Opinión

La ortografía y el verdadero problema

En estos días, cuando la tecnología ha circunscrito mayoritariamente las acciones humanas, es consecuente presuponer

En estos días, cuando la tecnología ha circunscrito mayoritariamente las acciones humanas, es consecuente presuponer que, paralelamente a la velocidad comunicativa yaciente, la producción textual prescindirá de ciertas reglas ortográficas, por ejemplo: la omisión del signo de interrogación de apertura, o, quizá, la desatención del punto final en un enunciado. Detrás de tales acciones, tal vez se encuentra un emisor atarantado y, por qué no, alguien con las manos ocupadas (una en la manivela, o agarradera, y otra en el celular).

No obstante, qué motiva la sustitución incorrecta de grafemas, como en las siguientes palabras: *recivir, *nunka, *vajar, *cosinar (cuando el corrector automático de texto está desactivado): ¿alguien precisado, despistado?, ¿dedos macilentos que abarquen otras teclas?, ¿dislexia?, ¿falta de anteojos? No, necesariamente.

La población costarricense, cada vez más, descuida las normas ortográficas, debido a una reticencia a la lectura (según la Encuesta sobre las prácticas culturales en Costa Rica, realizada durante los años 2010-2011 por el Ministerio de Cultura, solo un 20% de los costarricenses leen por gusto) y a un sistema educativo convaleciente, donde las clases de español son aprobadas con resúmenes de Crestomatía o del Rincón del vago; así como, a una producción textual deficiente en el aula, sino, nula.                                                                                  

Sin olvidar, la influencia de lenguas extranjeras en la conexión neuronal del imaginario costarricense que resulta en signos omitidos y palabras amorfas (o, como dijo Fabián Dobles, en ¡Alerta usted!, en el tuteo ridículo de televidentes del Canal de las estrellas).

Cabe destacar que el Quinto Informe del Estado de la Educación expone que en español más del 67% de los estudiantes obtuvieron una nota inferior o igual a setenta. En relación con lo anterior, la ausencia de ortografía, en cierta franja de la población costarricense, no está inscrita en aspectos de tiempo o precisa; en cambio, aúna en el desconocimiento de las estipulaciones ortográficas, fijadas por la Real Academia Española, en conjunto con la Asociación de Academias de la Lengua Española.

Se preguntarán: ¿qué importa la ortografía? Elucubro a manera de respuesta: la ortografía de una lengua está vinculada con la identidad y la riqueza cultural de su condición: a mayor ignorancia de la ortografía española, mayor desconocimiento de quienes somos. La ortografía, en sí, es el producto de un sistema lingüístico (y gramatical) complejo que, de tal forma, resulta en una regulación óptima para el acto comunicativo escrito.

El verdadero problema de la omisión de las prescripciones ortográficas no es el apremio o el despiste, sino, la metástasis de la mediocridad, tanto en el proceso de aprendizaje, como en el de enseñanza; también, en la vagancia característica de quienes no aspiran a la información (y des-información), al conocimiento, a la lectura (en este caso, a los diccionarios o manuales escolares).Y por si acaso, Costa Rica posee un Sistema Nacional de Bibliotecas (Sinabi), de forma que, la ausencia de recursos monetarios no es excusa.

En fin, rompamos las reglas ortográficas (con conocimiento de causa), leamos, aprendamos, mejoremos; pero nunca, seamos indiferentes ante la cultura y el lenguaje.

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