“La economía feminista no es un intento de ampliar los métodos y teorías existentes para incluir a las mujeres, no consiste como ha afirmado Sandra Harding en la idea de ‘agregue mujeres y mezcle’. Se trata de algo mucho más profundo: se pretende un cambio radical en el análisis económico que pueda transformar la propia disciplina y permita construir una economía que integre y analice la realidad de mujeres y hombres, teniendo como principio histórico la satisfacción de las necesidades humanas” (Carrasco Bengoa, 2001)
En los últimos años, han venido tomando fuerza los análisis realizados desde la perspectiva de las mujeres sobre los modelos económicos y sus impactos para la vida de las personas, las familias, las comunidades y la sociedad en general. Estos aportes fundamentales han hecho evidentes los marcados sesgos discriminatorios para las mujeres que la disciplina económica ha escondido bajo la máscara de la neutralidad (CEFEMINA, 2009).
El discurso económico tradicional ha ocultado sistemáticamente el valor y el aporte del trabajo de las mujeres al sistema. La propia delimitación del territorio económico, que se circunscribe exclusivamente a lo que pueda ser considerado dentro de la economía de mercado, genera un espejismo que esconde “un trabajo absolutamente necesario para la sostenibilidad de la vida humana – y para la reproducción de la fuerza de trabajo necesaria para el trabajo de mercado – realizado fundamentalmente por las mujeres” (Carrasco Bengoa & otras., 2006).
Para defender el Estado Social de Derecho, financiar la salida de la crisis, impulsar la economía de los cuidados desde un modelo económico solidario e inclusivo y sostener la inversión pública posterior, sin un mayor endeudamiento público, las mujeres organizadas hemos propuesto distintas medidas que no han sido escuchadas. Las pérdidas hasta ahora han recaído sobre quienes han perdido parcial o totalmente sus fuentes de ingresos, y sobre las instituciones estatales que han enfrentado mayores gastos y reducción de sus recursos.
La estrategia de desarrollo sostenible del país debe articular lo económico y lo social, sustentada en:
- Un modelo solidario e inclusivo basado en una economía de cuidados que procure políticas públicas nacionales y regionales protectoras e impulsoras de los sectores productivos con mayor vulnerabilidad (micro, pequeño y mediano) dando prioridad a las mujeres y sus organizaciones, en toda su diversidad.
El espíritu humanista de la universidad
El peligro actual de la Universidad, frente a la iniciativa de separar la Facultad de Economía del Área de las Ciencias Sociales, es olvidar el fin cultural de la universidad.
No hay que ignorar el valor de la cultura, de la educación completa, porque lleva a reducirla a una formación utilitarista. Como consecuencia del olvido de la función de formar personas profesionales pero cultas, se pierde el ideal humanístico.
Si se propone la ciencia por la ciencia, la técnica por encima de las personas, a las cosas se les da prioridad sobre lo espiritual y a lo útil sobre lo ético.
Además, faltando este fin específico universitario, se pierde el fin general de búsqueda de la verdad.
Perdido el sentido de la verdad, en una formación que ya no ayuda a discernirlo ni a buscarlo ni a encontrar su fuente, la Universidad carecerá de idea directriz, de un hilo conductor y cae en una crisis de identidad.
No es extraño que se busque una formación que parece estar enmarcada por un positivismo cientificista, pero que a su vez se sitúa sobre dos coordenadas: el relativismo sobre toda verdad, y liberalismo absoluto ante el bien.
Como todas estas posiciones no sirven ni al bien ni al bienestar de las personas, no es extraño que en la Universidad reine un enorme pesimismo.
Hace más de cincuenta años que Ortega y Gasset vio con gran clarividencia esta misión esencial de la Universidad de formar personas cultas, que transmitan y desarrollen la cultura para el bien de la sociedad.
Se lee, en uno de sus escritos, titulado Misión de la Universidad (Foment, 1995):
“Hoy atravesamos –contra ciertas presunciones y apariencias– una época de terrible incultura”.
Por ello, advertía que se debía:
“Devolver a la Universidad su tarea central de ‘ilustración’ del hombre, de enseñarle la plena cultura del tiempo, de descubrirle con claridad y precisión el gigantesco mundo presente, donde tiene que encajarse su vida para ser auténtica”
Indicaba también que:
“Hay que acabar para siempre con cualquiera vagarosa imagen de la ilustración y la cultura, donde éstas aparezcan como aditamento ornamental, que algunos hombres ociosos ponen sobre su vida. No cabe tergiversación mayor. La cultura es un menester imprescindible de toda vida, es una dimensión constitutiva de la existencia humana…”
Reconocía Ortega y Gasset que la Universidad debe impartir una completa formación profesional. Es uno de sus fines esenciales, aunque secundario respecto de la formación cultural. La primacía la debe tener siempre la formación cultural. Se podrá ser buen o buena profesional, pero, sin cultura, se será “un perfecto bárbaro” / “una perfecta bárbara”.
En realidad, ni se podrá ser buen o buena profesional.
“Como no esté compensado por dotes espontáneas excepcionales, es sobremanera inverosímil que … así pueda en verdad ser un buen médico, o un buen juez, o un buen técnico. Pero es seguro que todas las demás actuaciones de su vida o cuanto en las profesiones mismas trascienda del estricto oficio, resultarán deplorables” (Foment, 1995)
Es necesario, por consiguiente, no sólo los tres fines específicos universitarios, investigación, educación y formación profesional, sino también su armonización, que se concreta en el trabajo “interdisciplinario”.
De su consonancia surge el espíritu universitario.
Con él toda persona universitaria posee, en definitiva, la capacidad de un juicio racional y crítico y la conciencia de la dignidad de las personas humanas, que conlleva la de los valores éticos y la de servicio a las otras personas y a la sociedad, en síntesis, su ESPÍRITU HUMANISTA.
Si permitimos que la Facultad de Economía haga casa aparte y se desligue del Área de las Ciencias Sociales, estaríamos faltando a esa misión intrínseca de la universidad, la de formar profesionales especialistas, pero humanistas.
El desafío de construir un modelo económico solidario e inclusivo
Esto, nos acerca a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) promovidos por la ONU, ya que consideramos que tienen estrecha relación, al promover la unión de todos los países con el propósito de erradicar la pobreza y proteger el planeta, así como garantizar la paz y la prosperidad.
Si seguimos los ODS, lo que se busca es poner fin a la pobreza, así como lograr la seguridad alimentaria, entonces no solo basta con esto, sino que es menester orientar estratégicamente todas las acciones llevadas adelante por la sociedad.
El concepto de Sostenibilidad de la Vida de la Economía Feminista (Bracot Reinero & Palladino) sitúa, por una parte, la reproducción social como aspecto fundamental del sistema socioeconómico y, por otra, el trabajo de cuidados como aspecto determinante de la reproducción social y de las condiciones de vida de la población (Carrasco Bengoa, 2012). También introduce el valor por la naturaleza, ya que reconoce que no solo es importante la economía del cuidado para mantener a la fuerza de trabajo, sino también es necesario el cuidado del ambiente para mantener toda la población en condiciones de vida digna, satisfactoria y humana. Es sabido, que la economía capitalista actual, con sus lógicas de mercado, es responsable de los crecientes problemas ecológicos locales y globales (agotamiento de recursos renovables y no renovables, múltiples formas de contaminación, cambio climático, etc.), y de no preocuparse por generar una relación perdurable con el ambiente. Esta forma de actuar, muestra ceguera y abuso para con los vínculos de dependencia que mantenemos con todo lo que compone la naturaleza (Bracot Reinero y Palladino, 2020).
La naturaleza y el trabajo doméstico o de cuidados no remunerado, son los dos pilares básicos en que se apoya el sistema económico actual, y sin ellos el sistema se derrumbaría. Por esto, es necesario poner a la producción y al mercado al servicio de las comunidades y las personas, transformando a la economía en un paradigma sostenible, donde se trabaje para satisfacer las necesidades de los seres humanos en su totalidad, sin desbordar la capacidad de reproducción del mundo social y natural (Carrasco Bengoa, 2012).
A manera de conclusión:
- Debemos fomentar el diálogo y el intercambio, que permita impulsar el desarrollo de nuevas herramientas teóricas para comprender la economía y la sociedad.
- Debemos reconocer la diversidad de enfoques existentes, las perspectivas sobre las que estos hacen énfasis, como las cuestiones sobre las que eligen no hacer foco.
- De esta forma intentamos, obtener una comprensión más equilibrada tanto de la economía que se quiere construir, así como de la realidad social que se quiere transformar.
- Desde la universidad, debemos defender la economía crítica, pero que lleva como pilar la solidaridad; que busca la transformación del sistema actual promoviendo una cultura de compromiso, confianza mutua y cooperación; que incorpora una perspectiva ecológica y humanista, que vele por el cuidado y la reproducción de la vida en sentido amplio; y que incluya a las mayorías populares, con toda su diversidad, como pilar fundamental de la base socioeconómica de su propuesta.
- Es importante situarse desde un paradigma crítico, pluralista y basado en una ética de solidaridad y respeto, para poder promover sociedades pacíficas e inclusivas donde se facilite el acceso a la justicia para todas las personas, mediante instituciones eficaces y responsables, como para poder fortalecer los medios de ejecución y revitalizar las alianzas necesarias para generar un desarrollo sostenible.
- Es desde la articulación entre sectores y conceptos, que se puede encontrar un terreno fértil, un espacio aún más amplio para que diferentes actores sociales intercambien y debatan en torno al desarrollo de nuevas realidades y nuevos paradigmas.
- El desafío que se presenta, se da tanto a nivel académico, como político, y por ello, es propicio generar espacios de diálogo y reflexión.
- Este proceso debe impulsarse dentro de los ámbitos institucionales, siendo necesario que el desarrollo intelectual se vea estrechamente ligado a la práctica, relacionando la política y la cultura.
- Al mismo tiempo es imperioso incluir una amplia multiplicidad de voces en los debates, que representen a quienes buscan participar en la construcción de una alternativa económica, social y política, que garantice el desarrollo y la sostenibilidad de la vida.
La separación de la Facultad de Ciencias Económicas del Área de Ciencias Sociales iría en contra de esta propuesta de articulación, de trabajo en equipo e interdisciplinario, tan importante para la universidad y la sociedad, con el propósito de construir un modelo económico, solidario e inclusivo, centrado en la sostenibilidad de la vida y en el cambio cultural hacia la igualdad y la justicia social.