¡El Estado es un botín, es pugna, beligerancia y gobiernos de arrogancia, en donde vemos a diario el reino de lo arbitrario esclavizar la ignorancia!
El proyecto del Estado, a cualquier plazo, está basado y sostenido por la milenaria ignorancia e ingenuidad de los pueblos; para eso filtra la educación y la somete a sus doctrinas y dogmas artificiales, arcaicos y propagandísticos. La educación estatal, pública o privada, porque ambas siguen programas estatales, adoctrina con ideas de “Estado protector, solidario, ordenador…” Cuando en la realidad es todo lo contrario: explotador, antisolidario, caótico…
¡La llamada tolerancia que necesita el Estado para ser siempre acatado, es la fiel resignación, y la ingrata sumisión del pueblo arrodillado!
También el Estado promueve la resignación de sus vasallos a través de patrioterismos, simbolismos y eufemismos propagandísticos como, “El bien de todos”, “La salud del pueblo”, ”Pura vida” “Justicia pronta y cumplida”, “Impuesto solidario”, “Democracia en acción”, “Su Municipio”, “El país más feliz del mundo”, “La Suiza de América”, “Construyendo la patria”, y muchos más, para crear esa ilusión y sumisión en los pueblos.
Pero lo más importante hoy en día para ciertas bandas del poder es tener el control de la ley hecha y por hacerse.
¡El poder controlar la ley es maniobra y garantía que tiene la burguesía para dictar “su” justicia y “su” moral más propicia de opresión y tiranía!
En estos últimos “siglos de leyes”, las máquinas legislativas y electoreras, inventoras y adaptadoras de leyes a “sus” necesidades, se han convertido en la forma casi única o más eficaz para mantener los privilegios de la clase dominante. Con los siglos se dieron cuenta del hecho; y hoy lo disfrutan, de que en la ley que ellos inventan pueden descargar todo el peso de sus negras conciencias y quedar limpios y angelicales ante sus pueblos inocentes; porque así como hay “leyes necesarias”; las más gravosas para los pueblos son terriblemente malogradas, falsas y esclavizantes.
Así, ese aberrante producto legislativo, es la mejor forma de refugiar, disculpar y absolver a los políticos y dueños del poder de turno, y a los anteriores gobiernos, por toda su inmoralidad, injusticias y engaños sobre las clases trabajadoras, las excluidas o las marginadas; las cuales miran a la ley, a pesar de todo, cuando menos, con bondad, confianza, y como el factor más importante, sabio, fatal e ineludible que debe regir sus vidas; pero sin cuestionarse jamás que la ley es solo el arma o herramienta que usan los poderosos que la inventan, para avasallar a los pueblos y continuar su línea criminal. Por perversa que sea la ley, la respetan, y no ven al político que la inventó, la fabricó y la puso a rodar, como la causa de sus miserias y engaños.
¡En su histórica ingenuidad, constituye una adicción, y una feliz curación, la ley para el rebaño; siendo un fabuloso engaño y otra inocente ilusión.
En nuestro hoy mundial, ¿más civilizado?, donde la fuerza bruta de las dictaduras y Estados de hecho, hereditarios, conquistados, robados o “espirituales”, ha ido cediendo lugar a la “dictadura de la ley”; los fabricantes de esta se han dedicado a hincar en los pueblos la idea de que son “soberanos” a través del voto y sus candidatos; es decir, a través de la ley, que son los más modernos engaños utilizados para apoyar los afanes y aberraciones del poder político.
Los pueblos ven en esa “soberanía” su salvación; soberanía que no alcanza más que para elegir a los dueños del poder de turno cada cierto tiempo; pero un minuto después queda totalmente anulada, en una “democracia de capas”, que es una triste falacia y un pegajoso cuento, donde el trabajador que soporta el peso de la pirámide social, se presenta como el reducto final, de menor importancia y resistencia en lo social, pero, eso sí, como la “máquina productora de bienes y servicios”, con mínimos derechos y garantías, pero con máximas exigencias de parte del sistema; y anulada para recibir completo el fruto de su labor.
En palabras de Tolstoi,
la ley es violencia extrema,
patrioterismo y emblema,
y coartada para el juez.
¡pero sobre todo es,
corrupción hecha sistema!