Opinión

La salida del exministro Mora y la reacción de los grupos conservadores de filiación religiosa

El exministro de educación Edgar Mora se convirtió en un objetivo muy apetecible desde el inicio de su gestión por grupos que se alimentan de intereses y orígenes políticos muy diversos

El exministro de educación Edgar Mora se convirtió en un objetivo muy apetecible desde el inicio de su gestión por grupos que se alimentan de intereses y orígenes políticos muy diversos: desde la llamada derecha anclada en los viejos partidos políticos, pasando por una izquierda ciertamente más moderada, hasta los grupos de raíz conservadora de orientación evangélica que encontraron afinidades con la institucionalidad católica. Su caída fue multicausal, como lo es la actual crisis que enfrenta el país, sin embargo, una parte de su salida se puede explicar por el papel clave que juega el Ministerio de Educación Pública en el proceso de concientización para cambiar las actitudes de rechazo hacia los grupos propios de la diversidad de género (LGBT).

El MEP es un ministerio fundamental, tanto para quienes impulsan una agenda inclusiva amparada en el principio del valor ontológico del ser humano, como para aquellos que desean mantener agendas de discriminación y rechazo a la comunidad en cuestión. Con ello no se está negando la confluencia de otras variables y muchas de ellas razonables, únicamente deseamos concentrarnos en esta. ¿Ha sido la primera vez que el Estado entra en conflicto con un sector religioso en la historia de Costa Rica? La respuesta, como todos sabemos, es un rotundo no.

Dos ejemplos sirven para ilustrarla. A fines de la década de 1880, el Estado costarricense puso en marcha un programa inspirado en la ideología liberal, que implicó la secularización de los cementerios, el matrimonio civil, el divorcio y el control registral de la población, proceso que culminaría con la gran reforma educativa llevada a cabo por el Ministro de Instrucción Pública don Mauro Fernández. Las llamadas Leyes Liberales implicaron que el Estado tomara un papel clave en aspectos sensibles que hasta ese momento, o eran asumidas en forma exclusiva por la Iglesia, o por lo menos, esta ejercía un dominio muy importante.

El proceso conducido por los liberales supuso un gran paso en la separación de las esferas de acción entre ambas entidades. La reacción de la Iglesia no se hizo esperar y culminó con la expulsión de las órdenes religiosas y del recién nombrado Obispo Bernardo Augusto Thiel, quien encabezó desde el púlpito una campaña para que los padres de familia no enviaran a sus hijos a los centros educativos recién fundados por la reforma educativa, a saber el Liceo de Costa Rica, el Colegio Superior de Señoritas y el Instituto de Alajuela. No se puede ahondar aquí en el proceso, para efectos del presente artículo se desea señalar que la Iglesia vio mermada su participación política. Años más tarde la reacción eclesiástica volvería a renacer cuando en el Liceo de Heredia se dio la introducción de la Teoría de la Evolución por parte del intelectual Roberto Brenes Mesén.

¿El choque Iglesia – Estado se mantuvo desde entonces bajo el signo de la confrontación? La respuesta es negativa una vez más. La relación entre ambos dio un giro posterior casi medio siglo después con la alianza entre el Dr. Calderón Guardia, Manuel Mora y el Arzobispo Víctor Manuel Sanabria en la década de 1940. La posibilidad de pasar del enfrentamiento a la alianza era necesaria, deseable y se logró.  Hay que ser conscientes de que la coyuntura actual con respecto a las décadas de 1880 y 1940 tiene muchas particularidades históricas, una de ellas es la ausencia en estas de grupos evangélicos confrontativos como si existen actualmente.

El desarrollo de los acontecimientos nos dirá si los grupos religiosos de nuevo cuño y la propia Iglesia seguirá por la senda de la confrontación, semejante a la década de 1880, o buscarán acuerdos que profundicen mejoras para grupos social, cultural e históricamente marginados como ocurrió en la década de 1940. A diferencia del catolicismo, los grupos evangélicos no han dejado una impronta social ni política de envergadura; por ahora no parecen estar preparados para ello. La historia de la relación Iglesia – Estado puede dejarles grandes enseñanzas si quisieran mirar al pasado para nutrir su visión de futuro, no para anquilosarse en él. El evangelio cristiano tiene suficientes fuentes teológicas para apoyar el respeto y la valoración del otro, que estas se empoderen dependerá no solo de lo que ocurra en su seno, sino también de lo que hagamos los que no pertenecemos a dichas fuentes. La salida del exministro Mora fue un triunfo para los grupos religiosos conservadores, está por verse si fue efímero o no. En Costa Rica no podemos prescindir de nadie, solo del fanatismo que deshumaniza, solo del fanatismo que descristianiza a los que son seguidores de Cristo.

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