En Costa Rica, el desarrollo de la comunicación visual en las décadas de la globalización, de los años 80 en delante, ha venido acompañado de una forma de ejercicio de poder estructural que tiende a redefinir, en un sistema de campos que se extiende sobre geografías de la plástica, las nociones de validez sobre de lo que se puede llegar a tener como producto cultural desde el arte visual y lo que no. Tal proceso es paralelo a una reestructuración sistémica que se implementa con los programas de ajuste estructural, se circunscriben en la lógica neoliberal, la instrumentalización medios-fines y el auge de las relaciones humanas postmodernas organizadas a través del mercado (total y atomizado). Siendo que en tal entorno de campos y geografías de la comunicación visual en Costa Rica, los accesos a los capitales de diversa índole (espaciales, de promoción, económicos, social de vinculación, afectivos, reivindicativos y de cualquier otro tipo, tenidos en delante como capitales diversos), tal restructuración ha tendido a generar posicionamientos diferenciados entre los agentes que se vinculan a las geografías de la comunicación visual, donde se desprenden grupos de artistas visuales que, al no comunicar sus contenidos en forma positiva los criterios que requiere el sistema patriarcal-capitalista-occidental para su propia validación, tienden a sufrir de una forma de vulnerabilidad por exclusión, que se traduce en una forma o tipo de biopoder que se ejerce sobre el agente que actúa como comunicador visual al reorientar sus procesos de gestión y al obstaculizar el acceso a los medios requeridos por este, para darles continuidad a los procesos vitales.
También se evidencia el ejercicio de una forma de poder que trasciende al cuerpo del agente que comunica visualmente; este es una forma de poder que se ejerce sobre la obra plástica derivada de la performancia del artista, materializada desde el objeto, la imagen y el concepto. Esta forma de poder estructural ejercido sobre la obra de arte o el producto de comunicación visual, determina qué tipo de productos visuales son válidos para consumos masivos y cuáles no, desde el acceso a la promoción de estos y a los capitales culturales diversos desprendidos de la práctica en cuestión. En delante tal categoría será tenida como plast- poder.
El plast-poder es el ejercicio de poder estructural focalizado sobre la obra de arte visual desde los procesos de validación de esta. El plast-poder reviste los criterios del ejercicio de poder de los grupos dominantes en un entorno social específico, generando en el proceso formas de violencia visual y semiótica sobre los grupos dominados. El fin sistémico del plast-poder parece residir en el acceso público o no a los contenidos y conocimientos derivados de las diferentes prácticas de la comunicación visual. El plast-poder actúa sobre la obra objeto o sobre la imagen o el concepto, y delimita los accesos posibles de los diferentes grupos que actúan en el campo de fuerzas dado en las geografías de la comunicación visual.
El modelo neoliberal introduce criterios de validación de la producción visual, orientados por la función optimizadora medios fines del capitalismo global. Facultando la emergencia de un tipo de plast-poder orientado a legitimar los valores del sistema patriarcal-capitalista-occidental, en su versión neoliberal y postmoderna.
En el desarrollo de tales espacios contrageográficos de la comunicación visual en Costa Rica, surge la plataforma de gestión de Lanobienal, como espacio de autogestión que despliega campos de acción en los que los comunicadores visuales pueden extender sus propuestas plásticas de forma horizontal, translocal y transnacionalmente. Lanobienal funciona como un sistema estructurado de gestión en las geografías del arte y la comunicación visual, haciendo énfasis en validar los contenidos de tipo contrasistémico, basada en valores y criterios asociadas a las dinámicas emergentes propias del feminismo como lo serían: la inclusión, el desarrollo autóctono y la generación de capital social y cultural.