Los padres que se oponen a la educación sexual impartida por el Estado ponen candados en las escuelas y cierran filas en la familia: “a mis hijos los educo yo”.
Como no estoy muy convencida de que la familia esté más capacitada que los docentes del MEP, busqué una explicación a este extraño miedo paterno en Internet y encontré una publicación de PANI/Unicef que se llama: “Una revisión sistemática de los determinantes que afectan a niños, niñas y adolescentes”. El documento, en el que participan también otras instituciones, comienza informando que 150 millones de niñas y 53 millones de niños son abusados sexualmente cada año. Atroz. Ahora, pasemos a Costa Rica y dejemos que hablen sus números.
La Fundación Ser y Crecer dice: “La violencia sexual contra menores de edad es perpetrada mayoritariamente por personas cercanas a la víctima; de la población atendida en 2013, (108 menores) el 72% son niñas. Más de la mitad de los casos ocurre entre los 5 y los 10 años, en su mayoría perpetrado por un miembro de la familia (60%) siendo el padre el principal abusador. Otros niveles de relación presentes son tíos, abuelos, padrastros, hermanos y primos”.
Hospital Nacional de Niños: Entre 2011 y 2012, de los casos atendidos por el Departamento de Trabajo Social, el 7.18 % fue por abuso sexual, conducta sexual inapropiada y violación.
Informe Krugman, 1992, Universidad de Costa Rica: De 497 estudiantes, el 32 % de la muestra femenina y el 12% masculina experimentaron algún tipo de abuso sexual en edad promedio de 7 años para los hombres y 8 años en mujeres.
Pinheira, 2006, p.70; citado por González Coto, 2012, p.7: “(…) cuando los progenitores creen que son los dueños de los niños y las niñas (…) existe resistencia a la participación del Estado en la protección a la infancia. La creencia en la inviolabilidad de la familia hace que las autoridades, los vecinos y sus miembros sean renuentes a hablar cuando saben que se está maltratando a un niño o una niña”.
Como vemos, la familia es un lugar de alto riesgo para los hijos y las hijas, lugar donde el mejor aliado del pariente/delincuente es la ignorancia de la víctima.