Opinión

La guillotina

Amanece en San José. Las penumbras se disipan y las primeras claridades del día iluminan una guillotina que se yergue frente a Canal 7

Amanece en San José. Las penumbras se disipan y las primeras claridades del día iluminan una guillotina que se yergue frente a Canal 7. No hay equívoco posible, se trata de una máquina de muerte, instalada ante a uno de los principales medios de comunicación del país. Pero no es cualquier guillotina; es una guillotina célebre: es una idea viajera que comenzó su periplo en Guatemala, frente al Palacio Nacional, en uno de los momentos cumbre de la reciente crisis política; como su tatarabuela francesa, simboliza una forma de igualdad ante la justicia y la muerte, una manera en que la sociedad salda cuentas por vicios contra la República. Pero esta nueva encarnación no busca cegar vidas, hace mucho que no asociamos la pena de muerte con la Justicia, lo que suscribimos ahora y siempre. Esta guillotina, que está ahí para hacernos pensar, tiene nombre y apellidos, es una instalación del artista guatemalteco Jorge De León, sin duda una de las figuras más interesantes en el arte centroamericano contemporáneo, invitado por la Productora Fuego para presentar su propuesta fuera de su contexto guatemalteco.

Al mirar la guillotina, arrogante en la acera, recortada contra el Estadio Nacional, surgen varias preguntas. ¿De qué lado está la guillotina? Cada uno quiere pensar que no será su cuello el que descanse en el cepo sobre el que cae la hoja. Nadie quiere imaginar su propia cabeza en el canasto que la acogerá con un golpe seco. Porque en ningún lado está dicho quién manipula la guillotina, ni tampoco quién se arrodillará ante ella. Ella es indiferente. Puede ser utilizada por ricos y pobres, tontos e inteligentes, cultos e ignorantes, siempre bajo el mismo pretexto. El término utilizar, curiosamente, es fatalmente ambiguo, ¿la utiliza el condenado?

 

La elección del lugar, Canal 7, no es un azar; más bien levanta una serie de interrogantes. ¿Condena una forma de actuar de los medios en la presentación y selección de noticias, por ejemplo? ¿Denuncia un sistema de embrutecimiento masivo? Esperamos mucho tiempo y nadie del Canal 7 se manifiesta, excepto los guardias, que nerviosos observaban detenidamente el objeto, que reconocían y del que buscaban una explicación. Algunos pasantes tomaban fotos; otros incluso comentaban a quién les gustaría ver sometido a la guillotina. El alcance del simbolismo es indudable. Por esta razón, considero que la ausencia de reacción del Canal es elocuente: ¿Temen enfrentar el juicio público? ¿Tendrán algún problema con la confrontación de opiniones? Porque esta intervención es curiosa: Por un lado podríamos pensar que amenaza el ejercicio de la Libertad de Expresión, al mismo tiempo que la ejerce. Por otro lado, también podemos pensar que únicamente emite un juicio sobre la manera en que la comunicación es “ejecutada” por un medio de comunicación masiva. La propuesta de Jorge De León da cabida a todas las interrogantes, a cada uno le corresponde encontrar las buenas respuestas.

Mientras tanto, dirijo mi mirada a la guillotina, que no se ha movido un ápice, a través de la cual, desde mi ángulo, veo el Estadio Nacional. Una señora se pasea por la acera con un carrito de supermercado, se cruza con la guillotina, no la vuelve a ver. Sobre el carrito hay un rótulo en el que se lee claramente: ¿Qué enseña realmente la Biblia? Un empleado de una empresa de telecomunicaciones también atestigua la escena, mientras forma parte de ella. Así, gracias a ese instante, podemos dar testimonio de la conjunción de tres espacios frente a la guillotina, en el escenario requisado ante Canal 7 por el lapso de una mañana: el fútbol, la religión y las telecomunicaciones. ¿Cuáles nos tienen en el cepo? ¿De cuáles deberíamos separarnos? ¿Cuáles son liberadoras? ¿Cuáles nos amputan del pensamiento? El bloqueo mediático no fue absoluto, la libertad que ofrece el ciberespacio permitió difundir la intervención. El Arte interroga, responde y vuelve a interrogar.

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