Hay fuerte evidencia de que, en nuestro país, la salud está muy cerca de la gravedad.
Estudios de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS), universidades y ONG dicen que las prevalencias de diabetes mellitus tipo 2, hipertensión arterial y dislipidemias son altas y tienden, peligrosamente, a aumentar con los años. Afectan a personas de cualquier edad, sexo, etnia y nivel socioeconómico, y alcanzan, con la edad, prevalencias en niveles preocupantes. Además, las personas que desconocen su condición suman mayor riesgo, pues no son controladas. Como resultado, las afecciones del sistema cardiovascular son la principal causa de muerte en nuestro país.
Por otra parte, los cánceres ganan prevalencia en nuestra población, a pesar de contar con excelentes equipos médicos y herramientas diagnósticas. Un factor limitante es la ausencia de una mayor cobertura del seguro de salud de la CCSS por la alta informalidad laboral. Las personas son diagnosticadas muy tarde. Agrava el cuadro el gasto de bolsillo por atención médica, que es cada vez más alto, lo que dificulta lograr diagnósticos y terapias oportunas.
Los accidentes de tránsito, las lesiones y enfermedades laborales suman además una alta carga de enfermedad, entre ellas, agregan miles de años perdidos ajustados por discapacidad (AVISA). Además, las afecciones mentales ya eran altas desde antes la pandemia por la covid-19, se agudizaron con ella, lo que hace el escenario más delicado aún.
Aun sufriendo las consecuencias de la covid-19, el tema de la salud se politizó durante la campaña política del 2021, especialmente en el 2022, previo a la primera y segunda ronda electoral. Los candidatos no desperdiciaron la oportunidad de politizar la CCSS: ligereza, indiferencia o alarmismo, es parte del menú que nos ofrecieron. Se politizó también algo eminentemente técnico: la vacunación contra la covid-19. Un candidato, al final ganador, mostró claras intenciones de apartarse de lo técnico-científico para acoger lo político-electorero en busca de algunos votos. Ya en el poder, hubo total coherencia entre acción y narrativa; se bajó, a la covid-19, la importancia que, desde la ciencia, se le confiere.
Los signos de que la salud no es tema superior para la actual administración son claros. En primera instancia, se nombró titular de la cartera a una advenediza. Su gestión, ampliamente documentada por la prensa, fue deficiente, atropellada y ausente de pericia. Lo actuado en contra de la libertad de prensa y el episodio del troleo fueron dos de sus más grandes pepitas. Su salida tardó mucho en acaecer.
Igualmente, en forma espuria, bajo argumentos antojadizos, el Ejecutivo metió mano en la CCSS destituyendo a Álvaro Ramos como presidente ejecutivo y, además, manoseó a la Junta Directiva removiendo a varios miembros, sobre tesis ilegítimas, para colocar a personas afines a su pensamiento. Igual arremetió contra la Comisión Nacional de Vacunación y Epidemiología para eliminar lo estatuido sobre las vacunas contra la covid-19; pero no con argumentos técnico-científicos, sino arteramente ad-hominem o con leguleyadas que, posteriormente, la Procuraduría General de la República desmintió.
Hace más de dos meses renunció la ministra de Salud y no ha habido un nombramiento definitivo. O el viceministro Carrillo asume como titular y se nombra su sustituto, o se nombra a un ministro y el viceministro regresa a su puesto original. Parece que al Minsa le sobra la cabeza, o no le hace falta.
El presidente nombró a la vicepresidenta Munive como ministra del Deporte, como recargo. En lugar de fortalecer un ministerio primordial para la salud, lo define como accesorio en su proyecto. Ignora el Ejecutivo que la actividad física, el deporte y la recreación tienen alta correlación con la salud física y mental, especialmente durante el desarrollo y la adultez. Obvia que los numerosos estresores actuales aumentan el riesgo de cánceres, enfermedades inmunomediadas, cardiovasculares, del sistema circulatorio y del sistema musculoesquelético, entre otras, afectando negativamente la calidad de vida de todos de quien las sufre y de su entorno. Además, reduce su productividad y aumentan el gasto en salud y la carga de enfermedad. Está de sobra hablar del efecto positivo del deporte sobre la prevención de las adicciones.
El MEP, en la Ruta de la Educación 2022-2026, parece no darle cabida sustancial a la salud física, mental y social. Las habilidades para la vida, respecto a la salud en su forma más integral, parecen no estar, o están tácitamente. Mientras, los problemas psicosociales, socioafectivos, nutricionales, sexuales y reproductivos, el inicio precoz de consumo de alcohol, tabaco y sustancias psicoactivas ganan prevalencia. No toda la responsabilidad es del MEP, pero desde ahí deben surgir programas con el Minsa, CCSS, IAFA, Icoder, Universidades, Unicef, entre otros.
No es tarde para que el Gobierno tome una senda diferente, a la luz del estado de derecho y la institucionalidad costarricense.

