Opinión

La dimensión psicosocial de la problemática del COVID-19

(Cuarta parte)

En artículos anteriores hemos procurado identificar algunos aspectos relacionados con el papel que en la problemática del COVID-19, su naturaleza, orígenes, manifestaciones, transmisión, efectos, repercusiones y modos de afrontamiento, han desempeñado o podido desempeñar, los pensamientos, sentimientos y comportamientos del ser humano en tanto social. En el presente, nos referiremos a algunas consecuencias de las medidas de afrontamiento de la pandemia, siempre desde la dimensión psicosocial de la problemática. Es preciso señalar que, aún y cuando estas medidas hayan tenido profundas repercusiones de índole sanitaria, legal, económica, política, cultural y demás, en tanto no las podamos enmarcar en modelos de comprensión, interpretación o intervención sobre las intersubjetividades, resultarán ajenas a nuestras consideraciones.

Dentro de las consecuencias psicosociales asociadas a las medidas de aislamiento,  distanciamiento social y portar mascarillas de protección, resaltan las asociadas a las relaciones de civilidad, amistad, pareja, parento-filiales, laborales, comerciales y de entretenimiento.

El énfasis en el aislamiento y el distanciamiento social viene aparejado de un incremento en los sentimientos de suspicacia ante el amigo, el vecino, el viandante, el compañero de trabajo, el dependiente o el cliente. Asimismo, merma en la empatía y la compasión, debilitamiento en habilidades sociales como la asertividad, la generosidad y el apoyo interpersonal, e incluso el desarrollo de fobias de contacto y ansiedad social. Los valores de la convivencia y el buen trato cotidianos son fuertemente socavados, hablamos del saludo, la cortesía, el juego, la camaradería, etc. Con todo, sentimientos de responsabilidad y solidaridad son alentados también.

En cuanto a los protocolos para relacionarse y el uso de las mascarillas, se ha aducido que podrían inducir a sentimientos de temor e inseguridad, reducción de la comunicación y la sociabilidad, aunque también a sus opuestos: a la sensación de que el único lugar seguro es el  hogar, al incremento del idiocentrismo en detrimento del sociocentrismo y, en general, al trastorno de valores y rituales identitarios fundamentales.

En las relaciones de pareja, dominios como el de las caricias y el placer sexual pueden ser muy sensibles en estas circunstancias, aunque también pueden dar ocasión al redescubrimiento y fortalecimiento de los lazos afectivos. La distancia forzada entre los amantes limita el contacto sexual, y la ansiedad y el estrés afectan el deseo. La intimidad novedosa o fortuita adquiere visos de gran riesgo e incertidumbre.

En los infantes, las medidas de distanciamiento y aislamiento familiar trastornan seriamente sus patrones de crianza y socialización. La alteración en las dinámicas de juego, el no poder compartir con sus iguales y la presencia 24/7 de los padres, pueden resultar caótico y provocar efectos nocivos a largo plazo en la formación de los chicos. Desarrollarse en un entorno restrictivo, donde imperan la inseguridad, el temor, la incertidumbre y la desconfianza, resulta perjudicial en el desarrollo de su sentido de seguridad, autonomía, iniciativa, identidad y demás aspectos de su carácter y personalidad en gestación.

En el ámbito económico, las medidas de contención de la pandemia han obligado al cierre o restricción de gran cantidad de centros o actividades de trabajo de muy diversa índole, sean productivas, comerciales, culturales, educativas, de entretenimiento, turísticas, etc, desencadenando la incertidumbre y el estrés en miles de trabajadores asalariados, independientes e informales, y obligándolos a actuar a contrapelo de muchas de las medidas de afrontamiento.

Cómo han reaccionado los diferentes grupos e individuos ante tales medidas de afrontamiento y ante la propagación de la enfermedad en general, siempre desde la dimensión psicosocial de la problemática, será el tema de nuestro próximo artículo.

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