Opinión

La persona que quiero en la Rectoría

En estas próximas elecciones para la persona que ocupe el cargo de rectoría, daré mi voto a quien presente el mejor conjunto entre idoneidad para el cargo, su calidad como ser humano

En estas próximas elecciones para la persona que ocupe el cargo de rectoría, daré mi voto a quien presente el mejor conjunto entre idoneidad para el cargo, su calidad como ser humano y lo que ofrece que hará —por la universidad, por el país y, honestamente, por mí.

Para empezar, y para sacar del camino este requisito, el próximo rector o rectora debe tener una muy adecuada capacidad académica, con logros y activos avances en docencia, investigación y acción social. En otras palabras, que sepa bien lo que hacemos y que sea bueno haciéndolo, demostradamente; no quiero a alguien mayormente politiquero, aunque también, por supuesto, el futuro rector o rectora debe tener considerable experiencia como autoridad universitaria —ojalá en cargos de elección y que esa experiencia sea activa o muy reciente, no que alguna vez ocupó tal o cual cargo.

Dicho eso, paso a lo que más importa: la persona. Tiene que ser justa, capaz (muy inteligente), visionaria, firme pero gentil, energética y dispuesta a darse al todo. Alguien que respete a los demás, porque en esta universidad somos y debemos ser muchas y muy variadas personas, en áreas temáticas, en intereses, en modos de hacer las cosas, y en mucho más. Somos un reflejo de la sociedad. Ejemplares como somos, una campaña limpia (porque se dice cada cosa) es esencial. Alguien que, aun siendo especialista, y tiene que serlo, del más alto nivel, sea también una persona totalmente universitaria, amplia y culta. Alguien que venga a unir y no a desunir, que juegue limpio, que no acarree sesgos de administraciones pasadas o por pasar, o de sus detractores que promueven desinformación y un resentimiento que ya se vuelve inexplicable.

Alguien que sea libre y capaz de dar toda su atención a los problemas y oportunidades, y a los retos y mandatos que tiene la Universidad en su interior y, autónomamente, hacia el resto del país, y más allá. Alguien quien, así como hoy habla con cualquiera de nosotros, docente, estudiante o administrativo, pueda con holgura y presencia mañana conversar con el presidente o presentar un caso convincente ante la Asamblea Legislativa o al sector privado. Alguien, en fin, que tenga la capacidad de recuperar lo que tal vez habremos perdido en imagen y percepción de relevancia ante la comunidad nacional.

Dicho lo anterior, paso a lo que más me importa a mí. No es mucho, son tres cosas, pero sí ya con el paso de los años tener una piedra en el zapato empieza a chimar. 1. Quiero un rector o rectora que no favorezca ni permita la discriminación, la persecución y los abusos de poder (a riesgo de sonar demasiado inocente, lo refraseo a que sea alguien que favorezca la justicia y el sentido común en el más elevado contexto universitario). 2. Que esté muy claro y ojalá cansado de tanta regulación caprichosa o anticuada, y de excesiva tramitología y venga a simplificarla, volviéndonos más eficientes y permitiéndonos fluir mejor en nuestro quehacer. Que venga a facilitar que pasemos a otro nivel cuántico de funcionamiento, superior, más expedito, más eficaz. 3. Para mí ya a estas alturas sine qua non, que quiera llevar la Universidad al país, más allá de lo que ya contribuimos, para decididamente convertirnos, en asocio con las otras universidades públicas y un sinnúmero de otros actores, en el promotor del desarrollo que se necesita. Así como scientia est potentia, también ars est potentia.

En esto hablo del tercer pilar de nuestro quehacer, que es la acción social, además de la docencia y la investigación. Creo que hay mucho para contribuir ahí, aprovechando multimedios, las diversas sedes y nuestras capacidades para aportar en forma más directa conocimiento, saberes, cultura, salud, legalidad, soluciones ingenieriles y mucho más al resto de la ciudadanía que no atienden como estudiantes, que ni van a leer una publicación académica ni van a venir a un recital. Debemos hacerles accesible el saber y el recital. Hay grandes vacíos en la formación, información y simplemente en la calidad de vida ciudadana que podemos (¿debemos?) y muchos de nosotros queremos subsanar, sistemáticamente, claro.

¿Está la persona que ocupará la rectoría clara sobre la relevancia de esto y preparada para implementarlo? Es un gran reto que significa ampliar la acción social, en lo que bien puede llegar a ser una coronación de nuestro quehacer, un encuentro y expresión de la universidad que Costa Rica necesita, integrada con nuestras insustituibles educación e investigación. Redefiniéndonos sin miedo.

Así las cosas, y sobre todo en tiempos difíciles y cambiantes (en política y percepción nacional, economía mundial, cambio climático, galopantes tecnologías que nos envuelven…), se trata de escoger muy bien a esa persona que nos dirigirá por los siguientes cuatro años. Espero mucha claridad y transparencia, y sobre todo respeto y una extraordinaria voluntad y capacidad de hacer bien las cosas. De servir más allá de lo que se necesita para solamente el mantenimiento y el crecimiento orgánico. Los tiempos lo exigen.

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