones de Pedro Rafael Gutiérrez, los restos de Juan Santamaría habían sido enterrados en el atrio de la iglesia de San Francisco de Rivas, bajo una antigua cruz. Con base en esa información, los funcionarios de la Dirección General de Patrimonio Histórico del Gobierno de Nicaragua entrevistaron al sacristán de esa iglesia. En su testimonio, el religioso enfatizó en un octágono marcado sobre el piso de la zona noroeste del atrio, que servía como recordatorio de la vieja cruz de madera mencionada por Gutiérrez.
A partir de estos indicios, los investigadores procedieron a excavar el área durante marzo de 1981. Tras la remoción del piso que dibujaba el octágono, encontraron un nicho de ladrillo en cuya tapa se marcaron las letras “JS” entrelazadamente. Dentro del nicho ubicaron una caja de madera con restos humanos en su interior, que posteriormente catalogaron como los de Juan Santamaría.
Entusiasmadas por el hallazgo, las autoridades políticas de Nicaragua y de Costa Rica, organizaron un acto cívico en la zona fronteriza de Peñas Blancas el 10 de abril de 1981. Al día siguiente, los restos del héroe fueron trasladados al Museo Histórico Juan Santamaría.
El estudio costarricense
Pese a la investigación arqueológica del Estado nicaragüense y a la algarabía del Gobierno de Costa Rica, algunas personas dudaron que la osamenta encontrada fuera la del soldado. Así, la Comisión Nacional del Sesquicentenario del Nacimiento de Juan Santamaría, encargó la valoración del descubrimiento a un panel de científicos sociales.
Hacia fines de agosto de 1981, los investigadores señalaron las siguientes observaciones. Primera: no existía prueba histórica que documentara la realización de una ceremonia particular para el entierro de Santamaría. Segunda: las iniciales ubicadas en la tapa del nicho correspondian con la vigesimotercera letra del alfabeto griego psi Ψ. Tercera: la cerradura marca “Colbin” de la caja mortuoria no se fabricaba en 1856. Y cuarta: en los restos humanos recibidos, se ubicaron dos botones con trazas de tela negra y otro broche del cuello de forma elipsoide, similares a los utilizados en la sotana de un cura. En conclusión, la evidencia no correspondía con la del soldado raso que incendió el Mesón de Guerra; sino con la de algún sacerdote distinguido por la parroquia de Rivas de finales del siglo XIX.
La polémica
El Gobierno de Nicaragua consideró que el informe costarricense era una interpretación unilateral e intencionada para desestabilizar las relaciones entre ambos países. La izquierda nacional afín al sandinismo agregó que el trasfondo del caso era desprestigiar la gesta de 1856 por ser revolucionaria y antiimperialista.
La derecha validó el estudio y calificó la acción del Gobierno sandinista como una afrenta a la historia nacional. Según sus representantes, la intención de la agenda comunista era vaciar la particularidad histórica de cada país. La actuación del Gobierno nacional la valoraron como ridícula, hilarante e irresponsable.
La comisión científica costarricense señaló que en su trabajo no existieron presiones ni consideraciones políticas, ya que su labor se enmarcó en el método científico característico de la investigación histórica y arqueológica. También indicaron que las autoridades de Nicaragua no actuaron dolosamente; la diferencia entre las conclusiones se presentó por la metodología utilizada.
En el marco de una mesa redonda organizada el 24 de septiembre por el Departamento de Arqueología de la Universidad de Costa Rica, el historiador Acuña Ortega profundizó en el caso (Díaz, 2006). Según Acuña, las condiciones políticas de los Gobiernos involucrados subordinaron y precipitaron la labor científica de los investigadores nicaragüenses. Con la recuperación de los restos, el régimen sandinista intentó atenuar la campaña anticomunista que satanizaba su giro hacia la izquierda. Y la administración Carazo, desviar la atención pública de la investigación legislativa sobre su rol en el trasiego de armas durante la guerra civil contra Somoza. De acuerdo con el académico, el plazo de 16 días que existió entre la excavación y el informe final redactado por los nicaragüenses fue insuficiente para desarrollar un proceso de validación científica apropiado. Esa premura derivó en un despropósito, porque el error fue aprovechado políticamente por los opositores de ambos Gobiernos para desprestigiarlos.
El 29 de agosto (fecha del nacimiento del héroe) Rodrigo Carazo Odio no brindó un discurso grandilocuente ni se extendió en declaraciones a la prensa, se limitó a entregar un arreglo floral en el monumento de la Fuente de la Libertad edificado en el lugar del nacimiento de Juan Santamaría. El Gobierno de Nicaragua regresó la osamenta del soldado a la ciudad de Rivas, quien ingresó a su galería de héroes nacionales.

