Opinión

La Universidad de Costa Rica y el próximo rector

Poco a poco han ido apareciendo voces que señalan algunas características que, supuestamente, debería tener el próximo rector de la institución. No es casualidad que esas voces hayan surgido de la Facultad de Ciencias Sociales que es, según mi entender, la facultad con mayor vocación de poder y que ha conseguido gobernar la Universidad en dieciséis de los últimos veinte años. Esto ha sido posible por la ausencia de discusión política en las otras facultades y sedes de la Universidad y la escasísima formación ideológica  del profesorado y el estudiantado.

Algunas de las supuestas características virtuosas que debería tener la persona que se postule para gobernar la Universidad en el período 2024-2026 son bastante obvias. Otras no tanto.

 

  1. Como siempre, se dirá que la persona candidata debe tener una sólida constitución moral. Y esto no se dice simplemente. Se trata de que esta persona pueda resistir el escrutinio público y privado de su trayectoria. Quien pretenda gobernar la institución debe poder resistir el archivo y que no haya dudas al respecto, pues no alcanza con no haber cometido delitos. Una debilidad o sospecha moral es una vulnerabilidad política.
  2. Esta persona debería tener los dos pies en la Universidad. No deberían existir dudas de que no está interesada en usar la rectoría de la Universidad para “crecer políticamente” ayudando a algún partido o sector.
  3. También se puede pedir que posea un profundo conocimiento de la Universidad, de sus problemas, complejidades y especificidades.
  4. Por último, y ahora más que nunca, la persona candidata debería comprometer su voluntad política en producir cambios en la Universidad: estructura organizativa, planes de estudio, terminar con las políticas de “universidad-empresa” y en desmontar todas aquellas zonas que, vía reglamentos ad hoc, funcionan como “repúblicas independientes” dentro de la Universidad.

 

Ciertamente, el FEES seguirá siendo el tema principal y el que mayor esfuerzo les demandará a las futuras autoridades. No solo porque hemos de esperar el sesgo neoliberal en los próximos Gobiernos del país, sino también porque habrá que remontar los gravísimos errores que se han cometido en este tema por parte de las últimas administraciones de la Universidad.

Recordemos este neoliberalismo asintomático de las autoridades universitarias:

Concedieron y permitieron una violación de la Constitución Política cuando aceptaron un aumento del FEES muy debajo del índice inflacionario. Renunciaron a exigir la devolución de sumas adeudadas de FEES anteriores. Firmaron (por enésima vez) un FEES anual, cuando lo que corresponde es un FEES quinquenal. Permitieron que el Gobierno se inmiscuyera en decisiones autónomas: cupos; modalidad para impartir lecciones; regionalización e incentivar las carreras STEM en detrimento de la humanidades y las ciencias sociales. Estas concesiones fueron muy riesgosas porque supusieron más obligaciones con menos presupuesto. Sumidos en el discurso del “consenso”, del “acuerdo” y de la “moderación” solo construyeron impotencia política frente a la desmesura de la derecha neoliberal.

Es preocupante que, hasta ahora, solo hombres hayan manifestado su voluntad de presentarse como candidatos a la rectoría. Este sesgo de género no le hace bien a la discusión política dentro de la Universidad.

Es también desalentador que los precandidatos actuales sean todos, sin excepción, personas que ya han ocupado cargos y que siguen en la puerta giratoria de los puestos sin que haya surgido nadie que oxigene el sistema político de la Universidad. Porque una institución de educación superior sin diferencias y sin alternativas político-pedagógicas, solo conoce un modo de expresión: el monólogo.

 

 

 

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