Como tal, la fecha del 26 de abril de 1937 no tiene por qué ocupar espacio en nuestra memoria; pero sí, conviene no olvidar que hace 80 años se dio una escalada en la manera de hacer guerra y afectar a población civil, claro: del lado de… los otros.
En el pueblo de Guernica, cerca de San Sebastián, en el norte de España, era día de mercado semanal. Los aproximadamente 5.000 habitantes se sobrecogieron cuando de repente sonaron las campanas, avisando de un ataque aéreo. Un solitario bombardero Heinkel-111 de la alemana Legión Cóndor descargó su mortífera carga y se alejó. A los quince minutos, tres escuadras de pesados Junkers-52 se ensañaron durante dos horas con alternancia de bombas de destrucción y otras, incendiarias. No es mi propósito aquí averiguar cuántos muertos cayeron: el pueblo quedó arrasado.
Ello tuvo un propósito, concertado: fue un “ejercicio”, combinado con aviadores italianos, fascistas también, para plegar la comunidad local a la voluntad del general invasor Francisco Franco Bahamonde. Fue además un antecedente de lo que desde entonces se conoce como “carpet-bombing”: ¿quiere lograr a toda costa un objetivo limitado y específico? ¡Bombardee todo el cuadrante alrededor… y sobradamente cumplirá con su objetivo! ¿Cuál es el riesgo? Ninguno: cuenta con superioridad absoluta, además de sorpresa; la población indefensa víctima no puede causarle ni gastritis: ¡constituye simple “daño colateral”!
Voy al efecto en cadena de aquel “exitoso” experimento: poco antes de suicidarse, durante el proceso de Nürenberg, el mariscal Göring declaró que Guernica fue “una bonita oportunidad de probar la nueva Luftwaffe, su fuerza aérea…” ¿Y si, para probar sus juguetes, los belicistas hubieran bombardeado el pueblo gallego que después se conoció con colita: El Ferrol del Caudillo?
Ello conllevó otros trágicos “ejercicios”, como en Vietnam: ¿recuerdan la imagen de esa niña quemada con napalm? También, cómo hace unos meses en Alepo, del bombardeo milagrosamente sacaron un chico, todo chamuscado y lleno de polvo… Mi hermano mayor nos escribió: “ese soy yo” recordando el bombardeo de mi pueblo, Kortrijk, en Bélgica, por la Royal Air Force británica, en 1944, contra los nazis huyendo… No todos los tiros alcanzaron el objetivo de la estación de ferrocarril cerca: está vivo mi hermano, pero el círculo está completo. Toda una estela de Guernica.
Al año siguiente, en 1937, alguien trató de romper el cerco: Pablo Picasso. Pintó un cuadro enorme, muy monocromático, muy de composición, muy español, muy de cuerpos desmembrados, muy de grito que todavía suena.