En estos tres primeros meses del 2017 cuando la violencia machista nos golpeó desde la primera semana anunciando muertes atroces, he echado de menos las voces de los grupos (y de algunos medios y periodistas que graciosamente les hacen eco) que permanentemente quieren hacernos dudar de la realidad y de la perversidad de la violencia contra las mujeres y las niñas.
De seguro me perdí su comunicado o sus declaraciones de condena al comportamiento violento y mortal de los hombres que – en todos los casos – han sido los protagonistas de estas tristes historias. Me imagino que habrán expresado su solidaridad con sus familias y, sobre todo, con esos niños y niñas que quedaron huérfanos y con una herida irreparable en sus corazones. Y, por qué no, con esos mismos hombres que terminan actuando los peores mandatos del machismo.
Con toda seguridad enviaron una fuerte advertencia a sus seguidores – mayoritariamente varones – de que la violencia es inaceptable en cualquiera de sus manifestaciones y que a partir de ese momento van a ser muy escrupulosos para no permitir entre sus adeptos a maltratadores que busquen esconderse detrás de una aparente defensa de sus derechos.
Me puedo imaginar que les habrán propuesto reflexionar sobre los alcances y los deberes de la paternidad que inicia por practicar una sexualidad sana, respetuosa y responsable para engendrar solamente los hijos e hijas que puedan amar, y por atender oportunamente las necesidades de los que trajeron al mundo. Principalmente su necesidad de afecto, de cuidados y atención; así como su educación en valores: la solidaridad humana, el respeto a la vida e integridad de las personas y la libertad.
Asumo que concluyen haciendo un llamado a todas y todos los ciudadanos para que comprendamos de una vez por todas que la violencia social que tanto nos preocupa – esa violencia que inunda nuestras noticias de homicidios, asaltos, crimen organizado… – tiene su origen en familias desgarradas por el maltrato y los abusos a las niñas, los niños y las mujeres. Que el amor al prójimo y la compasión se aprenden desde la cuna modelados por papás y mamás que se respetan.
Me emociono solo de pensar cómo han decidido cerrar filas para censurar la violencia machista de todos los días y para contribuir al encuentro y al diálogo respetuoso entre hombres y mujeres para construir un nuevo pacto social de convivencia que tenga como punto de partida la igualdad. ¡Lástima, todo lo que me perdí!
¡Qué lástima: me lo perdí!
En estos tres primeros meses del 2017 cuando la violencia machista nos golpeó desde la primera semana anunciando muertes atroces