El editorial del martes 9 de octubre de La Nación S.A. tuvo como título “El brioso mercado de deuda pública”. En español, “brioso” es término honroso. Nadie lo predicaría de un desahuciado (“Para estar con respiración asistida lo vi brioso” solo podría proferirlo quien espera heredar y mucho). El brío se entiende como pujanza, garbo, valor. Algo o alguien “brioso” resulta admirable. Si la muestra de brío fuese sindical, La Nación S.A. consigue que alguien lo estime “terrorismo”. Bueno, el elogiado como “brioso” por el editorial del periódico es el mercado financiero de Costa Rica. Así se mostró al exigir de un abrumado Gobierno del país tasas más altas para prestarle dinero, tan elevadas que la ministra de Hacienda (hasta ese día neoliberal) de la administración Alvarado Quesada las llamó “obscenas”. Al parecer este mercado financiero estima que el Gobierno no tiene liquidez y por ello, precisamente, quiere sacar chorros de sangre del enfermo. No se asusten, no es para hoy la sangre. Es a futuro. Pero que es sangre, es sangre. Los chorros de sangre siempre han resultado obscenos, especialmente cuando sí resultan inevitables. Al mercado financiero no le importa. Jamás se mancha con esa sangre.
Desde luego, el mercado financiero costarricense es el nombre de un colectivo complejo y variado que incluye a bancos, compañías de seguros, fondos de inversión y de retiro, y de las personas físicas, según redacta La Nación S.A. Por supuesto estas instituciones expresan los intereses de individuos, tanto costarricenses como extranjeros. Los intereses de estas individuos y sus familias (obtener máximas ganancias por sus activos) es lo que la ministra de Hacienda llamó “obscenos” y La Nación S.A. determina como “pujantes”; o sea, con enorme fuerza para actuar. Esta “enorme fuerza” es relacional. En este caso, se ejerce contra un enano debilitado (un Estado/Gobierno con déficit fiscal y sin estadistas) que se personifica también como pueblo y ciudadanía de Costa Rica. Pero al mercado financiero no le importa ni el pueblo costarricense ni el país Costa Rica. Funciona de acuerdo a las reglas que le potencian y favorecen. Son al mismo tiempo legales y, por ello, “justas”. Si les solicita dinero un raquítico pigmeo moribundo ofrece cederlo, pero con intereses obscenos. Si no acepta, el pigmeo muere. Si consiente el trato, le transfiere al prestamista su existencia. Shakespeare narró esto en El mercader de Venecia (1596-98), en los inicios del capitalismo. El brioso mercado financiero deviene dios (o ídolo) terrestre. De él dependen la vida y la libertad de los costarricenses. Conviene insistir en que toda esta codicia obscena es legal; con ella se hace justicia. El faraón de La Nación S.A., Armando González, escribe el domingo (día del Señor) 14 de octubre que la realidad (el mercado financiero con sus intereses del 13% y más) “nos alcanzó”. Olvida decir que no “alcanza por igual” a las gentes no inscritas como propietarios en el mercado financiero y a los golosos rentistas. Con la crisis fiscal del país algunos poquísimos se benefician y mucho. Si no se aceptan sus objetivas-justas-legales demandas, serán el llanto y el crujir de dientes para la mayoría. El mercado financiero local dirigirá sus inversiones a Nicaragua o Singapur, y se transferirá activos costarricenses y vidas por nada o casi. Es la realidad de la crisis y nada se puede hacer. El faraón llama a dejar de fingir. Tiene razón; para el mundo financiero local y planetario no existen los hermaniticos.
En los dramas o tragedias siempre se dan experiencias jocosas, quizás para aquietar los nerviosismos con el escape de algunos vientos. Uno de los articulistas recurrentes de La Nación S.A., Juan Carlos Hidalgo, teme que el plan fiscal y las sanguijuelas del mercado financiero local e internacional no bastarán para que se dé un déficit fiscal cero (esto sería el paraíso, o sea el motel perfecto, de los inversionistas). Semicubierta la crisis inmediata el Gobierno de Alvarado podría no tener la voluntad para “impulsar las reformas que ha prometido en materia de empleo público y rediseño institucional” (“Después del parche”, LN: 08/10-2018). Quiere decir transferir todo lo que implique ganancias a las “familias” que le traspasan una asignación y al mercado financiero. Au revoir, hermanitico. En este inicio del siglo XXI se saldarán deudas e intereses que para los golosos millonarios tradicionales dejó la experiencia abierta por la Guerra Civil del 48. ¡Avíspate Shylock, es tu hora!, chilla Hidalgo. Sin embargo, tiembla y se le aflojan los calzones porque cree que a metros de la meta le birlarán “su” victoria.