Muy probablemente subsista hoy en gran parte de la población la idea de que las encuestas realizadas durante las campañas electorales deben reflejar fielmente los resultados oficiales de las votaciones sin importar cuándo y cómo fueron realizadas, es decir, las encuestas deben predecir quién ocupará la Presidencia de la República; caso contrario, se desechan sus hallazgos y se pierde la credibilidad.
El caso más notorio y reciente que se tiene en ese sentido es el de Luis Guillermo Solís que nunca fue considerado un candidato con posibilidades reales de asumir la presidencia a lo largo de la campaña del 2014; con excepción del CIEP, que de alguna manera previó el ascenso del candidato del PAC en sus últimas mediciones, la mayoría de las encuestas fallaron con amplios márgenes el resultado oficial de la votación.
Es importante recordar que las encuestas son instrumentos que permiten analizar la realidad -sociopolítica, en el caso de las encuestas electorales- en un momento y lugar dados, el fin de estos estudios es aproximarse a la opinión pública y a la intención del voto considerando el contexto en el que se recabaron los datos. Este primer elemento debería ser suficiente para evitar caer en la tentación de sacar conclusiones a falta de seis meses para las votaciones. Múltiples factores contingentes aguardan hasta ese día.
Un caso para ilustrar: el PUSC actualmente encuentra seriamente amenazada su posibilidad de participar en las elecciones del próximo año debido a problemas organizativos que han atrasado la realización de asambleas cantonales y provinciales, las cuales deben realizarse en un plazo muy corto de tiempo para recibir el aval del TSE. ¿Qué pasaría si el PUSC no pudiese participar del proceso electoral, a dónde irían sus votos? En estas condiciones tan inciertas y tan distantes del día de las elecciones, ¿alguien se atrevería a vaticinar un partido político ganador?
Además, hay al menos dos elementos que pueden considerarse límites de las encuestas en tanto a su capacidad predictiva:
- Desafección partidaria
Durante la época dorada del bipartidismo el voto tendía a ser mucho más arraigado, se trataba de un voto tradicional influenciado por el núcleo familiar, las personas asumían un vínculo con el partido y mantenían ese apego, que si bien no era sinónimo de apoyo incondicional, por lo menos representaba un contingente electoral duro que se mantenía en el tiempo.
Una de las características principales de las últimas elecciones es la desafección partidaria; según la encuesta post-electoral del CIEP del año 2014, un 62,2% de las personas manifestó que su voto no tuvo ninguna relación con el mantenimiento de un voto tradicional (votar por el mismo partido de siempre) y un 51,9% manifestó que su voto tampoco tuvo relación con que su familia hubiese votado o no por el mismo candidato. El voto en la actualidad es mucho menos tradicional y emocional que en años anteriores.
- Volatilidad del voto
El voto en la actualidad es también una decisión más tardía. Según este mismo informe del CIEP, aproximadamente un 15,9% de las personas decidió su voto en el último mes previo al día de las elecciones, un 20% lo hizo en la última semana y un 16% el mismo día de las elecciones. En otras palabras, más de la mitad de los votantes (52%) de votantes decidió su voto en la recta final de la campaña electoral.
En estos términos, es prácticamente imprevisible lo que sucederá el día de las elecciones; es posible ajustar y mejorar la metodología de las encuestas para identificar tendencias en la intención de voto y comparar sus resultados con estudios anteriores para formar una línea de tiempo; sin embargo, una encuesta realizada un mes antes de las elecciones maneja completa incertidumbre respecto a la mitad de los votos.
Esto no quiere decir que las encuestas carezcan de utilidad, al contrario, las encuestas tienen gran importancia sobre todo en Costa Rica, donde el financiamiento partidario se encuentra muy ligado a la intención de voto; además, son un insumo esencial para los partidos que realizan ajustes en sus campañas partiendo del análisis de estos instrumentos. Sin embargo, pretender predecir el resultado electoral a partir de las encuestas es un esfuerzo en vano, aun más si se hace a falta de varios meses para el día de votación.
La diferencia entre desechar del todo los aportes de las encuestas y rescatar sus hallazgos con una lectura más minuciosa consiste en tener presentes estos elementos.