Opinión

“La bifurcación del ser”

Debido a una justificación de mi existencia, la cual no hallo con claridad y por lo cual recurrentemente encuentro como opción tener un fatídico final

Debido a una justificación de mi existencia, la cual no hallo con claridad y por lo cual recurrentemente encuentro como opción tener un fatídico final como el del joven Werther, acudo a la metáfora de la bifurcación de mi ser. Una mitad acumula lo amable, lo agraciado, el autocontrol, la disciplina y todos aquellos valores de una familia católica. Por otra parte, hay un lado que me lleva a los excesos, al desconocimiento de los límites, al odio, repudio, envidia y la opulencia en vanos y nocivos placeres. La primera mitad es el ‘verdadero yo’; la segunda, es ‘la bestia’

La bestia logra salir, de vez en cuando, a través de mi mirada desafiante como si estuviese preparada para atacar a su presa ante la más mínima amenaza, sale con mi arrogancia y orgullo. Sé que ella está ahí cuando encorvo mi cuerpo como un ser autocompasivo. Cuando la bestia logra su dominio total, me encierro a oscuras en mi cuarto y empiezo a generar pensamientos desordenados que no me permiten hallar paz, hasta considerar la opción de una desconexión parcial o permanente de mi realidad. La bestia es un ser muy inteligente que, con el pasar del tiempo, se ha vuelto más fuerte. Desea apoderarse de todo mi ser y anular mi verdadero yo. La bestia me ha hecho creer que la comodidad se halla en elementos paradójicos como la inconformidad y la envidia, con el fin de una excesiva autoexigencia para hallar una perfección desproporcionada. Me hace buscar el placer de acceso fácil y rápido, lo que me lleva a la postergación de tareas importantes. Y aun peor, al encontrar este placer, me hace abusar de él.  Y entonces, cuando se me presenta un obstáculo, me inmovilizo y frustro. Todo esto me hace llegar a un límite psicológico y físico que, conscientemente, me insta a realizar un acto suicida, pero que en realidad es un desahogo sin deseos de morir.

Desde mi verdadero yo, lo salvaje se vuelve sublime y me permite creer en una realidad alterna. Busco razones de saber vivir en vez de quedarse quieto y ver las horas y penas pasar. Esta mitad de mi ser me ha llevado a la educación superior y al aprendizaje de la vida misma; me ha hecho entender la melancolía que sintió Brahms al componer el segundo movimiento del Réquiem Alemán.

Todo aquello que la familia suele decir del hijo mayor: que es guapo, inteligente, de “buen corazón”, etc. Mi verdadero yo me permite creerlo y me convierte en un Quijote entre tantos molinos por enfrentar. Esto me recuerda que no estoy loco, simplemente que hay pérdidas del autocontrol que me hacen caer en extremos dañinos. ¿Y esto a quién no le pasa? Todos estamos expuestos a elegir entre la bestia y el verdadero yo. Y aunque ciertamente, hay un contexto social, cultural y algo de genética en esta elección, siempre existe la oportunidad de elegir, aunque algunos tendamos más a una opción que a otro.

He tratado de hallar respuesta a esta división a través de Harry Haller. Sin embargo, este es un personaje que hace una división entre lo noble y lo destructor que un hombre puede ser en tiempos de decadencia mientras lucha para hallar un punto medio a través de la burguesía. Mis verdaderos problemas es el mismo problema que tiene la humanidad completa: hallar un equilibrio en cada acción que se realiza.

Mi problema es estar tan consiente de este equilibrio que no dejo que la vida siga su rumbo. Quiero entenderlo todo y al no lograrlo, me decepciono y hago pataletas como un niño. Trato de racionalizar el mundo y todas sus circunstancias y las llevo a mi interior, creo tener una respuesta y una solución, pero cuando me doy cuenta que esas respuestas ya no calzan porque han surgido nuevas preguntas, entonces decaigo y me refugio en lo emocional tan abruptamente.

Y entonces a lo racional, le llamo verdadero yo; mientras que a lo emocional le llamo bestia o quizás al revés. A veces, habrá que sentir, pero sin dejar que la tal bestia me lleve al ocaso de mis días y; en otras ocasiones, habrá que racionalizar sin que un supuesto verdadero yo crea que lo sepa todo.

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