Opinión

Las distorsiones de Universidad

Tras leer la edición del lunes 7 de abril del Semanario Universidad y escuchar a Ernesto Rivera, director, y a Álvaro Murillo, periodista

Tras leer la edición del lunes 7 de abril del Semanario Universidad y escuchar a Ernesto Rivera, director, y a Álvaro Murillo,  periodista, en el programa Hablando Claro, de  Vilma Ibarra, del mismo día, quedan en evidencia tres cosas que me conciernen directamente:

1. Un fideicomiso creado en Panamá por la Corporación Aldesa, como preludio de un proyecto de  desarrollo inmobiliario en Costa Rica, fue legal,  estuvo apegado a la ética y en ningún momento  intentó evadir al fisco. Esto se da a entender, pero  no se dice explícitamente, en dos de las publicaciones que aparecen en el semanario y fue reconocido  explícitamente por Rivera y Murillo en el programa

2. Quienes estuvieron relacionados con la creación de ese fideicomiso, o quienes fueron inversionistas en él, actuaron ética y legalmente.

3. Yo estuve entre esas personas, como miembro  de la junta directiva de Aldesa.  Por tanto, no se justificaba incluir el caso y los  nombres asociados a él –incluido el mío– en una  publicación cuya portada dice “Dólares ticos en los  paraísos”.

Era como poner una naranja fresca en un  saco de papas podridas y sugerir que son lo mismo.  Si, a pesar de lo anterior, se decidió seguir ade- lante, al menos debieron distinguir entre distintos  hechos y protagonistas.

Por desgracia no fue así. Más bien sucedió lo  contrario:  En su nota “sombrilla”, aparecida en las pági- nas 10 y 11 del lunes 7, y divulgada digitalmente  el domingo 6, Universidad menciona, entre “los  nombres” de costarricenses que “aparecen” en los  archivos del bufete panameño Mossak Fonseca, el  mío, como si fuera parte de los evasores, cosa que  sabían no era así. Lo mismo ocurrió con los de  otros que actuaron legal y éticamente.

Es decir, para el semanario cualquier persona  que apareciera nombrada en cualquier documento  de los 11 millones hackeados a ese bufete, formaba  parte de la misma categoría.

Y en el contexto de la  publicación solo hay una: los evasores.  En las publicaciones que aparecen en las páginas  12 y 13 y, sobre todo, la 26 y 27 de Universidad, hay  razonables aclaraciones sobre la naturaleza del  proyecto de Aldesa. Leídas con enorme atención  permiten concluir que se actuó correctamente.  ¿Por qué, entonces, poner en el mismo canasto  a naranjas sanas y papas podridas?

He aquí una pregunta clave. Barajo muchas hipótesis como respuesta. Por desgracia, ninguna  tiene relación con el buen periodismo; tampoco  con la ética, y menos aún con la buena intención.

Universidad no solo enlodó gratuitamente, y a  sabiendas, a personas honorables que nada teníamos  que ver con el fondo del asunto; también degradó una  investigación de gran importancia para combatir  la evasión y los paraísos fiscales, que merecía un  tratamiento profesional y ético; más aún, violentó  prácticas elementales del periodismo.

Me duele y lo lamento.

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