Opinión

La implosión del Frente Amplio

Un fenómeno físico que explota desde adentro se conoce como implosión. Esto quedó en evidencia con el lamentable espectáculo del FA

Un fenómeno físico que explota desde adentro se conoce como implosión. Esto quedó en evidencia con el lamentable espectáculo del FA el pasado 1 de mayo, en torno la elección del directorio legislativo, en un terreno tan antidemocrático y matrafulero como el antro legislativo.

Por ejemplo, resulta terriblemente antidemocrático el hecho de que los votos nulos, en blanco o de otros candidatos fuera de la tercera ronda, se sumen automáticamente al que tiene mayor votación, para el caso que nos ocupa, al dizque cristiano Gonzalo Ramírez.

Pues ahora resulta que el flemático secretario general del Frente Amplio: Rodolfo Ulloa, pone el grito en el cielo: exigiendo la expulsión de Ligia Fallas y Jorge Arguedas, que votaron, junto al exfrenteamplista Carlos Hernández, por la exlibertaria Carmen Quesada.

No obstante,  la enredada historia no acaba ahí. La flamante jefa de fracción del FA: Suray Carrillo (que no duró en ese puesto más de 36 horas) votó junto con el cura Gerardo Vargas por este último. Y eso amerita para el gran juez de la tremenda corte: Rodolfo Ulloa, alguna sanción, eso sí: pero para esos diputados no pide la expulsión.

Pero más truculenta aún se pone la trama. La fracción o exfracción de nueve diputados del FA, en tres años de labor, se partió en tres en esta votación, puesto que Patricia Mora, Edgardo Araya, Frank Camacho y Fuller, votaron por Ottón Solís, candidato del PAC, quien fue clarísimo en su agenda antiobrera y antipopular contra el empleo público y por la aplicación de impuestos contra el pueblo (IVA).

Las grandes contradicciones que agrietan a un Frente, han provocado su fragmentación de hecho. Un partido, cuya cúpula se ha empeñado en mantenerse a toda costa como furgón de cola del PAC, tarde o temprano, llegaría a implosionar, como lo ha hecho.

Ahora bien, Ligia Fallas ha sido una compañera luchadora incansable y merece mis respetos. Pero en primer lugar, el deber de un revolucionario es decir las cosas por su nombre. Se equivocó Ligia, al unirse con Arguedas y Hernández, que lamentablemente tienen -ambos- antecedentes de violencia contra la mujer, para apoyar la candidatura de una burguesa exlibertaria, por más que ahora le guiñe el ojo a Ligia con la agenda de derechos humanos, especialmente para la población LGBT. Ligia ha argumentado que el objetivo era impulsar una mujer a la presidencia legislativa. Nuestro feminismo no es policlasista, nuestro feminismo es al lado de la mujer trabajadora y oprimida, no de cualquier mujer. Se equivoca la compañera Ligia, pues la izquierda no puede perder nunca la identidad de clase.

Pero al mismo tiempo que decimos con todas las letras que Ligia se equivocó, a la vez repudiamos la hipocresía de quienes la culpan solo a ella y a Arguedas, con la mentira de que por ellos ha sido elegido el señor dizque cristiano al frente del Poder Legislativo. Y más repugnante resultan esos ataques, a sabiendas de que ha sido Ligia Fallas la única diputada que ha sido persistente en la defensa de los derechos humanos del movimiento LGBT.

Sin embargo, lo que resulta más grotesco es la saña de Ulloa contra los disidentes y la hipocresía de Patricia Mora, que defiende algo peor aún. Votar por Ottón Solís, conspicuo derechista (que cuando le conviene se viste de progre). Es falso que Ottón Solís tuviera alguna agenda favorable al movimiento LGBT. Ottón Solís, como lo ha remarcado Ligia Fallas y Suray Carrillo, no aceptó las propuestas del FA para incorporarlas a su agenda.

Entonces: ¡eureka! Patricia Mora y compañía violentaron la política de la fracción, que no era un cheque en blanco para Ottón, sino que suponía condiciones.

Algunas personas, posiblemente, me recriminen que me solazo exponiendo a rajatabla las incongruencias del FA. Para nada. Es lamentable en verdad para toda la izquierda. Una y otra vez la historia demuestra que el llamado progresismo latinoamericano, que no ha sido más que asistencialismo social y extractivismo, con un discurso florido de izquierda, al no resolver los acuciantes problemas del pueblo y verse sometidos a la presión del imperialismo y las burguesías locales, vienen capitulando y retrocediendo, a un ritmo alarmante. Aprendamos las lecciones. Aún no es tarde.

 

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