Son seres de gran poder económico, político y social. Están muy bien ubicados en la sociedad, pues desempeñan puestos y cargos importantes en instituciones de prestigio del Estado, propias o de extranjeros. Son seres realmente mafiosos y muy peligrosos, pero son invisibles ahora y siempre. Su poder es ilimitado y, para realizar sus actos endemoniados, utilizan a otros, a quienes les pagan suman ínfimas y son los que corren todos los riesgos, incluidos los de muerte.
En otros países, los narcotraficantes de verdad son descubiertos y ejecutados, y a veces también los “burritos”, pues los consideran como una peste, malos ejemplares de la raza humana. Lamentablemente, en Costa Rica, los “ayudantes”, conocidos como “burros”, una vez apresados, al poco tiempo quedan libres por indicaciones de los de “arriba”.
Algunas autoridades judiciales del país, con un buen grado de complicidad o tolerancia, se sienten atraídas por los narcos, quienes, como es de suponer, les “donan” altas sumas por favores concedidos o por pagos de “emergencia”. Está demostrado que los narcos de verdad compran las leyes y a las personas que los podrían perjudicar en su bestial negocio. Ciertamente, arriesgan altas sumas de dinero, pero obtienen enormes “ganancias”; jamás pierden, no les importa el daño que ocasionan a nuestros jóvenes, los cuales cada día se suman a los adictos. Así, cada vez hay más adictos a pesar de que se ha comprobado, con datos elocuentes, ingratos y dolorosos, el daño que las drogas ocasionan al cerebro, daño irreparable para siempre. En fin, los narcos y algunas autoridades de todo tipo están formando una sociedad de enfermos mentales.
Los adictos a las drogas, como se sabe, están en el callejón de la muerte y tienen muy pocas posibilidades de vida.
Los narcos de verdad son seres invisibles, ahora y siempre, con gran poder económico, político y social, y adoran a nuestra “democracia”, donde pueden hacer lo que les dé la gana. Cuentan con la tolerancia de las altas autoridades, responsables de controlar.
No existe la menor duda de que los narcos son muy inteligentes, con condiciones especiales de osadía, para realizar los negros, sucios y peligrosos negocios. Tienen firmeza en su carácter, oscura es su alma, son exigentes en el cumplimiento, en ocasiones muestran desconfianza, son celosos y muy atentos a los movimientos de dinero, y a veces se muestran cumplidores con el pago que dan a sus colaboradores. Su actuar es de verdaderos zorros. Por eso son invisibles, por eso tienen poder económico; se dan los gustos que quieran.
El Gobierno y las autoridades, encargadas de controlar y combatir a estos delincuentes malditos, parecen que caminan por caminos muy equivocados. Algunos de estos “aplicadores” de las leyes reposan con gran adormecimiento con las manos extendidas como pidiendo limosna.
Los padres de familia se esfuerzan, pareciera, por el bienestar de sus hijos. Los controlan y les dan consejos, pero la presión de afuera es superior. Los hijos que una vez fueron esperanza para sus padres y familia, ahora son drogadictos y se convierten en una completa desgracia para la familia. En este momento que vive la humanidad, creo que vale la pena detenerse y reflexionar para afinar lo que se ve, lo que se oye, lo que existe y lo que realmente está sucediendo, y hacer todo lo que se pueda para cambiar de actitud y revalorar el exquisito valor de ser humano, de pertenecer a la raza humana, de ser feliz, de vivir en armonía, de disfrutar la vida y actuar como un ser superior.
Lamentablemente, los narcos, promotores de la muerte, seguirán con su diabólico negocio y nadie ni nada los puede detener, pues tienen en su poder el timón del barco que los conducirá a la muerte a ellos y a sus adictos.
Los narcos son como algunos animales infectados de rabia y su curación, quizá, jamás llegará, pues caminan por el camino más torcido y los abriga la completa oscuridad.