Como católico practicante (o regular practicante) asisto a la eucaristía y en mi condición de padre de un menor de once años. Los fines de semana que comparto con él, procuro que visitemos algún sitio en donde se realice una celebración dedicada a niños y niñas.
El pasado 31 de marzo, que era el cuarto domingo de cuaresma, el sacerdote encargado de celebrar la misa para los niños y niñas, se dedicó de una forma muy elocuente y llamativa a que reflexionáramos sobre el significado de dicha época en las vidas de todos y cada uno de nosotros, adultos incluidos. Con muy buen tino, el prelado indicó que la cuaresma es camino de penitencia y de procurar la enmienda de las faltas cometidas, en un afán de acercarnos más a nuestro Señor, tal y conforme se evidencia en la parábola del hijo pródigo, que era justamente la lectura del evangelio de dicho día.
Al escuchar las palabras del celebrante, que tiene un especial don para motivar a los pequeños y darse a entender sin palabras rimbombantes ni fórmulas añejas y desgastadas, me vino a la mente, a partir del contenido de su plática en la homilía, lo sucedido en la presente época cuaresmal respecto de la Conferencia Episcopal de Costa Rica.
Señalo lo anterior porque el lamentable espectáculo protagonizado por los miembros (varones todos) de la Conferencia Episcopal (obispos todos y superiores de los sacerdotes) con motivo de la acción del Poder Judicial por los allanamientos desplegados a la Curia Metropolitana y a la sede de la Conferencia Episcopal, ha dejado estupefactos a propios y extraños, poniendo de manifiesto no solo la arrogancia y prepotencia del órgano eclesiástico, sino también el desconocimiento absoluto de principios elementales del orden jurídico nacional, que como parte de un cuerpo estructurado, lineal y verticalizado, les es exigible conocer.
Es claro que nadie está por encima de la ley, ni siquiera los prelados, incluso cuando ostenten cargos superiores en la Iglesia católica costarricense. Igualmente el allanamiento es una diligencia judicial que se realiza cuando existe algún proceso penal en trámite y que debe ser autorizado por un juez o jueza, con arreglo al principio de independencia de poderes, consagrado en el numeral 152 de la Constitución Política. De ahí que cualquier tipo de protesta revela un profundo desconocimiento de estos aspectos que de por sí, legitiman la acción de las autoridades judiciales, máxime cuando se trata de asuntos referentes a posibles vulneraciones a la indemnidad sexual de personas menores de edad (aunque se alegue hasta la saciedad que había voluntad de aclarar las cosas y entregar toda la información posible ).
Por el contrario, la actitud asumida por quienes firmaron un manifiesto condenando (cuando tal posibilidad está reservada solamente a un Tribunal de Justicia de nuestro país) la diligencia, indigna en sobremanera y dista mucho del sentido de la cuaresma que me fuera explicado el pasado domingo. Resulta irónico e inaudito que se hable de un abuso de autoridad (con desconocimiento de que existen protocolos para la realización de allanamientos, que se realizan a diario en nuestro país, en viviendas y oficinas de ciudadanos y ciudadanas) y por otra parte, se enviara el manifiesto para que fuera leído por los sacerdotes en las homilías del domingo siguiente. Me pregunto si al menos, en atención a los principios de humildad y misericordia del evangelio, se habrá preguntado a los sacerdotes sobre si estaban de acuerdo en su difusión.
Más bien pareciera que la jerarquía de la Iglesia católica ha reaccionado al igual que quienes se han sentido intocables por la acción de la ley, dejando de lado que -dichosamente- no cuentan con ningún poder de acción estatal en este siglo XXI. Contrariamente a la prédica del simpático sacerdote, no se aprecia ni interiorización, ni tampoco que exista una voluntad sincera de asumir alguna cuota de responsabilidad histórica, sino que se acude al argumento de victimizarse, dejando de lado la realidad que ha salido a flote.
En vez de tales actitudes, que no pueden sino calificarse de mezquinas, ojalá se organizará una marcha por el perdón de las víctimas y de sus familias (al igual que se organizó otra en protesta por la decisión de la Corte Interamericana de Derechos Humanos de conceder derechos a parejas del mismo sexo). Esto resaltaría adecuadamente el verdadero sentido de la cuaresma en los momentos que vive nuestro país. Lamentablemente creo que me quedaré esperando tal gesto.