Muchos de los conflictos que surgen en escuelas y colegios reflejan la cultura de la sociedad. En el ámbito educativo el ejemplo llega desde los despachos de los jerarcas que se enredan con tanta burocracia, así como de algunos funcionarios que, para atender las situaciones propias de su cargo, optan por formas conflictivas, poco constructivas y edificantes, ponen obstáculos, generan más conflictos y dificultan la convivencia pacífica entre funcionarios y usuarios. Dichas formas, no solo evidencian su rezago emocional, la inseguridad personal y profesional, sino la incapacidad para resolver sin conflicto las situaciones propias de sus cargos, que riñen con prácticas avanzadas, pacíficas y civilizadas que actualmente se impulsan en países desarrollados y que marcan la diferencia entre unos y otros. Siendo así, lo que ocurre en escuelas y colegios es su fiel reflejo. No es de extrañarse, entonces, que tanto estudiantes como personal docente y administrativo reaccionen de la misma manera conflictiva y destructiva ante los problemas que surgen en sus instituciones.
Ante esta patología administrativa, la mediación se plantea como una “cultura institucional” que, de cara al siglo XXI, debiera ser tarea obligatoria de los jerarcas practicar e impulsar en sus subalternos e imponer el ejemplo a seguir en escuelas y colegios. En el ámbito educativo, es de rigor adoptar la mediación como la mejor alternativa para prevenir y solucionar los conflictos escolares. El conflicto es inherente al ser humano, se genera cuando las personas tienen distintas posiciones, actitudes y creencias sobre un mismo tema y una parte no acepta los argumentos de la otra. Las posturas se evidencian cuando hay incompatibilidad de intereses y necesidades entre unos y otros, luchas de poder por inseguridad personal o por diferencias de prioridades hacia los problemas que se deben resolver. Entre niños y adolescentes pueden darse cuando se tiene preferencia por la misma chica o el mismo chico, por el campo en la fila o en el patio de juego, por competencia académica, por tener mejores calificaciones, por juguetes o herramientas de trabajo escolar y, por supuesto, las situaciones de acoso escolar o bullying entre otros. Estas situaciones pueden darse con agresión física o verbal, como insultos, gritos, empujones, jalones de pelo, zancadillas y actualmente con mensajes impropios o amenazantes a través de los móviles, del correo electrónico o en las redes sociales. Estos son conflictos entre estudiantes que se pueden prevenir o atender aplicando un programa de Mediación Escolar, en el cual el estudiantado aprenda que el conflicto puede ser positivo y así sea el protagonista en desarrollar los procedimientos de mediación. Para que esto sea una realidad, la institución educativa puede decidirse por adoptar la “cultura de la mediación” como principal alternativa, y aplicar los reglamentos sancionatorios como última ratio, y contando para ello con un programa de Mediación Escolar debidamente estructurado. Cabe agregar, que al ser el comportamiento estudiantil reflejo de la sociedad en general, es probable que también lo sea de la dinámica familiar, por lo que también es posible enseñar a los hijos a resolver pacíficamente los conflictos en el seno familiar. Estas y otras razones son justificantes importantes que se identificaron y permitieron elaborar una propuesta de Mediación Escolar como parte de un Trabajo Final de Graduación en esta materia en la Universidad de Valencia, y que está a disposición de aquellos directores y directoras de escuelas y colegios y padres de familia que deseen apostar por la cultura de la mediación en sus respectivas instituciones y en sus hogares.