El engaño ejercido por algunos políticos es una traición al diálogo y a la democracia. Cuando este oculta la ineficiencia de una gestión, causa catástrofes colectivas y desgracias personales, las que eventualmente salen a la luz. Es entonces cuando la respuesta más común de los (ir)responsables a cargo del engaño es: “¡Yo no fui…!”.
Con el rimbombante nombre de “Programa de Innovación y Capital Humano para la Competitividad” (PINN), el Micitt lanzó en el 2014 una convocatoria de becas para realizar estudios de posgrado en Costa Rica y en el extranjero. Con gran entusiasmo, muchos costarricenses se presentaron. Después de un tiempo, el Micitt anunció con bombos y platillos el otorgamiento de becas para 309 estudiantes.
Desde el inicio, las becas del PINN han renqueado (para decir algo…). Aunque todos los estudiantes sufren por ello, aquellos que residen en el extranjero han estado en ascuas padeciendo la ineptitud del Micitt, el que aún no otorga el grueso de las becas. A pesar de los reclamos y los ruegos de los estudiantes y de sus familiares, el Micitt, con un descaro inadmisible, tardó varios meses en dar trámite parcial al asunto pues aún quedan cosas pendientes. ¡Valga! Como si los estudiantes comieran aire…
Sin embargo, la trifulca no termina ahí. Han pasado 15 meses y a los becados en Costa Rica no se les ha hecho efectivo el desembolso. Además de permanecer en el limbo, muchos afrontan problemas económicos graves. Varios se han visto obligados a pedir préstamos, renunciar a sus trabajos (la solicitud de contrato de beca les prohíbe trabajar), vivir de la caridad de sus padres o bien abandonar sus estudios. Incluso, algunos, después de 15 meses, ya terminaron su posgrado o están por concluirlo… “¿Ya para qué?”, dicen algunos. Obvio: los estudios de maestría generalmente duran dos años.
Casi todos los becados han solicitado reiteradamente ‒tanto de forma oral como escrita‒ una respuesta. Como es de esperar, muchos están temerosos de perder la beca. Algunos pocos, los más “aventados”, han interpuesto recursos ante la Defensoría de los Habitantes, la que está dando trámite al asunto.
A pesar de eso, predomina la filosofía de “la platina”. En algunos casos, el Micitt ningunea y no contesta (en particular, los reclamos orales). En otros, la réplica al estilo de “casi, casi” es la medida política. Sin embargo, en la mayoría de las respuestas usan el “recurso administrativo”, como las condiciones del contrato, la solicitud de papelitos y otras leguleyadas dilatorias. El ministro del ramo, el que ni siquiera ha procurado dar una explicación y menos una disculpa, alega: “la razón fundamental del retraso radica en el éxito de la participación”. Esta afirmación, además de un insulto a la inteligencia, es el pináculo de la desvergüenza, es el “¡Yo no fui…!”
El último “domingo siete” alega que “la normativa no permite el apoyo financiero a estudiantes para hacer pasantías en el extranjero”, a pesar de que desde un principio se acordó sobre ese asunto, amén de que muchos de los programas nacionales de posgrado tienen como requisito pasantías en otros países. Por lo anterior, el Micitt sometió los casos de nuevo a revisión, sin considerar que, debido a compromisos adquiridos, algunos de esos estudiantes ya están en el extranjero, listos para irse o ya han regresado, esperando que el Micitt les reembolse los gastos. ¡Tras cuernos, palos!
Debemos señalar que los tentáculos de la ineptitud del Micitt se extienden a otros ámbitos. Por ejemplo, ya van dos años consecutivos que el Micitt incumple con la ley y el decreto vigentes (Nº. 28683-C-Micitt) sobre los Premios Nacionales de Ciencia y Tecnología. A la fecha, el Micitt no ha lanzado la convocatoria para dicho concurso, aun cuando ya se entregaron todos los otros Premios Nacionales en una ceremonia en el Teatro Nacional. ¿De qué privilegios goza el Micitt para brincarse las leyes de este país?
Es evidente que la alharaca gubernamental del Presidente que reza: “…desde el punto de vista de este gobierno y de esta administración, deberíamos de avanzar significativamente en la provisión de más recursos para la investigación y la ciencia y tecnología” es una retórica vacía. Esta es una muestra más de cómo los jerarcas del Micitt reivindican el privilegio de la irresponsabilidad, sin ninguna consideración para el mejor recurso de este país: sus jóvenes.