Opinión

Las perspectivas de Guillermo Coronado

Hace un par de semanas terminé la lectura de Mis perspectivas (Antanaclasis, 2015) del filósofo e historiador de la ciencia Guillermo Coronado Céspedes

Hace un par de semanas terminé la lectura de Mis perspectivas (Antanaclasis, 2015) del filósofo e historiador de la ciencia Guillermo Coronado Céspedes. Se trata de una obra breve de divulgación que reúne una serie de artículos concisos que el profesor Coronado hizo publicar en la revista Prisma del Instituto Tecnológico de Costa Rica en su columna Perspectivas. Mi valoración general es que los Jacobeos, los editores de Antanaclasis, los profesores Juan Diego Moya y Luis Diego Cascante, han hecho muy bien en editar este pequeño libro, puesto que, no por breve, se trata de una obra de carácter menor.

Cada uno de sus capítulos nos presenta a Guillermo Coronado en toda su maestría. El estilo es elegante, los temas relevantes, la penetración problemática, honda. No hay capítulo, ya sea sobre Einstein, Darwin, Galileo, Lamarck, Leibniz o Anastasio Alfaro, que deje al lector sin un impulso por salir corriendo a la biblioteca o, al menos, a Google para averiguar más acerca de cada uno de los temas presentados. Eso mismo hice después de leer “Una semblanza de don Anastasio Alfaro”. No miento si confieso que visité —infructuosamente— la Biblioteca Carlos Monge Alfaro en busca de Investigaciones científicas (1935) del prócer costarricense, y que además el texto magistral intitulado “El ingeniero ante el conocimiento” me causó una honda impresión y un interés decidido sobre el personaje de Niccolò Tartaglia.

No es como que yo mismo no tenga cosas que leer y trabajos que escribir en estos momentos, así que ¿a qué viene el que esté ahora leyendo con tanta placidez artículos sobre cuestiones dinámicas relativas al problema balístico discutidas en el Renacimiento? ¿Por qué me he despertado un día del mundo de los sueños pensando en el argumento central de El origen de las especies de Darwin precisamente en conexión con el libro de Daniel Dennett Darwin’s Dangerous Idea? ¿A qué se debe el que después de leer ‘Simetrías en el pensamiento de Leibniz’ haya ido a revisar mi colección personal en busca de la Monadología?

Tiene algo de mago Guillermo Coronado. Y los maestros de la exposición como él resultan nocivos para los espíritus dispersos como yo. Porque Coronado no es un especialista de esos que lo hacen a uno admirar todo lo que saben sobre un área específica, sino más bien el caer en la cuenta de la importancia de la historia del pensamiento científico para todo el saber. De repente se ve uno enredado en cuestiones metafísicas, teológicas, geométricas, ópticas, antropológicas, éticas. Sinceramente, me pregunto cómo puede lograr Coronado causar tantos efectos en el lector con piezas tan breves.

Guillermo Coronado vive hoy plácidamente como profesor pensionado. Leyendo Mis perspectivas he caído en la cuenta de una suerte de pérdida, de la ausencia cada vez más patente de naturalezas como la suya, de ese extraño don de rara avis. No se trata de un especialista de la filosofía e historia de la ciencia, o solamente de eso, sino de un pensador de los que podían ampliar desde su buhardilla la mirada hacia todos los problemas del pensamiento. No pertenece a la tribu de los espíritus apologistas que se pasan la vida tratando de convencer a los demás de las bondades de su perspectiva, sino de aquellos que demuestran in situ la mirada de amplias miras que puede obtenerse desde su propio prisma. Lo suyo no era elevarse por los aires mediante el artilugio de caricaturizar otras formas de pensar, sino sostenerse apasionadamente de los temas que inspiraban su propio pensamiento.

Hace exactamente veinte años, cuando ingresé a la Escuela de Filosofía como estudiante, Guillermo Coronado era su director y comandante en jefe. Todavía estimo como un verdadero honor el haber sido su asistente de docencia durante varios semestres. Siempre he pensado que fue uno de los más dignos directores de la comunidad filosófica costarricense, algo así como su director natural. Nunca olvido su orgullo cuando afirmaba que no había graduado de la Escuela sin trabajo, porque estimaba como parte de su responsabilidad el colocar a todos los graduados en puestos de trabajo. Como si se tratara de algo natural, a uno le parecía que esa era la labor de un director de la Escuela. Pero el tiempo demuestra que lo de Coronado, tan alejado del espíritu de cortar cabezas, no era desafortunadamente cosa de automatismo. Guillermo Coronado no fue solo un funcionario administrativo, sino de la filosofía; un funcionario —a decir de Husserl— de la humanidad. En esto encarnó los impulsos de otros predecesores insignes que se consagraron a la filosofía de forma eximia, como Constantino Láscaris.

Leer Mis perspectivas me ha confirmado que su obra no es deudora de ningún genitivo (filosofía “de”), ni la manifestación de ningún sectarismo mostrenco, sino del pensamiento en su más amplio sentido. Una ventaja de la distancia temporal es que siempre tendremos la capacidad de diferenciar el trigo de la cizaña que nos permitirá reconocer sin el menor asomo de duda la labor fundamental de maestros del pensamiento como Guillermo Coronado Céspedes.

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