Opinión

La minificción costarricense: una lectura de algunos textos de Alonso Matablanco

Los estudios literarios sobre la minificción latinoamericana han sido prolíficos en cuanto a intentos por definir el género

Los estudios literarios sobre la minificción latinoamericana han sido prolíficos en cuanto a intentos por definir el género (si se le puede llamar así), sus orígenes, algunos de sus rasgos característicos, autores y textos canónicos, entre otras líneas de investigación. No obstante, en la literatura costarricense no se ha llevado a cabo todavía un estudio sobre la producción de minificciones, así como de textos fundacionales de este género en la literatura nacional, o bien de algunos de sus cultores más representativos. En este ensayo se realizará una lectua de algunas minificciones del libro Adictivos (2014) de Alonso Matablanco.

En primer lugar, se debe tener una perspectiva sobre la minificción, como una categoría genérica que, de acuerdo con la crítica literaria Violeta Rojo (2009, 2010, 2016), destaca por su brevedad, condensación, narratividad, ficcionalidad, empleo de la intertextualidad, la elipsis, entre otros recursos como definitorios de este género. Rojo propone que para interpretar la minificción el lector hace uso de todas sus experiencias culturales, de su “enciclopedia semiótica común con el autor”, en palabras de la autora, con el objetivo de hacer comprensible el texto dentro del contexto.

Dentro del libro de cuentos Adictivos (2014) de Matablanco se presentan varias minificciones que destacan por la brevedad, por la condensación del relato en pocas palabras, el humor y la ironía característica del género. Se presenta, por ejemplo, el texto “Estaciones” (p. 15), una minificción que va construyendo pequeñas imágenes sobre dos “amantes” que en cada estación (verano, otoño, invierno y primavera), como programa el título, observan y recuerdan etapas de su amor. Para estos personajes es triste el verano, “… añoran el invierno; cuando eran eternos…”, donde se observa que el narrador invierte el valor simbólico de ambas estaciones, y remata con el final irónico, cargado de expresividad y “amor”, en buena medida: “… aquellos dos cubitos de hielo se abrazan esperando, asfixiados, su disolución”. El lector jamás esperaría que dos cubos de hielo sean el personaje de esta minificción, lo cual es un acierto del autor, a todas luces.

En este texto lo irónico es que dos cubitos de hielo se abracen con amor, como dos humanos, pero en vez de que para estos personajes el verano represente la época de la pasión, sea más bien el tiempo de la tristeza, del final, para convertirse en uno solo: agua. El texto posee una continuación, pero no está tan bien lograda como este. Otro de los hallazgos significativos  es la (re)actualización de textos anteriores que lleva a cabo Matablanco: “Caperucita gana el Óscar” (p.77). En este microrrelato está bastante clara la relación intertextual con los relatos de Perrault y los hermanos Grimm, sobre la niña que viste una capucha roja y va a visitar a su abuela que vive en el bosque y que ha sido tragada y suplantada por el lobo feroz. Las versiones clásicas cambian algunos detalles del relato. En el texto de Matablanco se evidencia una reelaboración moderna del texto y de los personajes: una Caperucita actriz, ganadora de un óscar, vestida de rojo, agradeciendo a la madre, a la abuela, a la Academia, y un Lobo viendo el programa por televisión, sintiendo, como dice el narrador, si le estuvieran dando un hachazo en el estómago de nuevo (clara alusión a la figura del leñador y a la versión del relato de los Grimm).

En ambos textos del cuentario Adictivos de Alonso Matablanco se han podido evidenciar aspectos característicos de la minificción, que como género literario seguirá abriendo discusiones y debate, por su carácter proteico (según la terminología de Violeta Rojo), cuya riqueza radica en la inclasificabilidad, a fin de cuentas. Queda en manos de la crítica literaria llevar a cabo un estudio sobre este género (que espero con ansias) en la literatura costarricense.

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