Opinión

Larga vida al carbón

Tomando como justificación la guerra en Ucrania, la cual ha sido caracterizada como un producto eminentemente Occidental (Mearsheimer, 2022; Pyne, 2022), el gobierno alemán se propone reactivar sus plantas de carbón con el fin de reducir su dependencia del gas natural ruso (Deutsche Welle, 2022a). Mientras tanto, la Corte Suprema de los Estados Unidos eliminó las restricciones federales, estipuladas por la Clean Air Act, a las emisiones de gases de efecto invernadero (Poon, 2022), una medida que Joseph Biden criticó, pero luego “refrendó” al aprobar, apenas un día después del fallo de la Corte, un total de 11 concesiones relativas a la perforación de diversos yacimientos petrolíferos y gasíferos en Alaska y el Golfo de México, para los próximos cinco años (Natter, 2022).

Adicionalmente, el secretario general de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), Jens Stoltenberg, ha dicho que la organización debe prepararse para una guerra que puede durar años (Deutsche Welle, 2022b), lo cual plantea más dudas que certezas sobre los límites de la revitalización del carbón en Occidente.

Por otra parte, el fallo de la Corte Suprema estadounidense parece el paso “lógico” de un Estado que busca rebajar, en el corto y mediano plazo, los precios del petróleo y gas en los mercados internacionales, a pesar de las contradicciones partidarias y los riesgos ambientales que ello implica.

En breve, la potencia económica Occidental y la europea han revelado sus prioridades: salvar, a toda costa, la hegemonía Occidental —fuertemente anclada en Wall Street, la Reserva Federal y el petrodólar— sobre un mundo que la resiste cada vez con mayor asertividad, en lugar de cumplir con los sueños y pronósticos tan vehementemente expuestos en sus conferencias climáticas.

Con esto no afirmo que las conferencias deban abandonarse o que su utilidad sea nula. Ellas fructificarán si su exposición mediática logra facilitar la formación de plataformas conducentes al financiamiento de sistemas de gestión del riesgo climático, la transferencia de tecnologías “verdes” (o afines) y las compensaciones judicialmente vinculantes de todo daño ambiental comprobable. No obstante, el devenir geopolítico muestra que el tránsito de matrices energéticas basadas en combustibles fósiles a las renovables, solo ha sido prioridad en el campo retórico y en sectores financieros y tecnológicos secundarios al complejo industrial de los hidrocarburos y la guerra.

Entre tanto, los países con un débil o nulo financiamiento para la atención y anticipación de catástrofes climáticas deberán observar cómo los costos de sus planes de resiliencia socioambiental se “corregirán” debido a las nuevas emisiones de gases de efecto invernadero; si acaso los han tenido en cuenta o previsto como política de Estado.

De modo que el “Sur Global” tendrá, desde ahora, nuevos motivos para exigir mayores compensaciones financieras por la deuda climática que padece y padecerá. Sin embargo, ¿quién, en Washington o Berlín, se atreve a negociar esto en la presente coyuntura? ¿Cómo exigirán estos gobiernos una transición energética “gradual” a los Estados reacios a la incorporación de fuentes renovables, con tal manera de identificar prioridades?

Referencias:

Deutsche Welle. (2022a, junio 19). Alemania toma medidas para asegurar su consumo energético. DW.COM.

Deutsche Welle. (2022b, junio 19). La guerra en Ucrania podría durar «por años»: Jefe de OTAN. DW.COM.

Mearsheimer, J. J. (2022, junio 23). The Causes and Consequences of the Ukraine Crisis. The National Interest.

Natter, A. (2022, julio 5). Biden Proposes New Offshore Drilling Leases in Blow to Activists. Bloomberg.Com.

Poon, L. (2022, junio 30). After Supreme Court Ruling, Cities ‘Left Holding the Bag’ on Climate Change. Bloomberg.Com.

Pyne, D. T. (2022, julio 8). U.S. Leaders Needs More Strategic Empathy for Russia. The National Interest.

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